¿Existen transgénicos en nuestra dieta?


 

Por lo general, en nuestro país y en Europa existe un miedo irracional al uso de transgénicos en la alimentación, probablemente por desconocimiento y por campañas de desprestigio por parte de grandes empresas vinculadas a la producción de semillas orgánicas y “ecológicas”. En este artículo, encontrarás respuesta a si realmente consumimos transgénicos en España y en Europa.

La respuesta corta es sí, consumimos transgénicos aunque la respuesta debe ser mucho más matizada.

El uso de transgénicos en Europa está muy regulado y en el supermercado o en tiendas de barrio nos será imposible conseguir un tomate o un maíz transgénico, ya que, su venta está prohibida.

Existen algunas excepciones como un tipo de maíz de Monsanto conocido como MON810 (cuyo principal productor europeo es España). Este maíz es resistente a determinadas plagas de insectos, aunque no, no vas a poder comprar este maíz en un supermercado. Otro ejemplo es la soja, que se utiliza para la elaboración de piensos para el ganado y es precisamente en la industria ganadera donde nos vamos a parar.

Cualquier cultivo transgénico en suelo europeo debe ser únicamente utilizado para el ganado o para la elaboración de productos industriales, es decir, si yo como agricultor siembro transgénicos sólo podré venderlo a empresas que fabriquen piensos o subproductos agroalimentario, pero no podremos venderlos a distribuidores de alimentos por lo que es prácticamente imposible que el maíz transgénico o la soja lleguen a nuestra mesa tal cual, eso sí, nuestros cerdos y vacas sí se alimentan con pienso transgénico.

¿Entonces, cómo llegamos a comer transgénicos si está prohibida su venta directa? Pues la respuesta es simple, a través de los subproductos de la industria. Para que quede lo más claro posible pongamos un ejemplo, el kétchup. Muchas de las salsas que utilizamos o alimentos, si nos fijamos en el etiquetado vemos que contiene entre otras muchas cosas almidón de maíz. En España y Europa es ilegal vender maíz, arroz, soja o tomates transgénicos pero la industria puede comprar ese maíz transgénico y extraer el almidón para hacer el kétchup. Tú como consumidor compras esa salsa y aunque no estás consumiendo maíz transgénico sí estás consumiendo almidón de maíz transgénico.

Además fuera de la industria agroalimentaria también consumimos muchos transgénicos. Por ejemplo, muchos detergentes se hacen utilizando enzimas que producen bacterias transgénicas, la insulina para los diabéticos se fabrica en grandes fermentadores gracias a la acción de bacterias transgénicas y si estás leyendo esto, probablemente lleves una prenda de algodón y más del 80% del algodón que se produce en el mundo es transgénico (afortunadamente).

A día de hoy, cuando vamos a un supermercado y vemos uvas sin semillas o sandía sin semillas podemos pensar que pueden que sean transgénicas, pero no, realmente es una simple selección que han hecho los agricultores de variedades con semillas muy pequeñas o directamente sin semillas para que la ingesta sea más cómoda para el consumidor.

Otra creencia que encontramos es que por ejemplo, los tomates de supermercado no poseen sabor porque son transgénicos. Realmente no, no podemos consumir tomates transgénicos directos, pero en este caso la falta de sabor del tomate se explica porque vienen en cámaras frigoríficas. La hormona responsable de madurar los azúcares, el etileno, es especialmente sensible al frío y no actúa bien y cuando la fruta no madura bien pierde sabor. La solución para esto es evitar la fruta de grandes superficies, cuanto más local sea el producto, menos tiempo habrá pasado en cámaras frigoríficas y por tanto, mejor maduración habrán tenido los azúcares por lo que tendrán más sabor (y de paso, le echamos una ayuda a los pequeños comerciantes y agricultores).

¿Qué riesgo existe al consumir transgénicos? Realmente a día de hoy ninguno. Los transgénicos se utilizan en la mayoría de países del mundo, a veces para mejorar la tolerancia de la planta a la sequía o a plagas o a veces para que el producto tenga más nutrientes (como es el caso del arroz dorado en el sudeste asiático, que ha conseguido reducir drásticamente la ceguera debido a la falta de carotenos en la población). Muchos activistas antitransgénicos tratan de hacer pensar que este tipo de productos pueden llegar a producir enfermedades como el cáncer (argumento que se puede desmontar con un libro de biología de secundaria o bachillerato).

En resumidas cuentas, comemos subproductos de transgénicos y los consumimos en otros ámbitos no relacionados con la alimentación como es la industria textil. Los transgénicos han supuesto una auténtica revolución que es capaz de curar enfermedades, reducir pérdidas millonarias provocadas por el cambio climático y ha abierto la puerta a una agricultura más sostenible y ecológica, a pesar de que numerosos “ecologistas” estén en contra de ellos.

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