Caddy Adzuba: PourQuoi ? … .

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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

Como decía el novelista Henry Millar: “ Cada guerra es una destrucción del espíritu humano ”. En los tiempos aciagos que corren, por más que intentemos pescar en el río del sentido común, desbordado por los acontecimientos, no dejamos de resguardarnos bajo la corona de espinas de una cotidianidad que nos carcome. Con ansias de esperanzas, regalamos inasibles nuestra débil entereza, sin percatarnos del sufrimiento ajeno que nos rodea. Las preocupaciones y el diazepam atenazan nuestras pusilánimes mentes, que en una crisis sin nombre, desdibujan sonrisas y difuminan el último hálito de humanidad que nos define, mientras se desangran entre barros espesos y bosques esmeralda, quienes no han tenido la suerte de nacer a este lado de la valla.

La guerra se ha convertido en el actor principal de los medios de comunicación masivos y las redes sociales, mostrando su desdentada faz y sus funestas consecuencias a diario. Este siglo XXI, que debería basarse en el diálogo y la paz, el avance tecnológico y la conservación ambiental, sigue tiranizado por la muerte y la confrontación que caracterizaron el siglo pasado. Ya lo había comentado Oswald Spengler, “La historia de los hombres es la historia de las guerras”, y por desgracia así sigue siendo. Muchos de estos conflictos bélicos cuentan con una cobertura mediática, pero existen muchos otros olvidados, conscientemente olvidados. Quien se acuerda, quien siquiera sabe que existen guerras intestinas en Zimbabwe, Angola, Sudán, Somalia, Burundi, Costa de Marfil, Nigeria, Congo, Costa de Marfil, Liberia, Guinea Conakry, Sahara Occidental, Argelia, Cachemira, Timor, Afganistán… que han provocado millones de muertos y estados fallidos. De todas esas guerras eternas, el continente africano se lleva siempre la palma. Desde la etapa descolonizadora, de los 53 países africanos, 30 han sufrido guerras y masacres ante las que los occidentales no hemos levantado un dedo. La gran mayoría de estos genocidios sin castigo, que se cometen contra el pueblo, vienen subvencionado por empresas internacionales, que desde hace tiempo utilizan África a su antojo, por un lado para expoliar sus recursos, y por otro, como vertedero de todo tipo de desechos y residuos.

Ejemplo palpable de lo que digo es la República del Congo, sumida en una guerra civil desde 1996 por culpa principalmente del coltán, con el que se fabrican nuestros teléfonos móviles, reproductores de DVD, consolas de videojuegos, ordenadores, estaciones espaciales y armas de última tecnología. El Congo posee cerca del 80% de las reservas mundiales de este “mineral de sangre”, lo que ha llevado a compañías internacionales a expoliar sin escrúpulos el recurso, a cambio de una financiación que alimenta una guerra sin cuartel, que ya ha dejado más de cinco millones de muertos, tres millones de desplazados y más de 40.000 niños soldado.

El reciente y merecido premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014 a la abogada y periodista congoleña Caddy Adzuba, pretende dar a través de su figura, voz a aquellas personas que padecen y sufren las barbaridades de esas guerras promovidas por nuestra inconsciente vorágine consumista, globalizada y esclavizadora. Caddy siempre ha alzado su voz para denunciar los genocidios que se perpetran a diario en su país, especialmente con los más débiles: niños y mujeres. Adzuba, como Malala Yousafzai, ha demostrado ser una de esas mujeres con pecho de acero, que vive a diario con una pistola en la cabeza, simplemente por tener la firmeza y valentía de decir la verdad al resto, por denunciar a la comunidad internacional la matanza que sufre su pueblo a diario, por culpa de los intereses de unos cuantos millonarios y unas políticas corruptas e hipócritas.

Caddy ha centrado su activismo en denunciar sobre todo la muerte y violencia que se ejercer sobre la mujer congoleña, motor de la economía. Como ocurre en todas las guerras miserables, y hay están de ejemplo los yihadistas islámicos o los talibanes afganos, la violencia se ejerce principalmente contra la mujer porque es el bastión principal de la familia y la economía. Como dice Caddy: ” El cuerpo de la mujer se ha convertido en un campo de batalla, es un arma de destrucción masiva”, que está provocando muertes y violaciones sistemáticas. Resulta ilustrativa y terrible de esta situación infame la historia que nos cuenta la propia Caddy en el documental “ Pourquoi ? ”, que aborda la situación real que sufrió una mujer violada y obligada a comerse sus propios hijos durante su cautiverio como esclava sexual. El objetivo de estas crueldades – como Caddy reconoce – no es matar físicamente a la mujer, es anularla como persona, forzar su espíritu y atentar contra su moral e integridad.

La guerra y la miseria han convertido a Caddy en portavoz improvisada del silencio, mientras las autoridades occidentales y los medios de comunicación siguen mirando para otro lado, menospreciando la sangre derramada. El enjuiciamiento de los crímenes de lesa humanidad o las intervenciones militares abanderando las Resoluciones 1.325 y 1.848 de Naciones Unidas, que condenan expresamente las violaciones a mujeres, niños y niñas en situaciones de conflicto armado, siguen sin aplicarse, mientras que los “ por qué ” de las víctimas y muertos laten aún en las gargantas. La verdad me alegran premios como éste porque son merecidos, porque reconocen a personas como Caddy, que se juegan la vida simplemente por revelar las mil formas en las que se manifiesta la injusticia y la maldad. La comunidad internacional, que somos todos nosotros, debería tomar buena nota y no mirar para otro lado. La gran mina de coltán de Rubaya no está tan lejos de nuestra tablet. Dejémonos de lisonjas y nimiedades, de quejarnos a veces por vicio, cuando existen personas cuya preocupación principal es llevarse algo a la boca o luchar por seguir respirando un día más. Tenemos que apostar por la vida sin egoísmos ni fronteras, divulgando la atrocidad de las guerras, del mal que se esconde tras ese teléfono móvil de última generación, incluso sabiendo – como decía Plutarco – que al final “ las arañas atrapan a las moscas pero dejan huir a las avispas ”.

“… El conflicto tiene orígenes y causas, no solo congoleñas o africanas, también internacionales y económicas. Y ese es el motivo por el que está olvidado ”.

Caddy Adzuba.

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