Mejor Ateo que católico hipócrita

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Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)

En febrero de este año Francisco, el Papa, sugería que era mejor ser ateo que católico hipócrita. La controversia histórica sobre la posibilidad de ser ATEO se antoja añeja, por infecunda. Porque quien debe asumir la carga de la prueba es quien dice creer en Dios y no al contrario. La dificultad para negar la existencia de algo que no existe es inmensa. Negar que uno no sea, quien no es, se convierte en un artilugio ilógico que la mente humana le cuesta asimilar. Imaginemos que nuestra mente crea una “inexistencia”, por ejemplo el planeta “XX4&T”, si afirmamos su inexistencia y pretendemos que otras personas lo asuman, deberemos aportar pruebas. Pero estas pruebas necesariamente son inexistentes…Un “carajal” de mucho cuidado. Porque ¿Qué supone afirmar la existencia de Dios? Si aquello que la idea de Dios representa, para quienes creen, es fundamentalmente el amor al prójimo, actuar con bondad y justicia, esto no se hace acto. Es entonces cuando se produce el “escándalo”. Y traemos a este texto las palabras del Papa Francisco, según Radio Vaticana: “¿Qué es el escándalo? Es decir una cosa y hacer otra, es la doble vida. 'Yo soy muy católico, voy siempre a misa, pertenezco a esta u otra asociación, pero mi vida no es cristiana, no pago justamente a mis empleados, me aprovecho de la gente, hago negocios sucios”.

Porque este es el debate real entre creer, o no, en Dios que se sitúa en el terreno de la coherencia entre lo que se dice creer y la vida que se lleva. Porque actuar de manera incoherente, sobre todo en personas públicas que anuncian su “fe” a bombo y platillo y luego se comportan como si Dios no existiera, es un “Escándalo”. De hecho muchos notables acuden a solemnidades multitudinarias, siguen los ritos religiosos en primera fila, se santiguan, cuando caminan delante de la iglesia…, pero su vida no es cristiana, ya que se participa de turbios asuntos, se utiliza a las gentes para desarrollar sus carreras personales e incluso se llega a cumplir con la legalidad injusta. Si las personas que acuden multitudinariamente a celebraciones religiosas, fuesen conscientes del inmenso compromiso social que contraen al expresar públicamente su fe, esta sociedad no podría producir tanta maldad. Las grandes empresas no contaminarían, ni sobreexplotarían el medio ambiente, no existiría la lacra del desempleo, no malvivirían miles de familias en la pobreza, quienes legislan pondrían el bien común por encima de cualquier otra consideración… En definitiva ese otro mundo posible sería una realidad. La verdadera prueba de que Dios existe se sitúa en la realidad de los actos.

 

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