Seca: La Agonía del Monte Mediterráneo

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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

Aquellos que nos movemos habitualmente por esos caminos de arcillas rojizas, flanqueados por raras orquídeas y zumbadoras cicindelas, somos testigos de la grandeza feraz y bella de nuestro bosque mediterráneo, pero también, a la vez, asistimos como moais a la callada y progresiva agonía que padecen nuestros árboles. La muerte no respeta edades ni especies, desde frutales hasta alcornoques, pasando por quejigos y encinas. La vorágine del destructivo hongo apodado “seca”, no tiene barreras que lo frenen, y su avance destructor e inexorable está acabando con la vida de los grandes titanes de nuestro bosque.

La llamada Seca se viene conociendo hace años, aunque su virulencia actualmente está generando una mortandad masiva de árboles que asusta. Cualquiera que se adentre por las veredas tapizadas de musgos y helechos, aquéllas que sólo pisa el corzo o el sigiloso tejón, comprenderá de un solo vistazo lo que está ocurriendo en el corazón de nuestros alcornocales. Incontables árboles yacen tumbados en el suelo, robles despeñados ladera abajo o pudriéndose en las riberas de los arroyos, tocones y marañas de raíces carcomidas, rastrojos de hojas secas y brozas muertas por doquier, grandes ramas desgajadas de árboles centenarios… . La muerte vegetal, con las lluvias del invierno, hacen que en el monte proliferen más que nunca los hongos, entre ellos el causante de toda esta barbarie, el hongo invasor fitóftora ( Phytophthora cinnamomi ), que es, sin lugar a dudas, uno de los patógenos más destructivos que existen en la naturaleza.

Calificada como auténtica “peste vegetal”, la fitóftora o “seca” es la causante de la muerte de miles de árboles cada año, especialmente Quercus como el alcornoque, la encina o el quejido. Se conoce como “Seca” por el aspecto lánguido y seco que muestran los árboles infectados. El hongo permanece en el suelo y se introduce por el sistema radicular del árbol, produciendo una necrosis paulatina de las raíces, lo que conlleva la incapacidad de absorber humedad y nutrientes. El árbol, al no nutrirse, comienza entonces a marchitarse, secándose sus ramas y hojas, que entran en una defoliación o caída progresiva. El resultado final es la muerte del árbol, que a veces es lenta, y en otros casos súbita ( a penas unos meses ). El mayor problema del hongo fitóftora es su poder de expansión e infección. En poco tiempo se pueden llevar por delante cientos de árboles, destruyendo con ello una forma de vida, es decir, todos aquellos trabajos asociados al descorche y las labores silvícolas. Además al no existir arbolado se favorece también la pérdida de suelo y la deforestación abre la puerta a la desertificación y desertización. Existe una preocupación e impotencia generalizada por esta enfermedad que lejos de remitir tiene hoy tintes de plaga. Una forma de prevenir y controlar este peligroso hongo sería la limpieza y clareo del monte, despejándolo de matorrales, ya que en muchas zonas se encuentra intransitable. También la retirada de toda la madera muerta que se está pudriendo, se antoja como crucial, ya que es un foco activo de contagio. El monte está muy descuidado, y si no nos ponemos manos a la obra, en unos cuantos años no va a quedar un árbol en pie.

El problema es complejo y digno de investigación, ya que tiene una serie de causas y condicionantes que ayudan a la propagación descontrolada y nociva de la fitóftora y su virulencia. Un principal vector de propagación, y a la vez agente nocivo, viene de la mano de los llamados escarabajos “taladro” o comedores de madera ( xilófagos ), como Cerambyx welensii o Prinobius germari, cuyas larvas permanecen entre dos y cuatro años – antes de convertirse en adultos – en el interior de los troncos, excavando galerías y devorando la madera, lo que debilita al árbol atacado y favorece las infecciones por hongos – entre éstos el hongo parásito fitóftora. Ni que decir tiene que los restos de árboles caídos pudriéndose entre árboles sanos, los malos usos fitosanitarios en el descorche o desbroce, así como los períodos prolongados de sequía y la acumulación de arbolado, favorecen la expansión de la infección. A ello habría que añadir también la composición del terreno y la presencia o no de aves e insectos predadores de los insectos nocivos. También la calidad del aire es un dato a tener en cuenta. Es obvio que en lugares donde existe una importante contaminación atmosférica, la debilidad vegetal será mayor, y por tanto ello favorecerá la presencia de la seca y su rápida expansión.

