Díaz ofreció con sentimiento el Pregón Oficial de la Semana Santa

Los Barrios pregonó su Semana Santa el pasado sábado, un pregón lleno de belleza y emoción. José Luis Díaz anunció la Semana de Pasión barreña en la parroquia San Isidro. El pregonero fue presentado por José Carlos Lozano Castellet, cofrade y miembro de la Banda de Música, que para la ocasión dirigió la agrupación musical durante el pregón.

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Redacción | Los Barrios

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El acto contó con la presencia del párroco, Yelman Bustamante, la presidenta del Consejo de Hermandades y Cofradías de la Villa, Santi Corrales, alcalde de Los Barrios, Josge Romero y hermanos mayores de las hermandades del municipio. Entre otras personalidades y vecinos.

Díaz pertenece a las hermandades de La Borriquita y La Estrella, Nazareno y Dolores de Los Barrios, y a la Hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de las Angustias de Tarifa, localidad en la que ha alternado su trayectoria cofrade. También pertenece a la Banda de Música de Los Barrios desde su fundación.

Texto integro del pregón:

Y vengo esta noche desde mi familiar casa de cervantes, a esta mi otra casa que es la parroquia de San Isidro, rogando la venia a mi pueblo de Los Barrios, obligado por las cosas del afecto. Y así, pidiendo la misma me muestro esta, que es mi noche, en los instantes previos de abordar mis quehaceres, junto a este atril y ante ustedes. Pues, vais a disculparme, pero no podría hablaros de Semana Santa, sin hacerlo antes de esa buena amiga, mi Carmen, que fue para mí y para muchas personas el fiel retrato de esta misma, por su dedicación y su intensa manera de vivirla.

En mi Carmen hermanadas todas las apariencias y esas huellas en el corazón que han consentido y dispuesto una semana. En ella, aquel viernes santo tarifeño, y su eterna sonrisa consuelo, de una virgen, la de las Angustias, que ha llorado y llora al Señor del Santo Entierro. Mi Carmen era Semana Santa, y en ella se refugiaba la primavera, durante esos meses grises de letargo y de largas esperas.

Vais a disculparme, pero obligado estoy a elevar la mirada por esa casa venerada, donde junto a él padre ella descansa. Y sabes amiga que esto último, te lo digo por cumplido, pues conociéndote como te conozco y llegada esta época, seguro que ya andas liando con tu encanto en las alturas, a ángeles para vestirlos de nazarenos, y alistando santos de costaleros, pues sabes de sobra que son buenos fiadores para soportar el peso.

Te fuiste aquella noche del Rosario, y abiertas a tu llegada tenía las puertas San Pedro, pues seguro estoy amiga mía, que contigo llevabas tu Semana Santa, de Tarifa al cielo.

Y ahora eres mi luz de guía. Eres luz en mi palabra y luz en esta difícil travesía. Que por aquí traigo amiga recuerdos que son sinceros, soñando siempre despierto, como tú me veías. Y vuelvo por aquella noche una vez más, y vuelvo a soñar tu sonrisa por momentos. Memorias de un mes de septiembre que ya no olvido, arrebato pleno de amor, amistad y respeto.

Y tuvo que ser amiga en la soledad de la estación en la que ocupo el tiempo. Entre la devoción y la obligación, entre el silencio y la música procesional, pues marchas nuevas había traído septiembre, acompañaban labores en la noche y componían chicotás. Madrugada de descanso para algunos, Los Barrios era testigo, ya afanaba el capataz.

Y es que habían pasado tan solo dos semanas, desde que hicimos juntos nuestro último camino a la Luz, y ya te anhelaba para disiparme en la siempre lógica de tu dicha y darte todo sin esperar a cambio tu verdad.

Pero aquella tarde tenía que ser la tierra que te vio crecer, el reino de tu Madre de la Luz amada y de toda esa gente que amor te profesaba, fruto de tu espontánea bondad. Los testigos en la tierra, de tu último caminar.

Dormía mi pueblo un largo día de Rosario, había procesionado Nuestra Madre, Patrona y Señora. Cuando en la soledad de la estación que ocupa mi tiempo, entre faena, tareas y la música procesional, volviendo por ese septiembre del recuerdo, un nuevo día comenzaba a abrazar. Y una llamada no deseada, me hizo entender, que tú, de caminito a la gloria y siempre a tu manera, esa con la que llamabas a los corazones, y cumpliendo con tu palabra, habías pasado para despedirte por este lugar. Solos en la madruga, tú y yo, caprichoso el destino, nos volvíamos a encontrar.

Y esta noche vuelves por mi presencia

Lo vivido, no más que recuerdos,

Instantes suspendidos en lo eterno.

Haz tuyo, aliada, amiga y consejera

Este bienaventurado momento.

Y esta Noche, vuelves por San Isidro.

Hecho plegaria, eleva a tu gloria celestial

Amiga, maestra y ángel de la guarda

Esta proclamación mía de vida y hermandad.

Sea mi voz, prosa portadora de oración.

Este atril, un balcón que mira al cielo.

Que predica a un pueblo la voz del amor,

Tan verdadero y elocuente balcón.

En forma de poesía, aplauso y Jadeo.

Los Barrios espera en mí su Pregón.

Que sean los nervios meros y efímeros

Y que no aflore en mí la emoción.

Pues mi ruego, mando a la Gloria,

Abre una vez más tú corazón.

Y ponte vestido y mantilla,

Tú medalla de Hermana Mayor,

Que son las puertas del cielo lugar privilegiado,

Para asistir, a tal función.

Sonríe mi Carmen, y mantenme iluminado.

Que soy yo quién toma la Palabra.

Para devolverte reconciliada en Voz,

Esta rosa que vuelve a ser tuya,

Rosa perpetua, de duelo y de pasión.

Y brindarte quiero mi verbo.

Para que este Homenaje sea el clamor

De mi Pueblo que hago tuyo

El tuyo hicistes mío,

Gratitud a tal unión.

Tu Luz, Estrella en mi Domingo de Ramos.

Angustias, en mi Rosario de dolor.

Y esta noche pregón de Semana Santa.

En el templo del Corazón.

Tú y yo, los nuestros y San Isidro.

¡Por los siglos de los siglos, Y a la Voluntad de Dios!

Saluda y Agradecimientos

Reverendo Padre Don Yelman Francisco Bustamante Solórzano, vos que ostentáis la representación de la iglesia en este acto, y desarrolláis la difícil tarea de ejercer vuestro ministerio en los diferentes campos y parcelas de la vida espiritual de nuestras Hermandades, Cofradías y Grupos Parroquiales.

Ilmo. Sr. Alcalde, D. Jorge Romero Salazar, que tenéis confiada por vuestro pueblo de Los Barrios su gobernación, y que lucháis por defender los intereses de vuestros paisanos mediante el cumplimiento de las políticas locales.

Sra. Presidenta del Consejo local de HH y CC, Dª Fuensanta Corrales Pérez, y hermanos en Cristo de la Junta Permanente, que tenéis la complicada labor de velar por los fines e intereses de nuestra Semana Santa, sus Hermandades y Cofradías.

Dignísimos Señores Hermanos Mayores y miembros de Juntas de Gobiernos de las distintas Hermandades y cofradías, presentes en este acto de exaltación y Fe. Vosotros, que podéis presumir de dedicación, entusiasmo y fervor, en pro de vuestros Sagrados Titulares y hermanos de vuestras corporaciones.

Sr. Concejales, que ejercéis mandato en las distintas Áreas del Ayuntamiento de Los Barrios, siempre dispuestos a colaborar de forma desinteresada por la semana que me honra pregonar.

Cofrade y Hermano, que movido por el amor a tu Sagrado Titular formas parte de una Hermandad.

Pregoneros que me antecedéis en este difícil oficio de la expresión. Perdonad si riño con las cuerdas pautas de la métrica, o si mi prosa no os agrada. Pero es mi corazón quien cuenta y embarga, memorias de añoranza. Joven es el Pregonero, Joven es su palabra.

