Hay que tener una opinión sólida sobre el Benidorm Fest. El asunto debe de ser muy importante porque ha salido en todos los telediarios de TVE. Tanta ha sido la atención periodística que por un momento pensé que en Benidorm no se estaba celebrando un festival pre-eurovisión sino se estaba celebrando una conferencia de paz sobre Oriente Medio. Luego vi a Jorge González con el torso impregnado de aceite y entendí que se hablaba de otra cosa. De música, quizá.
A mí ni me caen bien ni me caen mal los ganadores pero da la impresión que son casi de mi quinta y hay que tener ganas y muy poquita artrosis para plantarse así ante el público. Olé por ellos. Ojalá triunfen en Eurovisión.
Me molesta, sin embargo, ese aire de trascendencia que pretendemos darle a todo. Leo en algunos medios que estamos ante un nuevo icono feminista. Yo cuando oigo estas cosas siento mucha pena por Simone de Beauvoir. Aguante usted toda la vida a todos los pelmas para acabar compartiendo podio con una señora que dice treinta veces zorra en una cancioncilla que viene a durar unos dos minutos.
Los críticos más sesudos han recordado el caso de Las Vulpes, ese grupo que hace cuarenta años apareció un sábado en TVE y cantó ‘Me gusta ser una zorra’. Esa actuación supuso el final del programa y también una querella contra su director, Carlos Tena. ¡Como si hubiéramos inventado hoy la cancelación!
Ambos ejemplos nos sirven para encontrar las diferencias entre el punk y el pop tontorrón. El punk, como se vio entonces, era peligroso, osado, desafiante. El pop tontorrón, en cambio, es mucho más inteligente: te permite ir de rebelde mientras ganas el Benidorm Fest, vas a Eurovisión, contratas cientos de galas y surfeas alegremente la ola de los tiempos pasando de todo…
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