Abdicación Programada: Continuismo Aforado

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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

Una forma política de Estado, un modus vivendi institucionalizado y aceptado sin opciones y refrendos, no se puede imponer per se a la voluntad de todo un pueblo. El artículo 1º – 2º de la Constitución Española dice: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Si todos los poderes públicos – entre ellos el Legislativo – emanan del pueblo español, soberano, por encima de linajes y sangres azules, cómo es que no se consulta a todos los españoles y españolas, cómo es que no se hace uso de un referéndum, y se pregunta a la ciudadanía sobre la continuidad del régimen monárquico, sobre otras posibles opciones que hay sobre la mesa. Nadie se acuerda ya de lo que decía Montesquieu: “ Para ser realmente grande, hay que estar con la gente, no por encima de la gente”, y últimamente en este país todo está por encima de la gente: los intereses, las cajas B, la política, la corrupción… . La opinión de los demás, para las cosas serias, es decir, el futbol o el tiempo.

No es cuestión de rasgarnos las vestiduras, ni defender a capa y espada una u otra opción. Los tiempos cambian, como cambian las necesidades y las generaciones. La abdicación de Juan Carlos I, tildada de sorpresiva para muchos, no deja de ser una sucesión programada y meditada. Se da ahora, primero, para intentar dar carpetazo a los numerosos escándalos de corrupción que sobrevuelan la Casa Real, y segundo, porque ahora existe la coyuntura política para ello, con un Gobierno de derechas y un juego de mayorías en el Senado y Congreso. De aquí la urgencia en la aprobación actual de La Ley Orgánica de Abdicaciones y Renuncias, o el tan cacareado aforamiento de toda la familia real. Se pretende blindar también la figura del Rey cesante para evitarle la pérdida de inviolabilidad, y con ello los posibles problemas que pudiesen devenir de supuestas imputaciones o implicaciones en los “rentables negocios ” que tradicionalmente ha llevado a cabo la Casa Real, y graciás a los cuales – según Forbes, New York Times o Eurobusiness – el Rey cuenta con un patrimonio cercano a los dos mil millones de dólares, y eso que, como dice la prensa extranjera, comenzó a reinar sin a penas dinero.

La opción más democrática, igualitaria y social es haber reformado la Constitución, o haber votado directamente sobre la sucesión en la corona. Son las dos posibilidades más lógicas, pero tenemos lo que tenemos, una democracia hipócrita y cínica, que está apostando por otros cuarenta años más de lo mismo. Deberíamos tener presente la voluntad del pueblo, actualizando nuestro modelo de Estado a los nuevos tiempos. No podemos olvidar que la llamada transición se llevó a cabo de forma condicionada, y una de esas condiciones era el restablecimiento de la Corona, cumpliendo con ello también la última voluntad del dictador. Los tiempos actuales tienen que superar miedos, condicionamientos e imposiciones. Estamos en un momento histórico, donde no sólo se lleva a cabo la sucesión de un rey por otro, sino que se está tratando también con ello el modelo de estado que queremos para este siglo XXI. Si este modelo ha degenerado y propiciado toda esta corruptela, toda esta injerencia política a todos los niveles sociales y en todos los poderes públicos, habrá que hacer una limpieza a fondo, y bueno será replantearse todo. Habrá que reformar si hace falta la Constitución, introduciendo la cuestión monarquica, dando poder de decisión al pueblo, en este tema como en otros.

En cuanto a los partidos políticos que se apresuran a apludir la nueva transición, en forma de sucesión monárquica, no me extrañan las posturas de la derecha, más extrema o social, como tampoco la de IU o los partidos nacionalistas. Lo que si me preocupa es la postura del partido socialista, que – en mi humilde opinión – ha perdido con esta aprobación un debate abierto en la calle sobre el modelo de gestión de España, rompiendo de paso con su tradicional apuesta por un Estado republicano. A la memoria me vienen las palabras del histórico socialista Luís Gómez Llorente – altenativa en 1978 a Felipe González para liderar el PSOE – que defendiendo un voto particular socialista en el debate parlamentario del once de mayo de 1978, sobre el modelo de monarquía parlamentaria española. Entonces Llorente dijo: “Ni creemos en el origen divino del Poder, ni compartimos la aceptación de carisma alguno que privilegie a este o a aquel ciudadano simplemente por razones de linaje. El principio dinástico por sí solo no hace acreedor para nosotros de poder a nadie sobre los demás ciudadanos”. También recordó a continuación cómo la monarquía que en aquellos momentos ocupaba la jefatura del Estado lo hacía por deseo de Franco, “dictador extinto que, secuestrando por la fuerza la voluntad del pueblo, y suplantando ilegítimamente su soberanía, pretendió perpetuar sus decisiones más allá de su poderío personal despótico”.

Las palabras de Llorente, congruentes con una ideología y un tiempo que le tocó vivir, ahora parecen haberse esfumado para muchos que se dicen socialistas. Parece que las sabias palabras de Pablo Iglesias se han perdido en los libros de historia contemporánea: “ Sois socialistas no para amar en silencio vuestras ideas ni para recrearos con su grandeza y con el espíritu de justicia que las anima, sino para llevarlas a todas partes”. Y que mejor lugar para llevar unas ideas sociales y justas que un Congreso de los Diputados, donde se toman las decisiones, donde se cuecen las normas que han de regular nuestro ordenamiento jurídico, nuestro Estado. Entiendo que todo tiene sus tiempos, y ello es lo que muchos socialistas han querido argumentar para dar el “sí ” a la abdicación y sucesión en la Corona, pero no dejo de tener mis dudas. Son muchos los socialistas que apuestan por una opción de izquierdas renovadora y aperturista del partido, cercana a las ideas fundacionales y al pueblo, no viendo con buenos ojos maniobras como ésta, que sitúan los principios y políticas en el limbo de los justos.

La democracia evidentemente no es patrimonio de ninguna de las formas posibles de Estado. Aún así, el debate monarquía o república siempre existirá, mientras no se le de la voz al pueblo, que es el poder soberano en un Estado que se dice democrático. Como dice Odon Elorza “el rey ha sabido dejar todo atado y bien atado”, con esta abdicación programada, los aforamientos y la “mordaza judicial”, que siempre pretendió impelir para tapar todos los “chanchullos familiares”. Los partidos de izquierdas como el PSOE han defendido una actitud acrítica sobre la monarquía, olvidando el papel de convidados de piedra que tiene la ciudadanía en este proceso sucesorio vía urgencia. Como dice Odón, esperemos que esta actitud socialista no conlleve un paso más en la desideologización del partido, sumiso en un proceso de renovación, tan complicado como ilusionante.

La continuidad de la saga borbónica está en marcha, aun así partidos como IU y otros partidos del bloque izquierdista no se lo van a poner fácil, pues tienen previsto solicitar un referéndum sobre la monarquía, además de intentar limitar el aforamiento monarquico. Esperemos que cada partido sea congruente con sus militantes, ideología y proyectos, y además tenga presente la voluntad de la mayoría de españoles, para éste u otros temas. Ello sería ejemplo de pluralidad, libertad e igualdad; ello sería la esencia de la democracia misma, por encima de modelos de estado y coronas. Lo importante siempre es el pueblo, las personas, que no se olvide.

 “Si se hubiera de definir la democracia podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona” – María Zambrano Alarcón.

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