Miembros de los diferentes grupos de la comunidad parroquial, pilares que sostienen esta, la de San Isidro Labrador.

Señoras y Señores.

Amigos todos.

Antes de afrontar mí cometido, y como no tengo motivo alguno para escudar la necesidad de hacer pública mi palabra de agradecimiento, es más lo distingo como una obligación, puesto que escrito está: “De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud”.

Quisiera mostrar mi eterno reconocimiento a la Sra. Presidenta, y al Consejo Local de Hermandades y Cofradías, al que pertenezco como miembro de su Junta Permanente. Gracias amiga Santi, por haber confiado en mi persona, tal designación. Gracias porque puedo intuir que la propuesta era tan tuya, como que nada de esto hubiera sido así de especial para mí sin tu apoyo incondicional.

Agradecerte José Carlos, tan bellas y sinceras palabras de presentación. Sabía que no me equivocaba contigo, pues tú siempre has sido hermano, compañero y cómplice de tantas cosas vividas. En nuestra banda de música, a cargo de una hermandad, bajo una trabajadera, o frente a María Santísima de la Estrella, avanzando en una misma travesía, tu, yo y nuestra gente, amigos y familia de por vida.

Agradecer de todo corazón, a mi director espiritual, al mundo cofrade de Los Barrios y a la gente de la parroquia, por acoger tan bien a vuestro pregonero, y por esos ánimos sinceros. Y es que cuando las cosas se dicen con brillo en los ojos y media sonrisa en el rostro, difícilmente se está mintiendo.

Agradecer a la miembros de Junta de Gobierno de mi Hermandad, a mi gente de la Banda, y como no, a la Junta Permanente del Consejo, por tapar tanta ausencia en el desempeño de mis funciones durante estos dos últimos meses. Gracias por dispensarme este tiempo, sin el cual no hubiera podido afrontar mi cometido.

Gracias a Carlos y a los miembros de mí Cenáculo de los martes. Pues mucho estáis haciendo por este eterno aprendiz en la Fe. Disculparme por esos días de ausencia, pero os puedo asegurar que no podía ser de otra manera.

Agradecer quiero a mis compañeros de trabajo de “La Montera”, por sufrir junto a mí mis miedos, para poder encontrar en unas risas la confianza y el aliento. A la familia Salazar que ha sido todo ofrecimiento, y en especial a Don Jesús por sus sabios consejos.

Gracias a mi gente de Tarifa, a mi gente del levantichón, por ser guías consecuentes, de todo eso tan grande que encierra Septiembre. Ustedes, que fuisteis los primeros, y que me robasteis gratamente aquella mañana en la cual se hacía pública en prensa mi designación, entre tanta llamada, muestras de apoyo, y tanta felicitación.

Gracias de corazón al Barreño anónimo que me paró en la calle. Y a las palabras de apoyo que llegaron desde nuestro ilustrísimo ayuntamiento.

Gracias a mi familia, que me ha ayudado y soportado, durante los momentos de escasa inspiración. Y eternamente agradecido a esa que camina de mi mano, y tantas cosas buenas debo. Gracias María.

Y si este pregón comienza con mi día del Rosario más triste. No puedo pasar por alto, el agradecer a la hermandad de Nuestros Santos Patrones por ese otro que me devolvía la vida. Ese el que una plaza envuelta por la esencia de María, hacía realidad las promesas de tantas ilusiones perdidas. Un pueblo por fin entregado a Nuestra Madre y Señora, mi banda volvía a las calles, que fue mi compadre de Tarifa Antonio Sánchez, el que hiciera sonar con mi banda él solo de flautín de Rocío en la recogida. Mi estrella y sus costaleras, entre tanta bella dolorosa. Mis ahijado Antoñito corriendo por una plaza, junto a su hermana Elena. Ana, mi primo Antonio, Nacho, mis amigos sacerdotes Antonio Garrido y Juan Pedro Varo Salguero, mi familia de Los Barrios, y mi familia de Tarifa, porque así lo quisiste tú Rosario, virgen piadosa y Justa, que resguardas a tus hijos entre tus brazos. Porque así lo quiso ella, patrona bendita de Los Barrios, gracias por siempre, Rosario.

Introducción

Y tras tu llamada, respuesta. Y acudí a tu reclamo, en compañía de los míos, buscando tu calor aquella impasible noche del mes de la calma. Tenía que ser Noviembre, el mes que perfila en el horizonte del tiempo las intenciones y metas del cofrade, y en una de sus noches más frías, cuando vine a este mismo lugar para hablarte de mis cosas y tú de las tuyas.

Ya me lo decía, mi entrañable amigo y compañero de cruzada, D. Juanito Viera. El, conocedor de las debilidades de este frágil e inseguro portador de la voz, y de las dificultades que estaba padeciendo en el comienzo de crear y unir todo eso que uno puede imaginar y decir, me aconsejo que compareciera en busca de tu aliento, con lápiz y papel, para anotar todo eso que me pudieras sugerir, y así vencer y superar mi función. Razón tenía que ese era el lugar, bendito era el problema y ejemplares los modos apasionados para hacerle frente.

Pero aquella noche, haciendo gala de tu generosidad, tenías otros planes para mí. Me hablaste del amor verdadero, ese mismo que nace en el desinterés propio, en la disponibilidad en la entrega y en el compartir con los demás. Y hacia ti, empujado por la sed y la nostalgia, pude alcanzarte con mirada incierta, y en ese instante de segundos, me di cuenta de lo afortunado que era por acariciar mi voluntad con la tuya. Y es que solo tu señor entiendes de nuestras limitaciones y de nuestras vergüenzas, de nuestros miedos y fracasos, pero también inspiras Padre, todo eso que juntos podemos conseguir.

Era una inolvidable noche de Noviembre, aquella que cerraba un año contado desde el corazón, cuando contagiado y pleno por la Gracia del Espíritu Santo, y en compañía de mi comunidad parroquial, antes de abandonar tu casa, clave la mirada en este atril y por vez primera sonreí. Atrapado en la Esperanza, tomaría aquella noche la calle.

Pasarían los días y a mitad del camino, en ese lugar donde siempre se encuentran los amigos verdaderos, me tomaste de la mano y anduvimos por el tiempo. Volví por aquel patio de mi niñez, a la sombra del eterno limonero. A aquellas tardes que acunaban realidad con deseo, inocencia con travesura, arte y oficio, entusiasmo, amistad, nuestra infancia y mucha verdad.

Regrese buscando el comienzo, para volver a perderme en el hermoso brillo de la mirada de mi abuela María, que en la gloria la tengas, contemplando risueña el paso de una imaginaria cofradía. Tardes de ropa secándose al sol, enredado recorrido procesional, a tierra es la orden, terreno hay que ganar.

Tras una dificultosa maniobra, salvando cordeles y demás dificultades, al final de una inventada calle volví a recrearme con tu esbelta figura. En el mismo rincón del recuerdo, sentado en una silla, con sombrero de estreno y empeñado en atrapar los últimos rayos de sol de una tarde del recuerdo, mi abuelo Tomás. A tu encuentro, pedirte perdón por largos años de ausencia.

Me tomaste de la mano Señor, y hemos paseado por mi vida. He vuelto a verme de niño y he retornado a las semanas que me entregó mi padre. Por él, empecé a amar este mundo. Por él, desde muy temprana edad, domingos de parroquia, de preparativos y actividades, horas de hermandad, y en el salón de casa, llegada cada Cuaresma, una oficina improvisada con horario de madrugá.

