De títeres ni hablamos

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Julio C. Pacheco | Vecino de Los Barrios

Recién nacido otro sábado. Éste se promete nublado pero de momento tan sólo avisando: ¡Cuidadín, cuidadín, que te puedo llover! Tempranito, es justo el momento para quitarse las lagañas, el pijama e ir a por una ruedecilla de churros para sorprender gratamente a los que todavía duermen en casa.

Allí, haciendo cola, pienso que me encantaría tener la voz de Fernando Rey y poderles narrar -al modo del inicio de la película Bienvenido Mr. Marshall- lo que ha cambiado la vida en cualquier pueblo de España. Algunos desapareciendo por el abandono de su población más joven. Otros sucumbiendo al progreso más rapaz, con un crecimiento agigantado, travistiendo incluso sus propias raíces. Y otros como ha sucedido en Los Barrios, sabiendo conjugar -de momento- ambas cosas, sin perder su esencia rural. Con una gran industria muy cercana – necesaria- pero que no nos puede convertir en meros reos silentes y contemplativos en materia medioambiental por eso de que <>. Por supuesto que también han evolucionado en cada pueblo sus don Camilos y don Pepones -con sus filias y fobias- llenos de intereses gregarios. Agudizados éstos por una profunda crisis y el grave nivel de desempleo actual. Los despidos municipales y la práctica omnipresente en casi todos los tiempos -sean estos de derechas, de izquierdas o de lo que toque- de manejar el cortijo consistorial. Lo de la vara de mando a algunos les viene con un espíritu salomónico añadido: Yo doy y yo quito. Luego se vuelven a sus casas, son recordados por su dedicación, esfuerzo, nivel de gestión y contraprestaciones recibidas (las oficiales y las intuibles)… lo de las deudas generadas: ¡qué se las coma el siguiente!

Bueno pero eso no toca ahora. Hoy me toca darme una vuelta por el mercadillo. Parece que corta. Con las humedades creo que mi cadera ha decidido reivindicar su proceso de desconexión secesionistas y me está dando la lata. De todas formas eso no me impide darme un `voltacho´. Observar la ingrata labor de los que se dedican a esto de la venta ambulante. Cómo ahora con esto de los comercios chinos y las grandes cadenas que nos uniforman por lo barato, todavía pelean con esta competencia y la intemperie. A la mayoría, y más como vienen dadas, lo de Gucci, Chanel, Louis Vuitton… no es que les venga lejos, es que con llegar -con muchas fatiguitas- a mediados de mes se lo trae al pairo.

De repente me envía mi señora un whatsapp, con algún `mandao´ del Mercadona. Pues me pongo a ello. Lo patético llega al verme en la caja. Llego a ser tan torpe que para llenar un par de bolsas hasta se compadece de mí la cajera y me ayuda. Cosa que ya no se lleva en este establecimiento. Aunque siempre es un alivio pensar que la fortuna no me ha hecho trabajar ni de desactivador de explosivos o de neurocirujano. Meto la tarjeta de crédito en el cacharrito de pagar y la cajera me mira… les puedo asegurar que por haber visto ese par de ojos claros merecía hoy haber seguido respirando.

Ya por último me siento a echar una cerveza y leer la prensa. De la que huele a prensa y tinta. Algo sobre el bodrio político nacional. Les puedo asegurar que no merece la pena. La última sobre una señora que siempre se ha declarado `impúnica´. Nuestros mantenidos, que ya no son capaces de ponerse de acuerdo ni en cómo contarnos el cuento…

Así que termino este escrito con mi móvil que le voy a dar buena cuenta de una tapita de chicharrones que tiene una pinta muy suculenta.

 

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