Siendo un chaval, me gustaba ir a la biblioteca de mi colegio en el tiempo de recreo. Y así pasaba muchos recreos encerrado en la biblioteca. Cuarenta y cinco minutos diarios. El primer día estuve por allí me dediqué a mirar las musarañas. El segundo también. Pero el tercero decidí a echar un vistazo a la biblioteca y cogí un libro al azar (no tanto puesto que el que me llamó la atención era uno grande y grueso y su color fue uno y nada más que uno).
Era un ejemplar de las obras completas de Federico García Lorca, encuadernado en piel y de tapa flexible, editado por la mítica editorial Aguilar. Me sonaba el autor (aunque poco) y no podía llegar a intuir lo que me esperaba en aquellas mil y pico páginas de ‘papel biblia’.
No podía saber que aquel libro y aquel autor iban a ser la causa de una de las tragedias que han marcado mi vida. Y es que al terminar de leer (me lo metí entre pecho y espalda en veinticinco días), , había decidido ser escritor, costase lo que costase. Quería ser escritor, quería ser como García Lorca. Y eso es un drama de los gordos.
Me entusiasmó, especialmente, el teatro de este genio. ‘La casa de Bernarda Alba’ me hizo temblar de la emoción y del miedo al mismo tiempo. El destino quiso que, pasados los años, viviera una situación en casa similar a la que cuenta Lorca al final de la obra, pero eso es harina de otro costal. ‘Yerma’ me llegó al corazón y fue la primera vez en mi vida que intenté comprender las diferencias que existen entre la mirada ejercida sobre la realidad de una mujer y un hombre. Algunos versos me los aprendí de memoria y sigo recordando muchos de ellos…
En fin, Federico García Lorca me abrió las puertas de la literatura de par en par.
Este 5 de junio hace ciento veintiséis años que nació en Fuente Vaqueros y, ahora, sigue enterrado en alguna cuneta perdida y olvidada. El 18 de agosto de 1936 alguien le asesinó sin piedad por ser artista y por ser gay (nosotros le recordamos cada año en esa fecha en un acto que celebramos desde Estrechando aquí en Algeciras.
Y no puedo dejar de recordar esto que dijo: ‘Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo’. Y quiero pensar en los muros de aquella biblioteca escolar, en las cosas que salieron gritando de aquellas páginas y en cómo se llenó mi mundo para siempre. Lo pienso y me sigo emocionando del mismo modo que ese instante en el que cerré el libro.
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