Por el, conocí y aprendí a respetar a la mayoría de las personas que están sentadas hoy en los sitios más destacados de esta parroquia, estribos que sostienen una semana, y corazones que trabajan desinteresadamente por este bendito Pueblo y sus tradiciones. Muchos de los que fueron y son sus mejores amigos, ahora los míos. Algunos de los que trabajaron codo con codo a su lado, lo hacen ahora junto al mío. Aquellos recuerdos inolvidables, buenos y malos momentos, en los primeros, agradecimiento, en estos últimos, experiencia de vida.

Cuatros esquinitas tenía mi cama, me contaba mi madre para superar los temores en la oscuridad de la noche. Y ahora cuatros son los arcángeles, que glorificados en el tiempo custodian desde las altura este altar. La oscuridad ahora, mi aliada y Nuestra Señora del Rosario como siempre mi Patrona y compañera.

Recordé una noche de mis primeros viernes Santo, en la que al paso de la procesión por la puerta de mi casa, un nazareno de túnica y antifaz oscuro, amigo de la familia claro está, abrió la puerta de casa para saciar su sed. Yo, antes aquella situación comprometida me escondí tras el sofá mientras mi hermana Luz María con risas y ganas de montarme un lio intentaba descubrirme, señalando con el dedo el lugar en el que quería pasar desapercibido. De miedo lloré por un Nazareno aquella noche, y ahora paradójicamente, llorar es lo que hago, cada vez que escasean o es elevado su número durante el transcurrir de un desfile procesional.

Años más tarde, Iluminaría, con cirio en mano y túnica morada de estreno, las calles de aquel pueblo, que contemplaba dormido las memorias de mi primer caminar nazareno. Son ya más de veinte años fantaseando con algún lugar de aquella estación de penitencia, recordándote, volviéndome a entusiasmar, asomado a la azotea del tiempo, viendo crecer cada luna por primavera regalada.

Una tarde de Febrero, junto a mí querido amigo Antonio, nos permitimos la osadía de de ser ambiciosos. En una mano el corazón, la desvergüenza en la otra, y el arrebato de dos niños a punto de alcanzar la mayoría de edad, hicieron todo lo demás. Soleada era la tarde, cantos de golondrinas la melodía, jugaban los niños por aquella plazuela de Virgen de Fátima, cuando perfilábamos en un papel el Domingo de Ramos de nuestras vidas. Tras leer nuestro escrito, media sonrisa en el rostro del sacerdote que ejercía su vocación por aquel entonces en esta parroquia, y el tiempo, unido al trabajo incansable de los que presumo ahora de hermanos, me enseñaron que los sueños se pueden alcanzar.

Podría contaros desde este atril que me embarque de grumete, como joven tripulante y aprendiz, en aquel barquito de la oración. Marineros con costal, y a la voz del capitán, órdenes de trabajadera y capataz. Como vigía, un ángel confortador, en la popa bandera morada y blanca, nuestro pabellón Getsemaní y nuestro rumbo, la Semana Santa. Reviras para salir de puerto, sobre los pies y bien andao nos abrimos paso mar adentro, siempre de frente a la tempestad, paso firme nuestro navegar. Y surque los mares del lunes santo tarifeño, y tras anclar en noche abierta, en el relevo de mi faena, embelesado por un infinito cielo de estrellas y la luz de una luna difícil de olvidar, me sumergí en el brillo de los ojos del tripulante más honesto y amado, y le di gracias por todo aquello con lo que me había agasajado.

Así Señor, Padre de la bondad y el amor infinito, me pase los primeros días del mes de Diciembre del año de mi designio, paseando por el tiempo, entre idas y venidas. En busca de la confianza, esa que solo tú me podías conceder.

Y no se había encendido aquella vela verde, símbolo de vida y esperanza, de aquel segundo domingo de la espera, y te recibí rodeado de los más pequeños de nuestra parroquia. Y al igual que un niño, confía ciegamente en su padre y nunca duda de su palabra. Mi lectio divina me había llevado a mi Pregón soñado de Semana santa. Y era ese que ya estaba escrito, a puro fuego, en algún lugar de mi corazón. Todo aquello que andaba buscando se encontraba almacenado en los recuerdos de algún lugar del desván de la memoria, y había llegado el momento de dar testimonio. Que fue en Diciembre con las palabras “Y a tu llamada”, cuando empezó a escribirse este pregón de Semana Santa. A tu llamada Señor, como ha sido ahora y siempre, a tu llamada respuesta, que lo que hemos vivido tu y yo, para nosotros se queda.

Los Barrios escenario de la Pasión

La Semana Santa, sacude nuestros corazones. Y lo hace en forma de vida, amor y dulzura. Nuestro Pueblo, despierta del sueño de un largo invierno, y se aferra a una promesa cálida de ilusión eterna.

La estación más universal, trae consigo tonos de hermosura contrastada y contagia de un gozo desmedido las calles de esta villa amada. Savia renovada brota ya desde la casa a la calle y desde la plata a la plaza. Es bañada por tan intensa luz la vigorosa atalaya.

Anónimos forasteros, tras meses de ausencias toman de la iglesia el campanario, resuenan cantos y melodías persistentes en el pueblo de Los Barrios. Sus verdes y florecidos árboles vuelven a las andadas, pues verde es ya la yerba en sus jardines, verde del olivo la rama, viste ya de fiesta la palmera de la Sagrada Entrada.

Azul Cristalino y claro el cielo, que coronan las mañanas de mercado y algazara. Bullicio en tus calles, armonía florecida en tus patios, perfume de pétalos en el aire y azahar en el naranjo, para ya avanzado el día librar en tu regazo.

Las tardes agonizan lentamente de manera prodigiosas, para en alguno de tus lugares vencer espacio y momento, entre buenas amistades, tertulias y paseos.

Agraciados los días, la primavera enreda al cofrade en su presencia. La embarga de pasiones y apariencias, de coqueteo perpetuo con un pueblo dotado de infinita belleza. Sentimientos que observa esperanzado, en que en la vida está el milagro y que este solo puede ser fruto de la llamada del más venerado.

Y no me cabe la menor duda, que es obra de Dios Los Barrios, por tan desmesurada hermosura. Leyenda de ángel, perla y rosario, su gracia en el abunda.

Una Torre, la de San Isidro, que clama al cielo y que es tal lo que representa, que en las alturas sustenta, la cruz de mis anhelos.

En una blanca fachada he visto al Cristo pasar sereno, me decía con entusiasmo el curioso costalero. Pues sinuosas son tus calles para que anden nuestros pasos y sellen con la cera Penitentes y Nazarenos.

Los Barrios eres ese hermoso y mañanero clavel, que floreces para ser testigo de pasión y Fe. Siete días para perderme por tus calles, y siete noches para soñarte. Y en los ojos de una dolorosa motivos miles para no olvidarte.

Engalanados balcones por los que no pasan el tiempo, del templo a la calle penitencia, y es tu plaza de la iglesia, lugar indiferente para dictar sentencia.

Los Barrios de Semana Santa, de amor, caricia y paz, mantilla, dolor y saeta, de música y chicotá, tres golpes de martillo y a la voz del capataz, abre una vez más tus puertas San Isidro que vamos a echar a andar.

Semana Santa. Celebración de la Fe Cristiana

De todas las cosas, aprendidas y por aprender, de esta vida que encierra la semana que llenos de gracia estamos próximos a celebrar, me quedo sin duda alguna, en que es el espíritu en la entrega generosa y desinteresada, la razón primera para que uno pueda marchar por el camino que te propone tu hermandad y tu parroquia.

Además que es la Fe, presente divino y motivo de celebración del cristiano, aquella que seguro alentó el esfuerzo de aquel cofrade, para entregar a la posteridad todo eso que rodea y sentimos por las sagradas imágenes, que reciben culto en nuestras cofradías. En ellas manifestamos nuestro amor a Dios, y debe ser la hermandad el más fiel modelo, del profundo arraigo de la fe cristiana entre todas las personas que forman parte de la nómina de la misma.

