Pepe Chamizo: “El trabajo de Defensor del Pueblo es duro, muy duro, aunque parezca lo contrario”

No hace falta que hable de la admiración que, como barreño y también como campogibraltareño, siento hacia la persona de don José Chamizo de la Rubia. Pero, aun así, me van a permitir que lo haga. El cura Pepe Chamizo, que es como se le sigue conociendo por estos lares, a pesar de la importancia del cargo que ostenta. Nada más y nada menos que el de Defensor del Pueblo Andaluz, al frente de una de las instituciones mejor valorada por los andaluces, desde que fuera elegido por primera vez en 1996.

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José Antonio Ortega Espinosa / Foto: Andrés Carrasco | Periodista y escritor

Un ilustre Hijo Predilecto de la Villa del que podemos sentirnos orgullosos y de cuya condición de paisano hasta podemos permitirnos el lujo de presumir.

Todavía recuerdo el acto de su ordenación sacerdotal, que se llevó a cabo en el mismo templo parroquial de San Isidro Labrador, y al que asistí cuando yo no era más que un crío, allá por el año 79 del pasado siglo, si no me equivoco. El único acto de ordenación sacerdotal en el que he estado en mi vida, por cierto. ¡Cómo pasa el tiempo!

Su trayectoria personal y vital y su compromiso social con aquellos que más lo necesitan son motivos más que sobrados para que se comprenda el respeto que Pepe inspira y que yo, como otros tantos vecinos de esta localidad, le profeso.

Pero también hay otra faceta suya, quizá ahora menos conocida, por la que Pepe ha sido y sigue siendo para mí un referente: su actividad literaria, en la que últimamente no se estaba prodigando y a la que, por suerte para todos, vuelve a dirigir sus miras.

De momento con la publicación de “¿Quién ha dicho que vivir sea fácil?”. Una obra editada recientemente por Espasa y puesta a la venta con fines benéficos, presentada el pasado 12 de abril en la Biblioteca Pública Municipal de Los Barrios.

He aquí el extracto de la charla que ese día mantuvimos con él.

¿Pepe, cómo surge la idea de este libro?

El libro no ha sido una decisión mía. Es resultado de una propuesta de la Editorial Espasa, interesada en que escribiera un texto sobre exclusión social.

¿Está basado quizá en tu experiencia como Defensor del Pueblo durante más de 15 años?

No exactamente, aunque sí incluye parte de ella. Por un lado, el libro es ensayo, porque ofrece un marco referencial sobre la situación de la exclusión social en nuestro país. Y, por otro, es también, en efecto, testimonio de mi experiencia personal, desde la labor al frente de la oficina del Defensor del Pueblo Andaluz, en la medida en que incluye casos reales de exclusión que he debido atender. Así, por ejemplo, cuando hablo de inmigración lo hago, por un lado, desde un punto de vista digamos que teórico y, por otro, desde el punto de vista de cómo yo he vivido o he tenido conocimiento del problema. No es, pues, un libro autobiográfico. Tiene mucha importancia lo conceptual, pues no se queda en la mera anécdota, sino que aporta numerosos datos de interés. Y es por esto que está teniendo una excelente acogida en el ámbito académico, especialmente el universitario, en las disciplinas que se ocupan de lo social.

Aprovechando la ocasión que se nos brinda, la pregunta sobre cómo va lo de tu posible renovación en el cargo de Defensor del Pueblo Andaluz resulta insoslayable…

Yo creo que renovación no va a haber. Lo que yo he pedido es una prórroga en tanto se supera la situación actual de crisis, dado que tenemos en la oficina muchos frentes abiertos. No es que yo quiera permanecer en el cargo eternamente, ni muchísimo menos. El trabajo de Defensor del Pueblo es duro, muy duro, aunque parezca lo contrario. Pero, bueno, ya se sabe que la elección depende del Parlamento…

¿Alguna vez te has sentido cansado de llevar el peso de esa responsabilidad?

