A la Tercera Edad, J. A. Ruiz


 

Me gustaría dedicar esta columna a todos nuestros abuelos, a la Tercera Edad. Personas que también fueron jóvenes y, por supuesto, padres de nuestros padres. Los tiempos en los que vivieron no eran como son actualmente, en los que tenemos de todo. Antes no había televisores y el que pudiese permitirse en tener una radio en casa era un privilegiado. Ni por asomo estaba la vida antes como está ahora.

¡Hombre! Estamos pasando una crisis que con el tiempo esperemos que desaparezca lo antes posible, pero me refiero que antiguamente no había tantos adelantos ni tanta tecnología. Para buscarse la vida y el pan de sus hijos tenían que emigrar muchos y los que se quedaban en nuestra tierra solían trabajar mayormente en el campo bien, guardando cabras, dando de comer a los gorrinos o las vacas, sembrando diferentes tipos de hortalizas, sacando corrucas de los chaparros o haciendo picón para los braseros, etc. Algunos, como fue el caso de mi abuelo Juan, iban a los distintos pueblos de nuestra provincia campo a través donde pasaban noches y días para hacer contrabando de productos como eran: café, tabaco, azucar, leche, etc. Dichas localidades a las que acudían eran: Alcalá de los Gazules, Medina Sidonia, Paterna, Ubrique, etc. Y todo con el mayor sigilo posible porque si la Guardia Civil te cogía no te quitaban de encima varios días en el calabozo.

Antes se pasaba mucha hambre y había demasiada penuria y la ropa con la que vestían no iba a la moda precisamente, sino que dichas prendas tenían más arapos y remiendos que el abrigo del señor Barragán. Y para ir a trabajar, por ejemplo, iban andando o en bicicleta el que la tuviese porque coches y motos no se veían en variedad ya que los que solían tener estos vehículos eran mayormente los terratenientes o señoritos de aquellos tiempos.

Mis abuelos solían contarme miles de anécdotas y batallitas y me quedaba embobado escuchándolos. Recordaban de cuando vivían en el campo y lo hacían en chozos, de que desde pequeños, con 5 y 6 años ya trabajaban desde primera hora de la mañana y hasta que se ponía el sol, de cuando fueron alistados en la mili y se tiraron hasta siete años de servicio, de que para comer un simple plato de caldo de puchero les duraba hasta una semana entera y demás historias. Hoy en día no tengo a ninguno y les echo mucho de menos pero siempre les tendré en mi corazón.

El que tenga el privilegio de tenerlos, bien a todos ellos o les quedase alguno, les pediría que los cuidasen y les mimasen porque se lo merecen por todo lo que han luchado por nosotros. Algunos, por circunstancia de la vida, tienen que pasar el resto de sus días en residencias o geriátricos pero no por ello están mal cuidados o abandonados, al contrario, están muy bien atendidos por los enfermeros/as y cuidadores/as que allí trabajan. También suelen tener las visitas de sus respectivas familias como son sus hijos y nietos y cuando reciben a tales se les dibuja en la cara una sonrisa de oreja a oreja que no caben de gozo en si mismos. En las dos residencias que hay en nuestro municipio, las cuales son: la conocida como las de las monjas, San Ramón Nonato y el geriátrico, el de Nuestra Sra. del Rosario, llevo varios años yendo con la Banda de música en el día que celebramos Santa Cecilia, patrona de los músicos a tocarles un concierto de varios tipos de pasodobles y me quedaba prendado y emocionado a la vez ya que nos escuchaban con mucho entusiasmo e ilusión y la mayoría retrocedía en el tiempo y recordaban de cuando eran jóvenes y tales pasodobles solían bailarlos en guateques o en los días de fiestas como las veladas. He de mencionar también que no solo voy con la banda, sino que en las fechas de Pascua (Navidades) acudimos con la Rondalla de los Tagarnineros de Belén a cantarles los tradicionales villancicos y ocurre lo mismo. Caras de emoción y alegría.

Si te quedas mirando fijamente en sus ojos ves todo el sufrimiento y todo el calvario que pasaron para poder tirar para adelante. En sus pronunciadas arrugas y en sus manos curtidas de tanto trabajar. Y qué mejor consejo que te de una persona mayor que ha mamado en sus carnes toda una vida de desarrollos. Además he de decir de que se aprende mucho de dichos consejos.

He de decir que cada día que paso por el paseo de la Constitución me alegra el verlos reunidos en grupos desde primera hora de la mañana contando sus tertulias o en el parque antiguo, campo de la Cigüeña, donde muestran sus habilidades y piques en la petanca, o bien en el Hogar del Pensionista cómo disfrutan jugando al dominó o a una buena partida de cartas. Mención también a los que ya no están entre nosotros que eran personajes populares como Tanasio, el abuelito, Juan el “avellana”, Juan el del “CZ”, Paco “Pirulo”, Paco el “poya”, Currito “la Justa”, Ezequiel Rocha y otros tantos que tengo en mis recuerdos.

Por todos nuestros abuelitos va estas líneas.

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