Cuando nuestras procesiones se separan de la fe y vida de la Iglesia, y no se participa en las celebraciones litúrgicas, se alejan de esa expresión de Fe viva y vivida en la Pasión de Nuestro Señor, se convierten en algo superficial y exterior, y perdemos de vista la profundidad que supone vivir cada Semana Santa.

Y nunca olvidemos, aquellos que tenemos la responsabilidad de gobernar, que son los hermanos, la mayor de las riquezas que pueda poseer una hermandad.

Así pues, tienen que ser los hechos, esos momentos cofrades que te puedan regalar la vida, el amor a Dios manifestado en el afecto, o un simple gesto en el momento que más lo necesitas, lo que llame a la unidad, y un hermano vea en los suyos un ideal, para en su fe profundizar.

La grandeza de nuestras hermandades se ve en la calle, en ese lugar donde el Barreño, silencioso y expectante te espera, en alguna esquina o lugar de tu Estación de Penitencia. Debemos saber que muchas de las personas que asisten a presenciar nuestros desfiles procesionales no son creyentes, por lo que nuestras procesiones se deben convertir en una verdadera catequesis popular, donde se pueda ver reflejada una profundad religiosidad, respeto y seriedad, que suponga una autentica llamada de fe, para todos los que nos ven procesionar.

De Fe, que a nadie le quepa la menor duda, están hechos los pilares que sostienen la semana más grande de mi pueblo.

Por eso, durante este período, la Fe ilumina nuestra parroquia en forma de oficios, celebraciones eucarísticas y actos cuaresmales. Arría en nuestras calles, entra por las puertas de nuestras casas de hermandades y se exterioriza con la labor del cofrade. Y así que, si en la práctica de vuestro servicio sois juzgados, no caer en tentación, y menos aún dar explicación alguna, si ese por el que tanto amor profesáis, es dueño absoluto de vuestros actos.

Y como mucho que cultivarse aún tiene, este aprendiz en la Fe, me gusta buscar la verdad en la idiosincrasia de las cosas que rodean a nuestras cofradías. Y me recreo, con esa Fe embriagadora que atrapa ese momento, en el que mi amiga camarista y compañera de Junta de Gobierno Pepi Chirino, se postra ante el Señor de la Sagrada Entrada, le sostiene la mirada, y le cuenta las acometidas que le depara su existencia, mientras son sus lagrimas, gotas de ternura que golpean corazones y alcanzan el alma. Háblale amiga, háblale siempre, que tu más que nadie sabes, que no hay más fiel consejero, que ese que respeta nuestras voluntades, amparo y refugio de nuestros males, y guía de luz en nuestro sendero.

La Fe desmedida, que a nadie le quepa la menor duda, es aquella que alcanza su cota más alta, en el encuentro de esos dos hermanos nazarenos, que en ese momento de la estación de penitencia, donde el templo se hace promesa y todo culmina, sellan con un abrazo generoso su alianza y la palabra de un reencuentro, gira en torno a un Cristo que muere cada año por Primavera, cuando llega la Semana Santa.

Fe en el que llega, cumple y renueva,

Y en el que a tu paso se estremece.

Fe, la del que limpia y custodia la plata,

La del que a sus deberes atiende.

La de ese mismo que te llama al cielo,

O la de ese que la cera enciende.

Fe, la del que sale varias veces,

De mantilla, nazareno y penitente.

Fe en las luces de candelería,

Y en los enseres que se estrenan.

Fe la del que llega y te abraza,

La del que en un balcón te espera.

Para entregarle con Fe a tu Cristo,

Promesa, plegaria y saeta.

Fe en el que dona las flores,

Y en el que las coloca con esmero.

En las manos del que borda con oro,

Mantos y sayas de terciopelo.

Para dar evidencia de que es la Fe

Arrebato de algo bello.

Fe, en los que se agolpan,

En el que toca la campana y anda.

En el costalero que se clava,

Y aguanta con valentía la pata.

Que se hace música la Fe,

Al compas de la marcha.

Fe en la Cruz que te guía,

En el cirio, la insignia y la vara.

Fe en la mano que te lleva,

Por tus primeras semanas.

Que una mano aún te queda,

Para sostener la palma.

Fe la del que arregla a su Virgen,

Para que sea la más guapa.

Fe, en el que quiere y puede,

Y que su túnica ya prepara.

Pues es la Fe, la esperanza,

Verdad Infinita en tu mirada.

Que vendrá Dios en un pollino

Por el Hijo de David ¡Hosanna!

Y lo verás coronado de espinas,

Pies descalzos y manos atadas.

Que es el hijo más amado,

Ese el que la cruz abraza.

Y que muere un viernes santo

Para salvar nuestras Almas.

Fe, la del pregonero que te habla.

Fe sincera, en su palabra.

Preparando la Semana Santa

Es con la llegada de la cuaresma, y como ese suspiro que por instantes siempre vuelve, cuando el tiempo hace esclavo al cofrade en su compromiso con la vida. Cuando cuarenta días se antojan imprescindibles, pero corto intervalo de tiempo, para aprender a vivir cerca del Cristo que nos habla. Es en cuaresma, cuando el ritmo vertiginoso que marca las pautas de los días, llama a las puertas de nuestras casas de Hermandades, y acelera paulatinamente el latir de nuestros corazones. Es durante este periodo, cuando acudimos al reclamo del Ensayo, y es la misma Cuaresma, la que otorga todo eso que igualmente calla, pero que no deja nunca indiferente a nadie.

Cuarenta días contados al revés, y deseando uno a uno, que se vayan cayendo las hojas del calendario, alargándose las tardes, como señal inequívoca, de que la primavera ya está pidiendo paso, para concederte más de lo que te pide y te hace soñar. Esa misma que envuelve y hace coincidir, el inicio de los ensayos, con ese momento que más intensidad alcanza los mismos. Y quiero hacer mención una vez más, valiéndome de la oportunidad que me brinda el momento, que está en la esencia del deber, ese mismo que aúna rutina y vivencia para el creyente, el buen hacer del discurrir de una cofradía por las calles del pueblo que la espera. Espectáculo necesario, para muchos de los ojos que contemplan su paso, pero sin duda alguna experiencia de vida, para ese protagonista anónimo, que al silencio se encomienda, atrapado en medio del bullicio.

Llegado el momento, ensayan nuestros mayordomos y camaristas, que intiman meticulosamente con el detalle, y caminan desde hace meses por la senda de la entrega, el oficio y la calidad. Para que todo brille y sea realzado como siempre, cuida con esmero el sagrado patrimonio de la hermandad. Tardes de limpieza de enseres y emblemas. Tardes de café, cenáculos, apego y amistad.

Las reuniones de fiscalía, al orden del día, se asignan cargos e insignias. Y es la secretaría, ese lugar que acoge por vez primera a ese que nuevo llega. Se pasa lista, y el hermano retira esa papeleta que más que un sitio, le da la vida hecha promesa.

Corren tiempos de máxima actividad y entrega, para las agrupaciones musicales que hacen sonar tan meritoriamente sus instrumentos, tras las imágenes de nuestra Semana Santa. Una vez más serán clamores de cornetas y redobles de tambor, armonía universal de la pasión, esa misma que demande los pasos templados de nuestro Señor.

Dedicación la de la banda de música, que orquesta sinfónicamente el andar de nuestros pasos de palios, y que ultima y amplia su repertorio, con esas partituras de estreno que nos llegan generosamente, como esa brisa fresca y renovada que nos trae esta época, desde algún lugar más allá de nuestras fronteras. Y será nuestro pueblo el mejor escenario, donde con música poder pronunciar, y con marchas al compás, volver a contemplar estoy seguro, la cera por momentos llorar.

Se ocupa de su quehacer imperioso y necesario, nuestro Consejo Local de Hermandades y Cofradías. Que ha cubierto el calendario cuaresmal de esos actos y actividades, que dispuestos con anterioridad y ofrecimiento, honra a sus integrantes, que viven y sienten la semana santa, al servicio del pueblo que les exige y demanda.

