Sobre las cuentas del estado para 2019

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J. A. Ortega | Periodista y Escritor

El proyecto de presupuestos generales planteado por el Gobierno de Sánchez, y basado en el acuerdo político suscrito entre PSOE y Podemos, me parece bueno e ilusionante. Pero, además de bueno e ilusionante, me parece también comedido, riguroso, pragmático, realista y, por consiguiente, creíble. Independientemente de que termine o no aprobándose.

En contra de lo que se airea interesadamente desde la oposición, las medidas económicas que pretende implementar el Ejecutivo socialista para el próximo año, si obtiene el respaldo mayoritario del Congreso, no incluyen desmesuras ni despropósitos. Todo lo contrario, se ajustan a los límites sobre consolidación fiscal establecidos desde Bruselas en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, no habiendo motivo alguno para que desde la derecha se vaya más allá de la crítica legítima y se ponga el grito en el cielo, generando alarmas infundadas e innecesarias.

Creo que, después de casi diez años de recortes –que no austeridad, porque dinero ha habido, aunque solo para unos pocos y no para la mayoría social de este país–, ya era urgente dar un giro en las cuentas públicas del Reino y poner en marcha políticas públicas pensando en paliar el daño causado por la crisis y, lo que es más importante, en el bienestar de la ciudadanía.

No hay que olvidar que este proyecto, sometido ahora al examen de las autoridades europeas, viene avalado por una ministra de Economía, María Jesús Montero, que como consejera del ramo en el Gobierno de la Junta de Andalucía ya hizo méritos para el puesto y con excelente nota. Como responsable de las cuentas en el equipo de Susana Díaz consiguió durante los últimos ejercicios que la comunidad andaluza fuera de las pocas comunidades de España en cumplir a rajatabla con las exigencias económicas del Gobierno de Rajoy, a instancias de la Comisión Europea, a pesar de los obstáculos y los agravios sufridos en materia de financiación autonómica.

De todas maneras, unos presupuestos no constituyen más que una declaración de intenciones sobre lo que una administración, en este caso la estatal, se propone llevar a cabo durante una anualidad, la próxima, si las circunstancias, la coyuntura y los imprevistos lo permiten. Porque, como ya se sabe, entre el dicho y el hecho siempre hay un buen trecho.

Así, por ejemplo, más de la mitad de los presupuestos elaborados por el Gobierno del PP desde 2012 hasta 2017 acabaron en incumplimientos de los compromisos contraídos con Europa, y cuando dichos compromisos sí se cumplieron no fue precisamente debido a la brillante y eficaz gestión de los populares, sino a la inejecución de partidas de gastos incluidas, que resultaron ser brindis al sol, entre otras triquiñuelas.

Por tanto, no hay razón para afirmar por anticipado que la previsión de ingresos y gastos diseñada por el Gobierno socialista para 2019 vaya a suponer un desastre para los españoles como vaticinan algunos malos agoreros. Sobre todo, digo yo, si dicha previsión recibe, además, el beneplácito de Juncker, Merkel y compañía.

Y, si al final, por hache o por be, nos desviamos unas décimas en cuanto a la reducción del déficit, tampoco será como para hacer de ello una gran tragedia.

 

 

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