Benigno Varillas: Naturalista Vocacional

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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

Estos días atrás, en los que el otoño asomó su rostro para señalarnos en el calendario el Día Mundial de los Animales y las Aves, ornitólogos y naturalistas de la Comarca y de afuera, ya se estaban preparando para avistar uno de los mayores pasos de aves migratorias que, como cada año, cruzan por estas fechas el Estrecho de Gibraltar, camino de sus cuarteles invernales africanos. Aunque esta vez, con las aves planeadoras, tuvo un servidor el privilegio de recibir un mensaje del distante norte, en la persona de Benigno Varillas, al que tuve ocasión de conocer en una tertulia de sobremesa, con otros profesionales del medio ambiente. Sirva pues este humilde e improvisado artículo de opinión, para rendir homenaje y reconocimiento a su persona, y su importante labor y trayectoria a lo largo de los años.

He de confesar que con Benigno Varillas me une el lugar de nacimiento y esa vocación pegada al corazón por la naturaleza y sus seres. Por lo que he hablado con él y conozco de su persona, ha sido y es una persona comprometida con lo que cree, que en estos tiempos que corren, ya es cualidad suficiente. Naturalista vocacional, escritor y licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ha sido pionero en la divulgación y conservación de la naturaleza en nuestro país, trabajando como asesor en el Ministerio de Medio Ambiente y en periódicos como El País, El Mundo o RTVE. En su incipiente actividad divulgadora dirigió la revista naturalista Quercus, El Cárabo y colaboró en otras como Natura. Su amor por el mundo natural le ha granjeado reconocimiento más allá de nuestras fronteras y numerosos premios, entre los que destaco el Premio Nacional de Medio Ambiente en 1989.

Benigno pertenece a aquella hornada de naturalistas que bebieron de los pensamientos y programas divulgativos de nuestro amigo Félix, el gran naturalista que inculcó en varias generaciones, el amor y respeto por la Naturaleza. De hecho, y como un tributo a su obra, el propio Benigno tuvo ocasión de escribir en 2010 la única biografía oficial de Félix, a través de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, titulada: “Felix Rodriguez de la Fuente. Su vida, mensaje de futuro”. Una obra que desentraña el modus vivendi y el pensamiento de Félix, pero que también va más allá, y nos desvela mucho del pensar de Benigno, en lo que se refiere a ese impulso conservacionista que marcó nuestro presente, tomando cuerpo en una prolija legislación ambiental y ese espíritu proteccionista, que con el tiempo, llevo a la implantación de los actuales Parques Nacionales y Naturales españoles, y la intrincada red de espacios naturales protegidos, tanto a nivel autonómico y estatal, como a nivel comunitario e internacional.

Comenzó Varillas su andadura como conservacionista y divulgador ambiental recogiendo el testigo del legado de Félix, desde esa vocación y carácter que imprime en el alma aquella feraz naturaleza asturiana, tan bien conocida por quienes tuvimos el privilegio de nacer en aquellos lares. En los años sesenta y setenta, todavía se apreciaban los aciagos efectos del franquismo, que había castigado la militancia republicana de muchos de los naturalistas científicos españoles de antes de la guerra, con la cárcel o el exilio obligado. Eran los tiempos de la autarquía y el desinterés por el medio ambiente, de la ignorancia por lo natural y las Leyes contra Alimañas, que favorecían el envenenamiento y la caza de todos los grandes y pequeños predadores, así como de las aves de presa. El Museo de Ciencias, que junto al Real Jardín Botánico, habían sido cuna de las ciencias naturales españolas en el siglo XVIII, padecían por entonces los efectos del más miserable de los abandonos. En este clima político hostíl se movió Benigno en sus primeros tiempos, entre sus estudios de federalismo en la Universidad alemana de Friburgo y sus primeras contribuciones en la recién inaugurada Estación Biológica de Doñana (EBD), donde formó equipo con expertos de la talla de Miguel Delibes de Castro y Javier Castroviejo. Fueron tiempos duros, pero también los comienzos de los grandes proyectos y el semillero de la normativa proteccionista española actual. Por entonces Benigno se embarcó como divulgador en grandes viajes, que le llevaron a conocer los más importantes parques y reservas mundiales, sobre todo europeas y africanas. Como me comentó Benigno, aquella etapa de cooperante internacional en Sudáfrica, Namibia y Tanzania la recuerda con cariño, resultándole fructífera e inolvidable. Aquellos espacios africanos, con su variada fauna y flora, aquellas costas vírgenes de los esqueletos, inexploradas y llenas de misterio, son la meca para cualquier naturalista de pro. Con más de una anécdota, Benigno me comentó las visicitudes burocráticas que pasó en África y las costumbres de los nativos, especialmente las vivencias que había experimentado con sus amigos, los bosquimanos del Kalahari. Esos últimos hombres libres que jamás admitirían vivir bajo un techo y que aún guardan en sus genes y memoria cultural, costumbres ancestrales y ese lenguaje universal que unió humanos y animales en el lejano Paleolítico.