Así mismo, extiende su quehacer al itinerario procesional de nuestras cofradías, con la colaboración de nuestro ayuntamiento, para que los imprevistos no afloren, o si tiene que ser así, sobren los recursos necesarios para hacer frente a los mismos.

Si hay un lugar en la cuaresma, donde la semana santa se palpa en la entrega del momento, aún más si cabe, es en la oscuridad de una calle desierta, en esa hora que para nada invita al paseo, durante las frías noches de amor y ensayo costalero. Insisto en lo de amor, queridos paisanos, porque es ese sentimiento reforzado con creces, el que mueve a la persona en cuestión, a dejarse seducir por una noche sin nombre, y familiarizarse con los kilos que debe soportar durante las horas de trabajo y entrega, que le asigna su capataz.

Amor por el compromiso y la obligación, amor por el que sufre a su lado. Amor el del que se crece en un varal, y acopla el hombro con la intención de hacer menos sufrido a ese que llama hermano. Amor en nuestros Sagrados Titulares, que te alientan y te hacen sacar, lo mejor del que calza esas trabajaderas anónimas que disponen las entrañas de un paso procesional.

Ser costalero siempre ha exigido ser hermano comprometido con la hermandad a la que perteneces, y hay momentos en las que esta llega, te aborda y todo cambia a tú alrededor, viendo la vida de otro modo y condición. Que fue mi hermandad de la borriquita, quien me otorgara respeto, y mi pueblo de Los Barrios quien me entregara lo mejor de cuanto atrapa, para envolverme con la gracia de los valientes que con maestría mandan, llaman al martillo, y buen hacer alcanzan. Y fui conductor de Fe y devoción, frente a Dios y su atenta mirada, memorias de algo eterno, triunfal y sagrada su entrada.

Y es la vida la que sin darnos cuenta, con su ideal compañía de delirios, la que pasa y nos acomete, y ahora es mi madre de la estrella, mi bienaventurada inspiración del más bello atardecer, que pueda vivir como capataz, por querer hasta enloquecer, cuando te miro y me iluminas la calle, y me olvido hasta del detalle. Que es tu belleza infinita, el llamador tu mano, para correr por nuestras vidas, solos tu y yo cruzando las esquinas, por nuestro pueblo de Los Barrios.

Y sin duda alguna, una cuadrilla de hermanas la mejor de las compañías, que te llevan con elegancia, con arte y dormida mecía, que así se pasea la virgen por una tarde, con alma, ternura y alegría. Y sobre sus pies “llamás”, muy cortitas y muy medidas, que con paso gateado radiante, eterna sobre el mar de la multitud, nos llega María.

Y que secretos encierra la tarde,

Cuando ante ti la Estrella pasa,

En momento sublime de alarde,

Se excede de naturaleza toda gracia.

Pues poco Madre te hace falta,

Para atrapar todas las miradas.

Cuanto secreto encierra la tarde,

A tú paso, por las calles, señora.

Entre aromas de inciensos y azahares,

Cuanto secreto y cuanto encanto.

Tú las conviertes en virtuosas.

Pues en la honradez de tu manto blanco,

Pocas riquezas atesoras.

Y cuanto secreto encierra la tarde,

Pues de hermosura y belleza haces gala,

Cuando a tu lado la Estrella pasa,

Y la fantasía, sobre un pueblo se derrama.

Dime que secreto madre encierras,

Que de ninguna manera concibo tanta grandeza,

Pues ni la orfebrería, ni el bordado,

Realzan tu virginal presencia.

Y eres madre y eres reina,

De una hermandad que amor te entrega,

De una cuadrilla de sesenta costaleras,

De una camarista que suspira en la delicadeza.

De un cuerpo de capataces,

Que has hecho prisionero con tu belleza.

De ese imaginero que en Carmona cautivaste,

Bendita fuente de inspiración,

De la que bebieras Miguel Ángel.

Y cuatro pateras son tus mejores maniguetas,

La gente de primera, última y costeros,

Los repujados y los bordados,

De tus más bellos respiraderos.

Catorce letanías de hermanos los corazones,

Son tus pétalos guapas mantillas,

En jarras de entre varal repleta de flores,

Hebreos tus Violeteros imaginan.

Doce varas de Palio, tu Junta de Gobierno.

La Cuarta trabajadera es la peana,

Sobre la que apoyas su candelero,

Mi Estrella Bendita de la Mañana.

Y brillan en tu candelería plateada,

Los cirios de tus Nazarenos.

Y es el mismo cielo de Los Barrios,

El más apreciado techo de Palio,

Realzado por atardeceres prodigiosos,

De nuestros Domingos de Ramos.

Que en la delantera es dueña y capitana,

Nuestra Señora del Rosario.

Cuanto secreto, y cuanta belleza,

En todo lo que tu mirada encierra.

Que no hay mejor paso de palio,

Que ese que tu cofradía para ti anhela.

Que en Sanlúcar brotará la plata,

No importa cuál sea la espera,

Pues en una hermandad la grandeza,

Que esconde la primavera,

Que tiene en esta su casa,

Y que tiene por nombre, Estrella.

A la voz del Capataz

Destacar en estas líneas la figura del capataz de nuestro pueblo. A ese, incomprendido por momentos, o envidiado en otros, sobre el que recae la espléndida y bendita responsabilidad de ser guías, líderes y referentes para los miembros de la familia que conduce. A ese, que es el primero que se alegra y te recibe cada igualá, cuando llegas nuevo a la cuadrilla, y no le importa cuál sea el cambio sufrido en la misma, porque si hay algo que les sobra son ganas de complicar su tarea, en gentileza de la hermandad que en el confía.

Los capataces de nuestro pueblo, expresan con su compromiso eso que su hermandad les encomienda, imprimen el paso más adecuado en el andar, pues son sus costaleros y costaleras los que vierten sobre las imágenes que caminan por nuestras calles, ese soplo de vida y humanidad. Porque con Él y con Ella, va sobre los costaleros nuestra existencia, nuestras alegrías y nuestra tristezas.

Años avalan el compromiso de nuestros capataces y cuadrillas, estas guardan ya su identidad propia y os puedo asegurar, que es esa que le da la Junta de Gobierno de cada hermandad, muy por encima de cualquier persona venida a más, y mucho más por encima, si su ideal de semana santa es equivocado y causa risa.

A ti te envidio, apreciado amigo Manolo Jiménez. A ti, que una misma semana te brinda la oportunidad, responsabilidad que asumes generosamente, de ser la voz del paso del Señor y de su Santísima Madre, Jueves y Miércoles Santos respectivamente.

Tú que marcas el andar de ese Nazareno, con la cruz al hombro, que es también mío, sigue haciendo que ese paso firme transmita la emoción, que es el mismo Jesús el que avanza por calles de sufrimiento y fervor. Y el miércoles santo, ya en mi banda, la música pongo al alcance de tu mano. Pide marcha para tu Virgen de la paz, pide para esa guapa sevillana manué, escalofríos cuando “a esta es”, hagas al cielo el paso saltar, con temblores de cirios, flecos y varal, pues es tu pueblo y cuadrilla la que alzas, en cada levantá.

En el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, veteranía y experiencia, en la figura de su capataz Ramón Córdoba. El mismo, que hace suya la mecida de un paso a varal, para que el silencio profundo, que se respira en una tarde de tinieblas, no descomponga la quietud y la verdad, que imprime la contemplación de un Cristo que va muerto, y que para mayor gloria de Dios, se hace luz y salvación.

Majestuoso balanceo, al compás de la música, lleva el paso de la Dolores. En cada varal de Palio, el movimiento con el que Curro se identifica, que no hay más dulce vaivén, que el de bambalinas que los acarician una y otra vez. Y no se me antoja María mejor condición que pueda consolar el dolor, que como un puñal helado traspasa tu herido corazón.