Foto: macro de hifas y esporangios de Fitóftora (Phytophthora cinnamomi), conocida por ser la causante de la enfermedad denominada “ Seca ”.

Se viene demostrando que los lugares donde la virulencia de la seca es menor, suelen ser bosques maduros con gran biodiversidad, y en los que la incidencia humana, directa o indirecta, es menor o inexistente. La presencia de una pirámide trófica de la vida inalterada, desde los invertebrados (especialmente insectos) hasta los vertebrados superiores, puede ser la vía más eficaz de prevención y erradicación del hongo mortal. Las actividades antrópicas, tales como la agricultura intensiva, ganadería e industria, unidos a una mala o inadecuada gestión, suelen estar detrás de los grandes desastres ambientales, y el problema de la seca es un gravísimo problema, de complicada solución y múltiples causas. Cuando andamos por el bosque, en muchas ocasiones nos topamos con el silencio; dónde están esos insectos y aves que podrían ayudar. Los pesticidas y demás actividades están acabando con todos estos seres del bosque, que componen esa compleja y diversa pirámide trófica. Nuestras actividades y actitud ayudan de forma directa o indirecta a la propagación del hongo. No hacemos lo suficiente por eliminar la madera muerta o los ejemplares enfermos, lo que hace que el hongo persista durante mucho tiempo, esperando las condiciones de temperatura y humedad idóneas para expandirse. De hecho la humedad del suelo y las escorrentías que se forman con la lluvia, favorecen que las “semillas del hongo” o zoosporas ataquen a los árboles circundantes ( estas zoosporas se desplazan por el medio acuático gracias a dos flagelos que tienen, cual espermatozoide, hasta dar con las raicillas de los árboles ).

La UICN ha calificado a la fitóftora ( literalmente “destructor de plantas” ) como una de las cien especies exóticas invasoras más dañinas del mundo. La agonía que padece nuestra selva mediterránea es complicada de atajar, y más teniendo en cuenta que la seca es un hongo instalado en el terreno, lo que complica su eliminación. Si a ello añadimos otros efectos negativos, como por ejemplo que la tasa de reposición de nuevos árboles es complicada, ya que los efectos de la sequía y la presencia de demasiados herbívoros en el monte, impide el crecimiento de los árboles jóvenes, el problema adquiere dimensiones apocalípticas. La economía actual de recortes ha esfumado de un plumazo las posibles inversiones e investigación para atajar esta lacra, y si a esto le añadimos la inadecuada gestión, el abandono, la desidia administrativa, los efectos nocivos de sustancias químicas o contaminantes y el desconocimiento profundo del problema, comprenderán ustedes el panorama tan aciago que se le presenta a nuestros chaparros, encinas y quejigos. Es más, estudios recientes han determinado que existen diversas cepas del hongo, y que la variedad de fitóftora del sector onubense – extremeño – lusitano es mucho más agresiva que la que apareció en el sector de Cádiz – Sevilla – Córdoba. Posteriormente se llegó a determinar que el brote más virulento, el que avanza desde Extremadura a Huelva y sur de Portugal, provenía de una variedad de fitóftora existente en Angola. Como ha llegado aquí… se lo dejo a su imaginación.

El Tercer Reino, el de los hongos, es todo un mundo por explorar. La seca, ese hongo de impronunciable nombre, de múltiples caras y estragos evidentes, está poniendo en serio jaque nuestro hermoso bosque. Aquella ardilla que podía cruzar nuestro país de norte a sur, de árbol en árbol, sin pisar el suelo, lo tiene hoy francamente difícil. Si el geógrafo romano Estrabón se internase ahora por esas veredas y caminos que serpentean entre la arboleda, ciertamente se sorprendería al ver su seco y mortecino aspecto. Nada que ver con aquel lejano eco de majestuosa frondosidad y mares de bosques que otrora cubrían Hispania, y fueron la envidia de las provincias del Imperio.

” Los árboles son poemas que la Tierra escribe en el cielo. Los cortamos y los convertimos en papel, para poder dejar constancia de nuestro vacío. ” – Kahlil Gibran.

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