José Antonio Ortega | Periodista y Escritor
Esta semana he dado por concluido –eso creo– el nuevo libro que a lo largo de este 2015 –si la cosa no se tuerce– verá la luz. Hablo de “El secreto de los Balbo (Testimonio de un gaditano en la Roma de César)”. Un proyecto en el que he estado trabajando durante los últimos tres años y medio, prácticamente desde finales de 2011 hasta el día de hoy, y que tenía en mente desde hace una eternidad, casi desde que empecé a dedicarme a esto de escribir cuando apenas era poco más que un crío. El texto saldrá publicado y estará en las librerías –espero– a lo largo del presente año.
El relato –pues de eso se trata– es una crónica sobre uno de los períodos más apasionantes de la historia romana contada por uno de sus protagonistas. Un personaje que, pese a no ser muy tenido en cuenta por el gran público, tuvo un protagonismo notable en muchos de los acontecimientos históricos que le tocaron vivir y cuya figura merece ser más conocida, al menos por los que somos descendientes de quienes hace dos milenios fueran sus paisanos.
Me estoy refiriendo a Lucio Cornelio Balbo El Menor, sobrino de Lucio Cornelio Balbo El Mayor, gran amigo y confidente del célebre general y estadista romano y primer ciudadano de Roma no oriundo de Italia en alcanzar la dignidad de cónsul –la más alta magistratura de la República– en el 40 a. C.
Lucio Cornelio Balbo El Menor, destacado político y militar nacido en Gades hacia el año 75 a. C., participó en la Conquista de las Galias y desempeñó un importante papel en la Guerra Civil que enfrentó a los partidarios de César con los de Gneo Pompeyo Magno, combatiendo en las campañas militares de Oriente, Egipto, África e Hispania. En su cursus honorum llegó a los cargos de cuestor, propretor y procónsul. Fue miembro del Senado, contó con la amistad y confianza de Augusto y celebró un triunfo el año 19 a. C. por sus victorias sobre los gétulos y los garamantes en tierras norteafricanas, convirtiéndose en el primer ciudadano no nacido en la Península Itálica en gozar de tal distinción.
También patrocinó, gracias a su fortuna, el engrandecimiento y embellecimiento de su ciudad natal, así como la construcción de varios edificios públicos en la capital del gran imperio (entre ellos un teatro consagrado el 13 a. C., que fue ya tenido como una joya de la arquitectura entre sus contemporáneos), e incluso se ejercitó en el oficio de las letras, al igual que otros muchos representantes de la nobleza y la clase ecuestre de su tiempo.
El argumento de “El Secreto de los Balbo (Testimonio de un gaditano en la Roma de César)” gira en torno a un supuesto crimen nunca resuelto, ocurrido quince años antes de la muerte de Gayo Julio César, y los enredos políticos que se suceden desde que este ínclito quirite accede a su primer consulado (59 a. C.) hasta que alcanza el poder absoluto. Pero ofrece, además, a través de todas sus páginas –o lo intenta al menos– una versión novedosa respecto al desarrollo de muchos de los hechos de la época sobre los que tenemos noticias e incluso plantea alguna que otra hipótesis que puede sorprender. En particular, sobre la conspiración y el magnicidio de los idus de marzo del 44 a. C., sobre el idilio amoroso entre Cleopatra, reina de Egipto y Marco Antonio, y sobre la relación de este último con el joven Gayo Octavio Turino, heredero del dictador.
Una obra, en definitiva, que, por su contenido de carácter divulgativo y didáctico, puede considerarse más que una novela, aunque no esté bien que yo lo diga, y que espero sea de provecho y de utilidad para quienes se interesan por la historiografía de la Antigüedad, en general, y por la de Cádiz, en particular.
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