Voz de los que no tienen voz

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Darío Iglesias Muñoz

Hemos celebrado hace poco el “Día internacional contra la violencia de género”. Me entristece profundamente que este día siga existiendo. Me entristece porque significa que todavía no lo hemos conseguido. Aún no hemos acabado con esta injusta y maldita, aberrante e inhumana lacra de un ser humano que no sabe amar de verdad, y que no respeta la libertad y la igualdad, dos valores connaturales en el ser humano.

Alguien me acusará de no hablar del maltrato masculino. Existe. Hay que evitarlo. Pero reconozcamos que, proporcionalmente hablando, la mujer, por circunstancias históricas, políticas, religiosas, sociales, es la víctima mayoritaria de esta masacre humana. A ella y a sus hijos e hijas, van dedicadas estas palabras.

Una aparente desigualdad, una inferioridad categórica del género femenino, junto a un “no saber amar”, “no saber respetar” y una idea posesiva de la relación sentimental, entre otros, son los motivos que provocan esta horrible situación. Aquellos tres principios de la Revolución francesa; “igualdad, libertad y fraternidad” parecen haberse diluido en esta atípica sociedad que nos ha tocado vivir. Cuando estos tres valores desaparecen de la convivencia social, especialmente, de la vida familiar o sentimental, el ser humano se deshumaniza y la sociedad se destruye.

Pienso que nos urge un sistema educativo donde se aprendan y se consoliden estos tres valores de los que hablaba anteriormente, y junto a esto, una buena educación afectivo-sexual que forme a hombres y mujeres capaces de amar de verdad. Este es el camino y el objetivo a conseguir. Creo que una educación personalizada y más humana, es necesaria en nuestra sociedad.

Hemos avanzado y luchado mucho, y lo seguimos haciendo. Si echamos la vista atrás es mucho lo que hemos logrado; en derechos, en recursos de apoyo a las víctimas, en concienciación, etc. pero aún no es suficiente. Mientras siga habiendo una sola persona que siga sufriendo este tipo de violencia, nuestras voces no han de callar. Tenemos que ser voz de aquellos que no la tienen.

Termino estas líneas haciendo memoria de todas y cada una de las mujeres que han perdido la vida, así como de sus hijos e hijas, familiares y amigos que también han sufrido esta injusticia. Comparto el dolor y la indignación ante esta pisada de los derechos humanos y manifiesto mi más firme rechazo a todo tipo de violencia.

Un abrazo. Ánimo y adelante.

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