El Mayor de los dolores, es al que mira de frente cada tarde de viernes Santo Eusebio Campos, manifestado en el semblante de lágrimas de su Santísima Dolorosa. Capataz de mandar austero en la calle, que invita a todos al recogimiento, serena las llamadas, paso y mesa de célebre contoneo, que abraza en el sosiego, su compromiso y sentir costalero.

Si me permitís un momento un breve inciso, “No es mejor cuadrilla aquella que más aplausos, y variedad encierre su caminar ni mucho menos”, que puede serlo para el ignorante en la materia se puede llegar a entender. Pero aquellos a los que nos hace esclavo nuestra labor, y acometemos apuntando a la perfección cada noche de Cuaresma, pues siempre pretende uno para un padre y una madre lo mejor, vemos la historia desde otra posición. Pues por decir puedo, que sabemos de sobra cuando es la pata la que lleva al patero, y no al contrario que sería lo correcto. Medimos caprichosamente el recorrido exacto de la mecía de cada paso de la Semana Santa, adaptándola al pasaje evangélico que representa, y vemos cuando esta es corta o excesiva. Nos enemistamos con la euforia, o la consideramos mala compañera de trabajadera o varal. Si la chicota lleva cambios, no hay que buscar el aplauso, que es mucho mejor que sean siempre menos, pero de mayor calidad. Y que quede claro que no es mejor la levanta por más fuerza que imprima la cuadrilla, y si por más destreza que conjugue en su ejecución la misma.

La mejor de las cuadrillas es esa que parte de lo esencial de ser costalero, y a su vez mejor defiende las formas que definen a su hermandad. Y he dicho esto porque hablaba de la cuadrilla de María Santísima del Mayor Dolor y desde mi humilde punto de vista hacen bueno el ejemplo. Cuando la observas durante el Viernes Santo, observas un andar simple y machacón, pero tanto como armonioso y tentador, pues es María la que pide alivio, ante tanta angustia y dolor. Marchas lentas para el regodeo del que mudo presencia tal acontecimiento, en la izquierda redoble de tambor, que no cuenta un solo aplauso, y si derroche de amor, porque así mira a la muerte, la más bella flor, sol en la oscuridad, en el silencio rumor, que llora rota una madre, a los pies del que tanto amó.

A Adrián Peña, que sale como capataz por vez primera en la delantera del paso de Ntro. Padre Jesús Cautivo de Medinaceli, desearle la mejor y más feliz de las misiones. Tú que vienes de abajo y sabes lo que es ser compasivo, guía en los buenos sentimientos, al que hace nada contigo trabajadera compartió. Ya conoces lo mejor de la cuadrilla, ahora pule cada corazón, y si aceptas un consejo, no hagas sonar el llamador, pues obligado estas antes, de postrarte ante el Señor. Que es el de Medinaceli principio de ternura y petición, de promesa y penitencia, de remedio y de emoción. Una imagen que se muestra sola, pero que en sus pies atesora, la esencia de tantos besos, de ese pueblo que lo implora, de esos que apego le otorgaron, y que ya los tiene en su gloria. Echa un vistazo al Cautivo Adrián, mira su rostro una vez más, y suéñalo como es debido, avanzando en chicota, que solo bastan sentimientos para entender su caminar.

Y en el paso de misterio de mi Hermandad, es mi íntimo y cercano capataz Javier León, quien eleva en tarde soñada la voz en el desarrollo de su función, para llamar al costalero, con golpe de martillo seco y encumbrar así al Señor. Que por la Jerusalén nuestra glorioso y triunfal, entre órdenes de frente al marchar, encierra murmullos el ambiente, fruto de los pacientes rumores del esperar, por ver a ese Dios hecho niño, por nuestro pueblo entrar, en tarde clamorosa de domingo.

Expresarte de forma sincera hermano y mayoral, que en mejores manos no se pudo el niño quedar. Pues buenos son los que van a dentro, cada uno en su sitio, cada uno en su puesto, bueno a hecho el tiempo al capataz. Tú que sabes pedir a tu cuadrilla alegría y también dar, no olvides de cuidar como esa última, la primera de las reviras y cuando llegue el momento ese andar flamenco que nos invita a rezar.

Sobre los pies para adorarlo, paso largo para aliviar, y en consuelo bulerías, échame el paso atrás. Y me duermes el costero, para romper en arrancá, que es la tuya cuadrilla que se crece al compás, y que solo en el silencio del templo acaba, ese romance que ya es nuestro de corneta, faena, sudor y costal.

Los Barrios suena a Semana Santa

Cuando oímos nuestro pueblo en Semana Santa, todos estaremos de acuerdo de que durante estos días, entra en escena un componente esencial para que esta se viva de manera más intensa si aún cabe. Hablo de eso a lo que suena nuestro pueblo, durante los días de desfiles procesionales.

Es el sonido, un protagonista que se hace único y propio de estos tiempos, y que hace que la pasión recorra nuestro cuerpo y se funda en miles de sentimientos. Emociones que en el recuerdo invitan a la nostalgia, y que vividas sobre la orilla de nuestras calles, recogen la realidad sonora de un pueblo que suspira a nuestros oídos secreteos de Semana Santa.

Eufonías que nos atrapan, ecos que embargan el alma, retumbos que avivan fantasías de quimeras encontradas, y que nos trae una semana que es para vivirla y en la memoria arrinconarla.

Durante el acontecer de los días de nuestra Semana de Pasión, Los Barrios se ve atrapado en un variado universo de sonidos, que son para nada comparable con los de cualquier otro momento o fecha del tornadizo calendario, por la forma tan especial con la que son acogidos por el barreño, que a su vez asume en el momento su papel protagonista.

Nuestro pueblo narra por sí solo secuencias de Semana Santa, lo hace en ese lugar agitado por los sentimientos en el que una sinfonía constante, nos aparta de nosotros mismos, y nos hace entregarnos a ese instante. Y será el silencio roto por esa tardía campanada, la misma que aparta en el tiempo, aquel momento en el que la cofradía su último paso encerraba, la que nos devuelva a una realidad encontrada, en algún lugar de una plaza que busca en la noche la calma.

Los Barrios suena a cantos parroquiales en mañana de domingo. Al musical y pomposo repicar de las campanas de San Isidro, que en sintonía con los primeros, conciertan la eterna y celestial sinfonía de nuestras vidas. Y es que, sin que sufra cambio alguno su resonancia, suenan distintas las campanas de nuestra parroquia durante esa alentadora mañana, en la que parroquia, pueblo y feligresía, buscan en San Ramón, de niños grandes la casa, el olivo y la Palma, para ya en procesión, poner rumbo a la eucaristía, contagiados de la Ilusión.

Los Barrios suena al racheo de las pisadas contra el suelo, que moldean los pasos de cientos de costaleros. A voces absorbentes de capataces, que mandan sobre la lógica a esos hombres, que se ocupan y faenan en día grande. Suena a golpe de llamador y tañido de campana. A gritos de ¡Al Cielo con El!, y al crujir de la madera, gemidos de hombres pacientes, por sentir hasta suspirar, al son de agradecidas palmas, que apoyan la penitencia, trabajadera por trabajadera, varal por varal.

Suena mi pueblo, a esos tres golpes de rigor que abren cada día santo las puertas del templo. Al runruneo de la bulla que espera en la Entrada y Salida de la Cofradía, y que se entusiasma con el sonar de las campanillas, que otorga al cortejo su avanzar. Runruneo en contrapunto, al silencio que termina con los rezos de un pueblo, que acompañan en cada estación, la pasión y muerte de un Cristo que expira en el amor, y que por ser santo el martes nunca muere.

Que así veremos a nuestro Cristo Crucificado en la cruz del amor, ofrecido a nosotros. A tan solo un suspiro de alcanzar la gloria, y es que toda nulidad se ahoga en el mar de su Misericordia.

