De Colón a Sintagma

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Juan Luis Gonzalez Pérez | Escritor y Analista

A principios de 1986 un puñado de jóvenes —y no tan jóvenes— tomamos calles, plazas y muros convencidos de que íbamos a cambiar el mundo. El PSOE acababa de consumar una traición más al pueblo español y a su ideario, asumiendo las posturas belicistas de la OTAN para convertir así al país en un vasallo más de los peores Estados Unidos, en plena era Reagan. Sin embargo, tamaño bandazo ideológico, tuvo que pagar un precio muy alto para el establishment: la convocatoria de un referéndum que partiría en dos al país en un intento de legitimar en las urnas el abandono de una promesa electoral, contra un pacifismo secular de la población y contra un sentimiento antinorteamericano bastante arraigado.

Como no podían perder el referéndum bajo ningún concepto, toda la maquinaria del estado se puso al servicio del sí a la OTAN. Desde ese momento, los medios de comunicación, los partidos con representación parlamentaria —a excepción del PCE—, toda Europa… se alió contra las esperanzas de paz de millones de ciudadanos y ciudadanas de nuestro país… y de todo el mundo.

Organizaron una campaña electoral basada principalmente en el miedo, vinculando la permanencia en la organización militar con la futura pertenencia a la Comunidad Económica Europea. Así, finalmente, lograron torcer la naturaleza pacifista de la ciudadanía española y lograron que abrazara participar de un belicoso bloque militar, aunque con una serie de salvedades que nunca llegaron a cumplirse, un pucherazo en toda regla.

Uno de los mayores actos de la autogestionada campaña pacifista fue la gran manifestación de Madrid del 23 de febrero de 1986, probablemente la mayor de cuantas se convocaron en democracia hasta la fecha. Centenares de autobuses y varios trenes especiales de activistas por la paz y antiimperialistas llegaron a la capital desde todos los puntos de la península. Antes de finalizar definitivamente el acto, el gran Labordeta entonó el himno a la libertad que todos cantamos brazos en alto, cogidos de la mano. A mi diestra a una pacifista italiana y a mi izquierda a un miembro del Partido Verde alemán (cuando aún era digno de ostentar ese nombre). Fue un momento mágico, por unas horas nos sentimos invencibles, nos sentimos planeta, Humanidad, teníamos la fuerza de la razón, las esperanzas de paz en el mundo estaban depositadas en lo que sucediera en nuestro país.

No obstante, la apisonadora del poder logró su cometido, nos quedamos en la OTAN, perdimos el referéndum. El varapalo fue brutal, sobre todo para algunos que participábamos en nuestra primera lucha política. No obstante, 7 millones de personas se dieron cuenta de que nadie les representaba en el Parlamento, el hoy famoso no nos representan se estrenó justo en ese momento. A pesar de todo, el régimen salido del postfranquismo sufrió una derrota sin precedentes y el PSOE perdió más y más jirones de su antigua esencia sin que, a día de hoy, haya logrado recuperarla ni vayan a recuperarla jamás.

Con permiso del 15M, casi 30 años después, las esperanzas de un cambio real global no están en la Plaza de Colón, pero están en Sintagma. El pueblo griego tiene la posibilidad de trocar el modelo de Europa diseñado por el poder financiero y, para eso, el siguiente paso es que gane el no el próximo domingo. Pero como antaño, tampoco lo tendrá fácil. Esta Europa está lejos de servir a los intereses de la mayoría de la población del continente y escapa a cualquier intento de control democrático

Hoy, como ayer, el consenso mediático de los gobiernos de la Unión y el de los bloques más fuertes del Parlamento de Bruselas realmente asusta. No hay ni un resquicio por donde colarse. Socialistas y conservadores, con muy poco matices de diferencia, son partícipes de una campaña de miedo, de chantaje, de intimidación para doblegar la determinación helena de recuperar su soberanía y poder decidir al menos dónde poner el énfasis en la políticas de salida de la crisis. Está demostrado que el austericidio aplicado durante los últimos años, no sólo no ha funcionado, sino que ha agravado la mayoría de los índices macroeconómicos, ha incrementado sobremanera el sufrimiento de la población y la posibilidad de abandonar el colapso económico. Es hora de aplicar nuevas recetas y algunas dosis de sentido común: renegociación de los plazos de pago, quitas sustanciales y medidas financieras expansivas que fomenten el crecimiento con el que pagar la deuda legítima y asumible.

Lo que se llamó Europa de los Mercaderes debería comenzar a morir en Grecia el domingo que viene. No se trata de un problema económico, se trata sólo de política y de la mala. La derecha europea no quiere que nadie explore una forma diferente de enfrentar la crisis que deshaga lo que con tanta dedicación llevan destruyendo sistemáticamente durante los últimos años. También pretenden dar un escarmiento al resto de países del sur, que pueden estar tentados de contradecir a la troika, o en los que partidos alternativos estén en condiciones de llegar pronto al poder.

Resulta paradójico que sea Estados Unidos quien esté dando muestras —dentro de la ortodoxia capitalista, claro está— de cierta coherencia en el uso de las políticas monetarias para propiciar un cambio de ciclo y la creación de empleo. Es Alemania y su BCE quienes están abanderando las políticas neoconservadoras, son ellos quienes están torpedeando el proyecto de la UE, pisoteando la voluntad democrática de muchos países. Quizá sea hora de plantearse quién sobra de verdad en Europa. Desde luego no es Grecia, la inventora de la democracia y del mismo concepto de Europa. Alemania es el gran problema, ellos deberían irse o ser expulsados de la Unión, aunque por ahora no se vislumbre quién le pueda poner el cascabel al gato.

Hoy más que nunca, todos y todas somos Grecia, pase lo que pase el domingo, son un ejemplo de dignidad, fortaleza y resistencia. vota#OXI

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