Mi paisano siempre ha tenido un alma inquieta y ese espíritu aventurero y explorador de un moderno David Livingstone, como demuestra su incesante creación de ongs y fundacion de diversas asociaciones, tales como la Asociación de Amigos de la Naturaleza (1972); Phoracantha (1983); Greenpeace-España (1984); Consejo Ibérico para la Defensa de la Naturaleza (1986); Federación Juvenil Conocer y Proteger la Naturaleza (1987); Fondo Patrimonio Natural Europeo (1989) o la Asociación Muruna (2009). Y todo ello sin olvidarse de la tierra, embarcado siempre en acciones y proyectos conservacionistas de la fauna asturiana más emblemática, ejemplificada en la recuperación del quebrantahuesos, el águila pescadora, el lobo, el oso o el urogallo, y siempre en colaboración con asociaciones como el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS).

Como colofón a una buena tertulia, Benigno nos habló de los problemas y dificultades actuales con las que se topan los profesionales del medio ambiente, y la crisis que afecta a las partidas económicas destinadas a la protección e investigación. A pesar de los problemas, Benigno no tira la toalla. Entiendo que cuenta con ese optimismo y energía, equiparable a la que atesoran los últimos salmones que surcan los ríos y grandes saltos de agua asturianos , para vecer los obstáculos, siempre a contracorriente. Me comentó con los ojos iluminados, que sigue embarcado en diversos proyectos, algunos tan ilusionantes como la iniciativa europea “Rewilding Europa”, que pretende recuperar grandes espacios europeos de ecosistemas diversos y bosques maduros, en los que poder reintroducir incluso especies de antaño, tales como uros, bisontes, encebros y tarpanes, reminiscencias de aquella Europa salvaje de la que dejaron testimonio sobre la piedra nuestros antepasados, en cuevas y abrigos como Altamira, El Pindal o Tito Bustillo. Como me decía Benigno, especies como el uro o los caballos salvajes podrían ayudar a la recuperación del paisaje en mosaico – el más rico en biodiversidad – al clarear el monte cerrado, no necesitando del pastoreo, y sirviendo a su vez como fuente potencial de carne de caza. Se calcula que para 2030 se abandorán en toda Europa un total de 30 millones de hectáreas, debido al despoblamiento rural, el cambio climático y el hundimiento de la ganadería intensiva. “Rewilding Europa” ve en estos datos una oportunidad para recuperar algo de lo que fuimos, de ese viejo continente salvaje que, a través de corredores naturales, podrá enlazar zonas claves, como son los Apeninos centrales, Delta del Danubio, Cárpatos meridionales y orientales, Velebit o la Iberia occidental. Una Iberia occidental que abarca las regiones norteñas, así como las regiones ubicadas entre la frontera española – portuguesa, donde existen paisajes antiguos de dehesa, sierra y montano, con gran variedad de especies de flora y fauna. Un lugar perfecto donde el lobo y el uro podrían convivir y recrear lo que un día fue Europa, rellenando los escalones de una pirámide trófica domesticada por los hombres desde el Neolítico.

Para los que creemos – como decía Felix – que “El hombre es un poema tejido con la niebla del amanecer, con el color de las flores, con el canto de los pájaros, con el aullido del lobo o el rugido del león”, proyectos como “Rewilding Europa” nunca serán iniciativas descabelladas, sino un valiente y atávico intento de devolver lo arrebatado. El recuerdo pintado en la piedra frente a la desoladora y contaminate tecnología del “progreso”; aquellos lejanos escenarios en los que fuimos libres y conocimos el lenguaje de los animales, viviendo en una armonia con el entorno y el resto de criaturas, ni siquiera soñada hoy en día, son motivos suficientes de peso, para al menos intentarlo. Benigno sigue siendo uno de esos naturalistas que por vocación y convicción, sigue abanderando la maltrecha protección y conservación natural en este caótico siglo XXI de guerras, miserias y deseados cambios, respondiendo a esa llamada de la Naturaleza, tan profunda y antigua, tan cosida a nuestra piel y misteriosa, como el propio origen del hombre.

“Vivimos más años que nuestros antepasados primitivos, disfrutamos de más confort, estamos casi exentos del dolor, de muchas enfermedades, del hambre, de la sed y de la fatiga. Pero nos reímos mucho menos que los pueblos primitivos. Nos aburrimos infinitamente más y carecemos de la espontaneidad, del optimismo permanente y de la fe en sí mismo que tiene el hombre de la Naturaleza. La imprensión que han sacado todos los viajeros y etnólogos que entraron en contacto por primera vez con tribus de cultura antigua  es la de permanente felicidad, alterada únicamente por los imperativos del medio ambiente” – Félix Rodríguez de la Fuente.

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