EL CONTRAPUNTO

¿Blanca Navidad?

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Los níveos versos del villancico anglosajón que nos canta sobre una blanca y nevada Navidad no pueden más que estar totalmente desactualizados, marchitos y caducos. Para empezar, porque es más que probable que en Belén no nevase aquel 25 de diciembre de hace dos mil años (es un desierto), eso sin tener en cuenta que seguramente el niño Jesús naciese en verano, que es cuando normalmente se viajaba en aquella época. Así que, de blanca, poco.

Lo que sí tenemos este año es una Navidad verde. Muy verde, pero no verde hierba sino verde hospital. Verde como los monos de papel de tantos sanitarios que libran cruenta batalla contra un enemigo invisible pero mortal, verde como las cruces de neón de las farmacias, verde como el revés de las mascarillas quirúrgicas que son, al mismo tiempo, martirio y salvación para toda una generación.

Y roja, muy roja. Pero no rojo Santa Claus sino rojo sangre. En este momento existen, al menos, seis guerras abiertas: en Siria, en Yemen, en Oriente Próximo, en el Sahel, en Sudán del Sur y otra que nos pilla muy cerca cultural y geográficamente: en el Sáhara Occidental. Allí, el alto el fuego se hace tan necesario como la lluvia en tiempos de sequía, y nosotros los españoles no podemos olvidar nuestra responsabilidad con aquellos que hasta hace pocos lustros fueron nuestros compatriotas. Muchos, le pese a quien le pese, todavía lo son.

También gris, muy gris. Pero no el gris del vil metal, sino el de las cenizas que caen día sí y día también sobre nuestras vecinas y vecinos de Palmones. Oleaginoso y apestoso gris de las chimeneas del progreso, que empañan nuestros límpidos cielos consumiendo el aire que a duras penas conseguimos respirar. Fúnebre gris de un Estrecho que es a la vez esperanza y mortaja de tantas almas que no ven en él más que un puente hacia una lejana e inalcanzable dignidad… cual cruel y grisácea mentira.

Y negra, negrísima. Como el futuro de nuestros jóvenes, a los que se les ha robado la ilusión de construir una vida plena. Sus proyectos vitales derivan sin rumbo por el mar del despropósito, jaleados por la tormenta del desempleo y empujados a aguas extranjeras por el temporal de la emigración. Negra como las tarjetas black de los nietos del emérito, como las escrituras de las hipotecas impagadas, como el último y desesperado apunte de una libreta de ahorros en bancarrota.

Ayúdame a conseguir que la Navidad vuelva a ser blanca. Que nos sirva de reseteo anual, de borrón y cuenta nueva, de virginal lienzo sobre el que escribir los propósitos de año nuevo con la morada tinta de un algo mejor.

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