Y con la confianza de un niño, nos echaremos Padre del amor entre tus brazos, y rezaremos un año más el Vía Crucis. Con el que tú pueblo recordará en agradecimiento, tan inhumano y generoso sufrimiento, pues pedirte queremos, por todos aquellos que en confiar en Ti aún tienen miedo. Perdónalos Señor, perdona de nuevo a Tu pueblo.

Suenan en la calle, el palio de la Paz y y el de los Dolores en movimiento, que nos trasladan al mismo cielo, entre el olor a cera y a flores, nubes los envuelven de incienso. Y bambalinas que arremeten contra varales, apacible simetría a tempo, que por desear hasta quiero, dejarme seducir por tan acompasado tintineo. Que es altar, trono y asiento, refugio de dulzura y aliento, que es un paso de palio en la calle, un trozo del mismo cielo.

El sonido es luz en la oscuridad de la noche, el aire es su lecho y el viento el sendero, para encandilar los corazones de todo un pueblo.

Y en el ocaso de tardes primaverales, cuando la luz muere y avanza en sombras la procesión, aparecerá el grito sonoro y desgarrador, de una voz que brota de la garganta, y se hace oración. Saeta y voz, compases de amor y silencios rotos, poemas de emociones contenidas y exaltación, donde abundan sentimientos, cante y pasión.

Y Los Barrios sonará a marchas procesionales. Sonará un año más a la Banda de Cornetas y Tambores de “Los Moraos”, a la Agrupación Musical del Caído y la Merced de Ceuta, a la Capilla Musical en noche de Viernes Santo, y a nuestra Banda de música de Los Barrios.

Elogiar desde estas líneas quisiera, la encomiable tarea de esos jóvenes, y no tan jóvenes músicos, que roban horas y minutos al día, tiempo a la familia o a esas no tan deseables compañías.

A esos que se entregan en voluntad, en ese último respiro que te regala el día, para dignificar y hacer de su labor, rezo y oración, al oído de todo un pueblo, que conmemora en sus calles la pasión.

Y amigos todos, permitirme unas palabras en mi pregón, a esta que es nuestra Banda. Pues como sabéis, con la Semana Santa que se aproxima, son más de veinte años al servicio de nuestras hermandades.

Comenzamos aquel año 1990, y podría deciros que comenzamos riéndonos del silencio, afinando notas musicales que podrían ser desconocidas a los mismísimos ángeles. Y ahora, es el compás, nuestro armonizante guía, y la música, regalo de años plenos, en el límite donde acaba el hombre, se expresan los sentimientos y nacen los artistas. Inicié un episodio dentro de esta Banda que hoy no podía faltar, hace ya algunos años creo recordar, y la vida me ha regalado otra familia con la que compartir día a día, experiencias y momentos de los que jamás se olvidan.

El 1 de Mayo de 1992, fecha que guardo grabada en mi corazón, aquel pueblo de Los Barrios tomaba el paseo de la constitución, para acoger entre sus brazos nuestros comienzos. Jamás podré olvidar aquella noche vivida de mayo, junto a los pocos fundadores que quedamos. El maestro quico, nuestro lugar de encuentro, por plata travesuras de chiquillos, voces y alboroteo, éramos por fin músicos, todo aquella noche estaba permitido.

Y en 1993, y Tras María Santísima de la Paz, nos dábamos a conocer en la Semana Santa de nuestro pueblo, marchas clásicas como oración en el Huerto, Ntro. Padre Jesús de la Misericordia y Hermanos Costaleros. Y me faltaría tiempo esta noche para seguir contando recuerdos, por tantos pueblos y ciudades, entre distinciones y agradecimientos, acompañando hermandades.

Y yo se que la cosa ha cambiado mucho, que nos falta ese que tanto ha dado por nosotros, y ni siquiera sé lo que nos va a deparar la vida, pues el camino sin un referente siempre es difícil. Pero hoy por lo pronto mi pregón hago vuestro, por tanta amistad y confianza durante todo este tiempo. Que volvemos a estar a las puertas de otra Semana Santa, y el compromiso se palpa en nuestros adentros. Que nuestra banda hace tiempo que no ríe, también es cierto.

Y vivamos la Semana Santa como si fuera la última, que por nuestra parte no va a quedar, que seguimos luchando por lo nuestro amigos, luchando pero de verdad. Y que suenen de nuevo los aplausos, como aquel 92, pues lo vivido en este pregón os lo debo en parte a ustedes, y a nuestro director fundador. Y que suene Los Barrios por las calles, que suene en cada procesión, que Los Barrios aún tiene banda, porque así lo quiere Dios. Aplausos, para vosotros merecidos. Que suenen de nuevo por favor.

Siete días para vivir del Señor

Siete días y esos recuerdos alcanzados en el tiempo, y que son nuestros, de muchas vidas juntas. Siete días donde abundan momentos de inspiración, y aún así, no me alcanzan las palabras para decirte señor lo que siento. Siete días y siete noches con sus horas, un raudal de minutos impacientes, y tan solo un instante de segundo para contemplarte y entender, que solo veinte siglos de gloria han bastado, para llegar a un pueblo, que asume inquieto el descubrir los misterios, que encierra tú presencia.

Una semana para verte caminar por nuestras calles, para esbozar siluetas improbables y sombrías, que buscan refugio en la luminaria de una farola que se me antoja tulipa, para salvar así la oscuridad infinita, en la que ese rincón tan nuestro, sea rosario, calvario o consuelo, se haga marco del más bello lienzo.

Al Barreño pedir que se eche a la calle, que no hay que hacer caso a idea preconcebida alguna, y si tratar de sentir la emoción en esos misterios insospechados que acarrean los profundos días de una semana. Y es que no os puede caber la menor duda, de que es nuestro Señor el que va a recorrer santísimo, cervantes, reina o alta. Caminará junto a las puertas de las casas que habitamos, dejárselas bien abierta para que hoy como entonces, obre en el milagro.

Y pidamos por el enfermo, por el triste, el débil y el necesitado, que aunque no pudimos aliviar el dolor de ese que muere por nosotros crucificado, pues eran tiempos no vividos, podemos aún librar los hombros de muchos de nuestros hermanos, para que Los Barrios subsista de su letargo, por la influencia del padre amado.

En apenas una semana, Cristo se cruzará de nuevo en nuestro camino, y lo veréis muerto por alguna plaza para poner al alcance de nuestras manos la vida inmortal, el amor desmedido, la plenitud de su existencia y la alegría desbordá. La misma, que señorea esos dos domingos que ponen limite a días de sacrificio, arrepentimiento y oración, que empiezan y acaban en gloria, el de Ramos y el de Resurrección.

No estéis tristes hermanos, por más que lo veáis padecer, pues seguro estoy que lográis entender, que en la entrega esta el milagro, y aunque camina Cristo descalzo, siempre toma la iniciativa si tiene que ampararnos, pues carga el Nazareno la Cruz de nuestros pecados, para invitarnos a vivir eternamente junto al Dios que nos ha creado.

Durante los días santos que componen la semana más hermosa que pueda un cristiano vivir, el señor estará más cerca nuestra si aún cabe. Saldrá de ese lugar donde reside su infinita mirada, que es el escondite eterno de nuestras almas, para hacer de nuestras calles la Jerusalén que nos lo entrega y que nos lo arrebata. Y lo tendréis como una más de nuevo entre vosotros, entregado al dolor, a la ofrenda, al sigilo y al alboroto, viviendo de nuevo su pasión, personificado en seis imágenes, patrimonio de un pueblo que aguarda compasivo y misericordioso, porque es en Dios en quien confía a pesar de todo.

Imágenes del Señor, nacidas de la arcilla y la madera. Arrancada de esa naturaleza que es vida, en ese universo asombroso que creó nuestro Dios todopoderoso, bendita coincidencia, en siete días.