Cansado no, agobiado sí, sobre todo actualmente. Por la situación que estamos viviendo y porque muchas veces uno no puede ofrecer solución a los problemas con la celeridad que quisiera, si es que la tienen. Hay muchas amenazas de suicidio, mucha desesperación. Damos respuestas a muchas demandas, pero son muchas más las que nos quedan pendientes. No obstante, se han conseguido cosas importantes. Hoy, por ejemplo, hemos logrado cerrar un acuerdo con La Caixa para el tema de las preferentes y el de los desahucios y hemos abierto un espacio en la web de la oficina en la que ofrecemos información sobre éste y sobre otros muchos asuntos que, afortunadamente, se han podido ir resolviendo satisfactoriamente, cosa que antes no hacíamos…

Es de suponer que con la crisis ha debido haber un cambio en el perfil medio de los ciudadanos que se dirigen a ti con sus demandas…

Las demandas de ahora se centran en los desahucios, en la falta de recursos para pagar el agua, la luz y servicios básicos o, lo que ya es más lamentable, para dar de comer a los hijos. Y gente de clase media, gente que en la vida se podía pensar que se iba a ver en la situación de precariedad en la que se está viendo. No gente excluida, sino gente que tenía trabajo y lo ha perdido, es decir, maltratada por la situación económica en la que estamos inmersos.

¿La cesión de una mayor y más efectiva capacidad de decisión a la figura del Defensor del Pueblo para cuándo, si es que se la espera?

La verdad es que no lo sé. Aunque estaría bien que al menos determinadas resoluciones fueran vinculantes. Pero no creo yo que los partidos políticos estén muy por la labor. Y, en realidad, creo que se equivocan, porque se podrían tomar como un favor el que se les descargue de ciertas responsabilidades más que como una pérdida de poder.

Tu opinión respecto al decreto sobre desahucios y viviendas deshabitadas aprobado por el gobierno andaluz…

El decreto está inspirado en una resolución de la oficina de junio de 2012. Creo que es un paso importante para afrontar este drama por el que están pasando muchas familias. Lamentablemente el debate se ha centrado sólo en un aspecto del mismo, el referido a la posibilidad de la expropiación temporal de la vivienda, pero incluye otros muchos aspectos novedosos entre ellos el de darle a la vivienda el carácter de bien social que debe tener y quitarle el de bien especulativo que todavía tiene. La cuestión es cómo articular de la mejor manera posible todas las medidas que contempla. Pero, independientemente de esto, cómo no, comparto su contenido y sus objetivos.

Si dejaras de ser Defensor del Pueblo, cuál sería tu proyecto. ¿A qué te dedicarías?

Aparte de escribir un par de libros que tengo comprometidos, trataría de poner en marcha una fundación de voluntarios puros, absolutamente independiente de la administración Uno de los males del movimiento asociativo en España, creo, es precisamente su alta dependencia de lo público. No ocurre como en otros países de nuestro entorno en el que las entidades privadas participan para colaborar y financiar proyectos. Aquí sólo se ha contado prácticamente con los fondos sociales de las cajas de ahorros y poco más. Sin embargo, en otros países de Europa, y también en Estados Unidos, es habitual que empresas y sociedades que no dependen del gobierno se impliquen de principio a fin en el desarrollo de iniciativas solidarias.

¿No te ha tentado entrar en algún partido político?

No, y ahora menos que nunca. Otra cosa es que me hayan llegado propuestas. Alguna ha habido. Incluso en plan antisistema. Aunque yo creo que si uno se declara antisistema no tiene mucho sentido participar en él. De momento, ninguna me interesa. Y menos aún con el actual modo de hacer política, que ya está caduco. La democracia no es votar cada cuatro años. No se puede gobernar dando la espalda a los ciudadanos y sin oírles. Por ejemplo, si ahora mismo se hiciera un referéndum, el 80 por ciento o más de los votantes, estaría de acuerdo con la dación en pago y, sin embargo, hemos visto lo que está ocurriendo con la iniciativa legislativa popular promovida por la plataforma de afectados por las hipotecas, cuyo contenido va a quedar prácticamente en papel mojado. Se le pide a la gente que participe y cuando participa no se le hace ni caso… Con la reforma de la ley de costas va a ocurrir otro tanto de lo mismo. Nos van a dejar sin las playas que aún nos quedan y sus ecosistemas. Vamos camino de otro futuro boom del ladrillo cuando todavía ni siquiera hemos empezado a recuperarnos del terrible daño que el último boom de este tipo nos ha causado.

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