La práctica del Vía Crucis se remonta a una antiquísima tradición según la cual los peregrinos que acudían a Jerusalén, recorrían la “vía sacra” o “vía dolorosa”, siguiendo el camino transitado por Jesucristo durante su Pasión hasta llegar al Monte Calvario, escenario de su muerte. Esta tradición -aunque reformada a lo largo de los siglos- se ha venido manteniendo en la Iglesia Católica y se practica habitualmente todos los viernes de Cuaresma y de manera muy especial, el Viernes Santo, día en que se conmemora la muerte de Jesús.
A lo largo del tiempo, la Pasión de Jesucristo se ha convertido también en objeto de representación artística: numerosos pintores han plasmado diversos momentos de ese camino hacia el Calvario. Pero han sido los escultores e imagineros quienes con mayor frecuencia han reproducido las escenas más significativas de ese recorrido. No olvidemos que el Concilio de Trento alentó y promovió dichas representaciones cuyo objetivo fundamental era incitar a la piedad y al arrepentimiento de los fieles: como sabemos, las imágenes que procesionan en Semana Santa persiguen igual propósito.
Y desde su condición de creyente, unida a esa dimensión artística de la Pasión de Cristo que alcanza también a la poesía, el profesor, escritor y poeta Antonio Bocanegra nos presenta este Vía Crucis, Finalista del Premio Mundial de Poesía Mística “Fernando Rielo” en 2022. Autor de otros poemarios de tema religioso, con este último, Bocanegra continúa una tradición poética que -como indica en la contraportada del libro Miguel Cruz Giráldez- se inicia ya en la Edad Media y ha llegado hasta nuestros días. Las partes de la obra -como nos dice el autor- se distribuyen atendiendo a la remodelación llevada a cabo en 1991 por el Papa Juan Pablo II, que -siguiendo los momentos claves de la Pasión que aparecen en el Nuevo Testamento- integra quince estaciones: aunque en su poemario figuran las catorce tradicionales, van precedidas de un Preámbulo (relativo a los momentos previos de la Pasión, representados por la traición de Judas y la Oración en el Huerto de los Olivos) y concluyen con una Oración final en la que el poeta realiza unas “Súplicas del alma al Resucitado” en las que solicita a Jesucristo su reaparición, tan necesaria en los momentos actuales: “De nuevo hazte presente, aunque, ¿sabes?, / no quiero ver tu herida, tu costado / pero es débil mi fe y el mal acecha.”
Como es habitual en sus libros poéticos, Antonio Bocanegra despliega en éste una extraordinaria variedad métrica que integra sonetos, romances, décimas, octavas reales, cuartetos, formas arromanzadas… Pero en modo alguno se trata de un mero muestrario estrófico, puesto que lleva a cabo una acertada adecuación entre cada forma y el enfoque del tema en cuestión: tanto los romances como las cuartetas suelen ajustarse a la narración y a la descripción -como observamos en la IIIª o en la IVª Estación-, mientras que otras modalidades (cuartetos, sonetos, décimas, octavas reales…) se emplean habitualmente para dar forma a meditaciones o reflexiones a partir de la contemplación de los distintos “cuadros” de la Pasión de Cristo que se suceden en el transcurso del Vía Crucis (lo comprobamos, por ejemplo, en las Estaciones Xª, XIª, XIIª, XIIIª, XIVª y en la “Oración final”).
Hemos hablado de “cuadros” para referirnos a los distintos momentos o situaciones de la Pasión que recoge el Vía Crucis, y precisamente el poeta subtitula su libro como “Cuadros líricos de la Pasión”. El valor plástico, tangible, de estas escenas -que, como indicábamos, han sido abundantemente representadas por diversas manifestaciones artísticas- se engrandece en esta obra con la visión poético-lírica de su autor.
Ya Simónides de Ceos (s. VI a. C.) definió a la pintura como “poesía que calla”, y a la poesía como “pintura que habla”. Más allá de un simple juego de palabras, el poeta griego ponía de manifiesto la necesaria interrelación entre diversas manifestaciones artísticas, así como su capacidad para potenciarse y enriquecerse mutuamente. En efecto, con su acertado manejo de la palabra poética, tan rica en imágenes, Antonio Bocanegra transmite a la narración evangélica no sólo la hondura espiritual de sus firmes creencias sino además la belleza que nace de su condición de poeta. Y un aporte más: el libro incluye un código QR que permite al lector acceder a una información multimedia adicional, que se completa con audios de los poemas integrados en la obra, recitados por su autor.
Obra de tema religioso, devocional, muy apropiada para la oración y la meditación sobre la Pasión de Cristo en estas fechas próximas a la Semana Santa, que ha inspirado una Cantata para solistas, coro y orquesta, con música de Manuel Pérez e interpretada por los solistas y la orquesta ASGAO y el Coro de San Fernando, estrenada el pasado 2 de marzo en la Iglesia del Carmen de San Fernando (Cádiz). Aunque debemos señalar que este poemario puede ser disfrutado por cualquier lector, con independencia de sus creencias: como indica en su Prólogo Jesús Fernández Hernández, refiriéndose a la dedicatoria de un libro anterior, también la aplica a éste: “A los que con su amor me fortalecen. A los que creen, a pesar de todo. Y a los que no creen pero aman la Poesía”.
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