Arcilla y madera que ha sido modelada, tallada, estucada y policromada por las acertadas manos de esos hombres y mujeres, que movidos por la inspiración divina, glorifican y dan forma a lo evidente, en esas las largas horas de soledad y meditación, que encierra un taller de visiones transparentes, para ponerlas al servicio de la fe y la devoción.

Por eso debemos estar convencidos los aquí presentes, y así pregonarlo en nuestra Fe, que de la misma manera que acogemos y creemos en el pan de la eucaristía, el mismo que nunca deja de ser pan nacido de la naturaleza, es Jesús mismo, quién en manos del sacerdote se nos da en alimento del alma.

Y si te escuchamos y te adoramos en el sagrario Señor, sin dejar de ser pan tu presencia, estaremos de acuerdo que nuestras imágenes procesionales, sin dejar de ser de madera, y bendecidas por aquel sacerdote en la gracia de Dios Padre, son el mismísimo sacramental que nos acerca al memorial de la Pasión de nuestro Señor. El mismo que cobra vida en ellas por la Fe y la devoción, para que pueda ser escuchado a través de la oración, y siga reinando para siempre, en esos rincones indiferentes del corazón.

Y lo buscamos en ese interior que tenemos todos de niños, disimulado por los quehaceres cotidianos, y que nunca menguará con el paso del tiempo en tarde clamorosa de domingo.

Pues, es esa tarde, tarde que hace despertar, las bondades y recuerdos de una etapa de inocente espontaneidad. En la que acompañados por padres, abuelos y amistades, nunca deberíamos olvidar, pues descubrimos que es el de las palmas agraciado domingo, para al Dios de los pobres cortejar.

Atender por momentos al niño que fuimos un día y que existe en nosotros dentro, porque ya os digo yo que ese niño entiende de mágicos encuentros.

Que a lomos de un borriquillo nos va a llegar por una plaza, Jerusalén Barreña de mí suspirar. Que entre júbilo, algarabía y gente honesta, ofrece alegría y felicidad, pues Sagrada se viste la tarde y de regodeos de entrada triunfal. Pues dudo yo que haya existido en el mundo una manera más bella y sincera, para que un rey se haya proclamado y comience su reinar.

Y dejar que reine en la chiquillería.

Que reine en el Nazareno y el hebreo

En la mantilla y el Costalero,

En cada orilla de nuestra villa.

Que reine en nuestras hermandades,

Y en sus Juntas de Gobierno,

Que decoros de rey honorable,

Te otorga tu sagrado pueblo.

En tarde de comienzo y apego.

Entre rojos claveles de canastilla sonreía,

La dulzura, la inocencia y el trasiego.

Y la divinidad de una mirada unía,

El más grande de los reinos.

Reino de la tierra y del cielo,

En tus calles fiel reflejo,

De misericordia y de Anhelo.

Reino que se sustenta en el amor,

En el rezo y en la oración,

En la nostalgia y en los recuerdos,

Y seduce en la ilusión,

a todo un pueblo,

Que se rinde ante el Señor.

La Borriquita su trono,

Tres potencias su corona,

Y un altar que se hace paso,

Para elevarle a la Gloria,

Que entre arbotantes dorados,

Una palmera ya brota.

Cortejo de hebreos y nazarenos,

A la corte prestan servicio,

Y atienden en el bullicio,

Sus funciones con esmero,

Con alma eterna de chiquillo.

Que es el Dios verdadero,

Nuestro rey de la tierra y el cielo.

De Nazaret de Galilea el profeta,

De San Isidro mi moreno,

Ese de la palma en la mano,

Mi Cristo Rey del Universo.

Y con María final y principio

Y hasta el final contigo María. Y Junto a ti, como el mismísimo Juan ese discípulo amado, a los pies de la Cruz en la que muere tu hijo ajusticiado, como el peor de los malhechores por sus propios discípulos abandonado.

Desde ese lugar quisiera hablarte esta noche para ser pañuelo. Pues tú al igual que ese Jesús agonizante asumes en silencio la voluntad del Padre, el mismo que te entrega a nosotros como la Madre de Dios y nuestra que eres.

Dime María, quien mejor que tú para portar esa corona de estrellas con la que te observamos ensalzada a reina. Dime tú, que fuiste concebida inmune al pecado y bendecida entre las mujeres, Virgen pura e inmaculada que reina en nuestros corazones.

Dime madre bendita, tú que conociste en tu propia carne lo que es el dolor, la estrechez y la humillación. Y aún así, bendita sea tu grandeza, que contagias a este pueblo con tu gracia y tu infinita belleza.

Y es bello el rostro de nuestras Dolorosas. Que decida Virgen Santísima tu pueblo pues yo no puedo, armonía, serenidad, dolor o recogimiento.

Y Que amor y ternura desprendes María en esos labios gloriosos. Tus manos nuestros besos atrapan, entre rosarios benditos de plata.

Cuanta divinidad encierras en esa mirada perdida con la que nos enamoras. Un mar de tristeza a la orilla de nuestras almas, que son gotas de lluvia tu semblante cristalino de lagrimas, de ese cielo que es gloria, de ese cielo tuyo que es esperanza.

Y con Sonrisa Eterna por el domingo de Ramos, mi María Santísima de la Estrella. Y queda retratada a su paso la hermosura, que entre aromas de primavera, una fuente de pureza virginal, que emana dulzura.

Y cuando cae la tarde de un miércoles santo, entre varales cincelados de plata, viste saya torera la de la guapa cara, ojos tristes y pena amarga. Y vistes manto azul que nos protege y que nos ampara, Madre Santísima de los Cielos, lleva la paz a cada casa. Y no me llores madre buena, que Los Barrios a ti te aclama. Que eres Virgen digna de alabanza, Madre y Reina de la Paz, la de los ojos tristes, la de la guapa cara.

Y tan Venerable Madre, tiene que padecer viendo a Jesús cargando con la cruz de nuestros males camino del Gólgota en noche de jueves Nazareno, para concebirte en nuestra reina de dolores al ver a su hijo del alma sufriendo, y en un cruce de miradas, un suspiro de dolor que en la plaza de la iglesia, detiene el tiempo. Del alma la mirada, roba el sentido con su mirar esa Dolorosa, que tiene su pecho lastimado por penetrante espada. Y mirar su cara padeciendo, por amor triste y lacrimosa. Majestad del dolor, señora del Jueves Santo primorosa. ¡Tú que eres Inmaculada! ¡Y Reina de Mártires, gloriosa!

A partir de las tres de la tarde del Viernes Santo, Los Barrios se va haciendo al silencio. El luto y la sobriedad, comienza a tomar nuestros hogares, y la tristeza del día se hace palpable en el ambiente. Las campanas mudas, las calles respiran penitencia, ya no se celebra, predomina el ayuno y la abstinencia.

Y cuando el sol se pierde por el tragaluz de la vida, un pueblo y una prudente espera en una plaza, y ese que vivió el amor hasta la última de las consecuencias, se vislumbra por el dintel de las puertas de nuestro templo penitente, descansando en una cruz y entregado a su suerte. Y el corazón se te estremece cuando tienes delante la imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Pues nos conmueve ese cuerpo repleto de heridas, fruto del odio, el rencor y la envidia. Que no hay sacrificio en el mundo tan humano, que ese que ha entregado su vida por los suyos, y por los extraños, por amor y solo por amor, el Señor de la Buena Muerte crucificado.

Y hasta el final, que es nuestro principio María. María del Mayor Dolor, la que ahoga en pena su mirada sentida y serena, y recoge para sus adentros, los sentimientos de una madre quebrantada por el sufrimiento. No me llores madre mía, tú que eres del Señor, servidora y humilde esclava. No me llores madre amada, que las tuyas son nuestras vivas lágrimas, y estas inundaran en muy poco de felicidad nuestras almas. Pues por ese que ves en la cruz, la redención de nuestros pecados. Tres días madre, solo tres días, y habrá resucitado.

He dicho y buenas noches.

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