Hay una noticia que esta semana me ha impactado negativamente. No me refiero al incendio de Gibraltar, que también, ni a los bailes de pactos o no pactos en algunos ayuntamientos de la comarca, que tampoco.
Ni siquiera a la nula fiabilidad de los alemanes cuando dicen algo. Ahora les ha tocado a los pepinos, pero hace unas semanas fue a las horas de trabajo y las vacaciones. Por cierto, que no hablaron de los sueldos, pero eso es otra historia.
La triste noticia, para mi y para muchos linenses, ha sido el cierre de Helados Monerris. Una de las noticias más tristes que me podrían dar.
Si no lo saben yo se los digo. Soy de La Línea, vivo en Algeciras y trabajo en San Roque, aunque durante un tiempo lo hice fuera de nuestras fronteras campogibraltareñas.
Esa condición de conocer varias ciudades ayuda, sobre todo, a la hora de comparar. Y como me gustan los helados, puedo comparar, y les puedo decir que jamás he probado ni una granizada de limón ni un helado de turrón mejor de los que se hacían en Monerris. Mi abuela hubera dicho que el de tutti frutti…
Los veranos de mi niñez y mi adolescencia se han visto marcados por esos helados, que compraba cerca de mis casa, en la calle Aurora, donde los hacían, o en la calle San Pablo. Y como yo, miles de linenses, que tenían parada obligada en cualquiera de los establecimientos de Monerris.
Echa el cerrojo una de las mejores, para mi la mejor, heladería del sur de España. Y con ella los recuerdos de sabores que, desgraciadamente, no volveremos a paladear.
Gracias a los socios de Monerris por habernos permitido, en un pueblecito del sur del sur, disfrutar desde principios del siglo pasado de los mejores helados artesanales que pudiera haber comido.
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