El palmero

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Manuel Ramírez Tocón | Ecritor y Analista

Desde el oscuro rincón del escenario se oye su aportación al espectáculo.

No hay lugar para la improvisación. Cada uno tiene su lugar. La garganta rota lanza al aire el lamento de lo mas jondo de la miseria, el taconeo de la bailaora hace lo imposible por amenizar un ocaso por seguirillas y tu, con tus palmas, intentas cubrir las salidas de tono y los gallos de quien subió al escenario siendo niño.

Las palmas sordas al compás. se han convertido en repique anárquico por salvar el último montaje incapaz de llenar tugurios y tablados. Osada valentía de quien, entre bambalinas, saca pecho por un cantaor venido a menos que sobrevive bajo la sombra de un éxito traicionado por las candilejas de su propia farsa.

Allí, en tu esquina oscura, te has sentido secundario. La oscuridad te ha impregnado de rencor y rabia. Tus dedos sueñan con acariciar el bordón y las venas de tu cuello se tensan con un cantar sordo mientras luchas por salir del anonimato que te ahoga en una tramoya e hiere tus vísceras.

Palmero, continua con tus palmas al compás y no rompas la poesía, pues la rima no esconde perversidad alguna, mas bien engendra arte y da a luz la belleza por medio de la palabra.

Asomas a la luz, sin ataduras

rompes el pasado sumiso

A tan osado, paciente aviso

de no poseer cordura.

 

No hay lugar a distancias

pues que gobierne el respeto

aunque rime, soy paleto

al lado de tu elegancia.

 

Sigue tocando palmas

no mates la voz ajena

pues nunca vale la pena

vender por poco tu alma.

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