Contra la violencia de género

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J. A. Ortega | Periodista y Escritor

Por primera vez en cuatro años el presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, se ha dignado a asistir al acto oficial de conmemoración del Día Internacional contra la Violencia de Género celebrado el pasado miércoles. Todo un gesto de buena voluntad por su parte, aunque se sepa que es debido a que nos hayamos en plena precampaña electoral más que al hecho de que este problema tenga prioridad en su agenda.

Es bueno eso de que el presidente del gobierno de España se involucre con su presencia en esa tarea de toda esta sociedad en la que vivimos por erradicar tan execrable lacra social. Y más aún cuando hablamos de un presidente de gobierno que, además, es máximo mandatario de un partido político con dirigentes que no ha mucho no solo casi frivolizaban con el tema y hasta ridiculizaban la actitud y las medidas que el ejecutivo de José Luis rodríguez Zapatero adoptaba con relación a esta materia, sino que, además, se burlaban de la sensibilidad que el entonces presidente socialista mostraba hacia el feminismo, mientras le reían las gracias a algún que otro prelado español de nuestra Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

No estoy diciendo con esto que exista ni haya existido nunca interés y preocupación por este asunto en el Partido Popular, porque sería injusto. Sino, simplemente, que hace tan solo unos pocos años a algunas de sus voces más autorizadas todo lo relacionado con la equiparación legal de sexos y la extensión de derechos a los ciudadanos como que les resbalaban. Les parecían ocurrencias, cuando no mariconadas, de la izquierda y de ZP. Que se lo pregunten, si no, a su hoy vicesecretario sectorial, y exalcalde de Vitoria, don Javier Maroto, que, por entonces, el hombre no debió pasárselo demasiado bien.

En este día en el que quiero rendir mi particular homenaje a quienes luchan para combatir la violencia que se ejerce contra las mujeres, me vienen a la memoria las críticas que desde el PP de don Mariano Rajoy se hacía contra aquella Ley de Igualdad que se aprobó en 2007 y contra la discriminación positiva que esta norma institucionalizaba. Y me vienen a la memoria porque resulta que ocho años después de toda aquella controversia que se generó en torno a dicha ley seguimos estando más necesitados que nunca de que desde los poderes públicos se legisle en favor de un sexo, el femenino, que ha sido y continúa siendo víctima de la marginación y de la opresión en un mundo hecho a la medida de los hombres.

Está demostrado que el mero reconocimiento de los derechos de la mujer durante el pasado siglo no ha bastado –a las pruebas podemos remitirnos– para que se haga justicia con la celeridad requerida, ni siquiera en las sociedades avanzadas de Occidente, en las que tanto alardeamos de democracia y bienestar. Y está demostrado también que legislar no ha sido ni es suficiente, pero, desde luego, ha de hacerse.

Sí, en efecto, se han de tomar todas las medidas legales habidas y por haber que se estimen necesarias, pero se han de tomar no solo con convicción, sino también, y sobre todo, con recursos, a la par que se actúa en otros ámbitos, especialmente el de la educación, donde, por cierto, los posicionamientos de las ideologías de corte conservador han ayudado y continúan ayudando más bien poco.

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