Pisa que te pisa

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Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)

¿Quién no se acuerda del hit de nuestra infancia “El patio de mi casa”?. Si pidiera a los niños finlandeses, hondureños, japoneses…, dentro de las  famosas pruebas PISA, que cantaran parte de esa canción, pocos de ellos, por no decir ninguno, podrían hacerlo. Conclusión: ¿los niños finlandeses, hondureños, japoneses… no saben cantar? Evidentemente se advierte la disparatada conclusión al momento. Guardando las distancias algo similar ocurre con las conclusiones sobre los resultados que los escolares españoles y andaluces han alcanzado en las pruebas PISA (Programme for International Student Assessment), en castellano “Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes”. Desde 2006, hace diez años, compartimos reflexiones y análisis sobre las pruebas PISA y similares. Las conclusiones que se airean es preciso calificarlas de fraude, porque su objetivo nada tiene que ver con predicar sobre la “salud” de los sistemas educativos de turno o  menos aún, con el mal uso que se hace de los datos, extraídos de forma intencionadamente sesgada, para atacar al oponente, político o social.

Estas pruebas están patrocinadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, en inglés OECD), contando con un ejército de matemáticos estadísticos, que en modo alguno tienen experiencia directa en la docencia. Y cualquier pretensión de conocimiento que aporte la estadística parte necesariamente de una construcción previa que  por sí contamina toda la investigación. La prudencia es pues más que aconsejable cuando lo que llega a la ciudadanía son meras, aunque nada inocentes, conjeturas, que además son tremendamente contradictorias con otras del mismo tenor. Por ejemplo: En otro reciente informe titulado: Panorama de la Educación. Indicadores de la OCDE 2016 se analiza el contraste entre los resultados en la formación por edades, concluyendo que “los jóvenes de entre 25-34 años por lo general tienen un nivel educativo más alto que las personas adultas de entre 55-64 años y, de forma asociada, se comprueba que la movilidad social intergeneracional es, por lo general, ascendente.” Aunque estemos asistiendo a lo contrario. Y sigue la OCDE diciendo que: “ Esto supone que, gracias a la expansión de los sistemas educativos en muchos países de la OCDE, y concretamente en España, se ha dado la oportunidad a los jóvenes de alcanzar un nivel de formación superior al de sus padres”.  Y si -como dicen-  las pruebas PISA dan un “varapalo” al nivel de formación del alumnado de secundaria, ¿qué tendríamos que concluir sobre el nivel de la población adulta? Los políticos al final monopolizan de manera torticera el discurso mediático, que sólo aporta opiniones y nunca datos contrastados, cuando deben  “menos predicar y dar más trigo”, aportando más y mejores recursos a la educación pública que es en definitiva un eje esencial para sostener la cohesión social imprescindible para afrontar el panorama incierto que se cierne sobre la juventud y niñez en este país.

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