El diestro gaditano regresaba al coso que lo vio crecer como torero, y lo hizo en su momento de mayor madurez artística. A su primero, de la ganadería de Manuel Blázquez, lo saludó a la verónica por delantales y chicuelinas que pusieron al público en pie. Ya con la muleta, inició una faena a más, que alcanzó su punto álgido con la mano izquierda: naturales largos, templados y sentidos, toreando despacio, abandonado. Estocada. Dos orejas
Con el sexto, Galván volvió a levantar al público desde el recibo de capa, destacando dos verónicas mirando al tendido que provocaron una rotunda ovación. La faena de muleta fue intensa y profunda, ante un toro exigente y con transmisión, al que supo entender desde el inicio. Con ambas manos dejó muletazos de gran poder y sentimiento, toreando con verdad, sin concesiones. Remató la faena por manoletinas ajustadas antes de dejar una gran estocada que rubricó su gran tarde y fueron concedidos los máximos trofeos. Dos orejas y rabo.
Una tarde apoteósica para David Galván, que confirmó en el Coso de la Montera el extraordinario momento profesional que atraviesa, consagrándose ante su afición con una actuación para la historia.
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