En el mundo actual nos resulta difícil descubrir la importancia y llamar por sus propios nombres a la verdad y a la mentira, a la bondad y a la maldad, a la belleza y a la fealdad, esos valores y contravalores, esas dimensiones filosóficas, éticas y literarias de cada una de las actividades de nuestra vida cotidiana, esos contenidos que son imprescindibles para identificar y para seguir las sendas que nos conducen a felicidad personal y al bienestar colectivo.
Confieso que mi primera impresión durante la lectura de este libro ha sido la sorpresa ante la habilidad con la que José Manuel logra que, a pesar de la profundidad, sus contenidos nos resulten claros, sus relatos capten nuestra atención y su redacción alcance unos notables niveles de belleza. A lo largo de sus interesantes anécdotas, nos ofrece una interpretación personal sobre el bien y el mal, apoyada en un agudo análisis de hechos cotidianos. En mi opinión, estos textos, además de valores literarios contienen claves válidas para interpretar la vida cotidiana e ideas luminosas para orientar los comportamientos individuales y colectivos. Podríamos afirmar que proporcionan unos fundamentos sólidos en los que asentar una ética actual.
Denuncia las mentiras de la vida individual y de la colectiva, y explica los efectos de la pérdida de valores básicos sobre los que descansa la vida de los seres humanos: la coherencia entre los pensamientos y los comportamientos. Además de las sugerentes propuestas para que miremos cara a cara la vida, nos proporciona unas razones válidas para denunciar perversiones y unos criterios sólidos para reflexionar sobre los valores morales. Es -puede ser- una valiosa ayuda para lograr el bienestar personal, familiar y social, un estímulo para recorrer el empinado camino que conduce al crecimiento de la justicia, al logro de la paz y, sobre todo, al fomento del respeto a los principios, a los criterios y a las pautas de la convivencia humana.
Con su imaginación metafórica traspasa las fronteras de la verosimilitud, no por un afán meramente estetizante sino con la explicita finalidad de descifrar, de comprender y de captar el sentido de los comportamientos humanos. Son unas formas amables de invitarnos a que sintonicemos con su desacuerdo con las realidades dolorosas o injustas, y unas expresiones comprometidas, para que nos animemos a actuar con solidaridad. Su humor –su buen humor- nos provoca sonrisa, emoción y sentido de la responsabilidad, unas maneras diferentes y complementarias de abordar, de entender y de vivir los sucesos, de acercarnos para comprenderlos desde el fondo de nuestras entrañas, desde nuestras fibras íntimas, desde nuestras conciencias éticas y solidarias.
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