Ni “susanista”, ni “sanchista”, ni nada acabado en “ista”

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José Antonio Ortega | Periodista y Escritor

Es sabida cuál es mi opinión sobre la situación en la que se encuentra actualmente el PSOE y sobre los lamentables acontecimientos que condujeron al comité federal, de infausto recuerdo, celebrado el 1 de octubre del pasado año, que terminó con la dimisión de Pedro Sánchez. Y es sabida también mi opinión respecto a la figura del propio Sánchez, al que apoyé con mi voto en las primarias y al que tengo por un tipo cabal y decente. Cosa que dice mucho en su favor, sobre todo si se considera lo podrida que anda la política y una parte de los elementos que la vienen protagonizando, para desgracia de España y de los españoles.

No obstante, he de reconocer que no me gusta en absoluto la deriva que el movimiento “pro Pedro Sánchez” está tomando en la pugna abierta por la dirección del partido, y de la que no responsabilizo a este, sino al extenso número de aventureros, oportunistas, demagogos, exdefenestrados que se están subiendo al carro, aprovechando que la causa que les sirve de bandera está cargada de razones. No me gusta porque empieza a rodearse de un aire de revanchismo que puede infligir mucho más daño al PSOE del que ya se le ha infligido. Los ajustes de cuentas entre algunas de las diferentes familias locales, provinciales y regionales que se vislumbran en el horizonte no anuncian nada positivo, sino todo lo contrario, y esto puede acabar como el rosario de la aurora.

Tampoco me agrada el mesianismo falso o ingenuo que se arroga, como si con la reelección del dimisionario al frente de la secretaría general se fueran a solucionar no solo los problemas de la organización, sino todos los problemas del mundo mundial, después de arrasar en unos hipotéticos nuevos comicios. Y, desde luego, no me resulta nada alentador el hecho de que al movimiento se estén sumado personajes que llevan décadas militando en la formación y que han sido partícipes en su funcionamiento de muchas de las prácticas que ahora denuncian.

La gestora, es cierto, tiene prácticamente secuestrado al partido, está ejerciendo funciones que no le corresponden y, pasándose por el forro los estatutos, ha convocado un congreso que, si hubiera podido, habría aplazado sine die. Nada más que por esto un servidor contaría con motivos sobrados para abrazar el discurso supuestamente renovador de los “pedristas” y compañía, pero, he de admitirlo, no es así.

A día de hoy no estoy muy convencido de que la opción Sánchez sea la mejor para el PSOE y para España. No lo estoy, del mismo modo que no lo están algunos preclaros “barones” socialistas que han desempeñado un importante papel en la historia reciente de este país y cuyas opiniones tengo en alta estima. Y les puedo asegurar que yo no soy rehén del Ibex 35 ni nada que se le asemeje. ¡Qué más quisiera!

Es verdad que el PSOE debe mirar a la izquierda, si quiere recuperar parte del respaldo social perdido. Pero no es menos verdad que, si aspira a volver a gobernar, ha de continuar siendo un partido de masas y para ello no puede permitirse el lujo de alejarse demasiado del centro ideológico. En cualquier caso, lo que creo que no tiene que hacer es reinventarse para convertirse en más populista que aquellos a los que se tildan de populistas.

Hay quien en más de una ocasión me ha preguntado si soy “susanista” o “sanchista”. Yo siempre respondo que soy socialista. Bueno, socialdemócrata, para ser más exactos. Y pretendo seguir siéndolo.

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