NOVENA PROVINCIA

Botellonas en pandemia

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Ya lo comentaba ayer en mi artículo parece que vivo en otro sitio. Nos hemos abandonado todos y lo que es peor, hemos abandonado a los demás. A estas alturas de la pandemia de la que yo auguro una sexta ola para este otoño, somos peores personas porque hemos mirado de perfil problemas que hubieran sido de fácil solución y los hemos convertido en causa de conflicto permanente. Asistimos a nuestra propia decadencia sin inmutarnos.

La rueda de prensa de la Ministra de Sanidad, cargada de triunfalismo con el 70% de vacunación, no ha dicho para nada del número de muertos diarios que seguimos teniendo (Hoy miércoles son 132 muertos). Se amplían los aforos en los estadios al 60% y el 40% en Pabellones. Y en lo poco que llevamos de liga ya se están viendo los incumplimientos de mascarillas y distancia social. Y el tema de las botellonas, que sí, que siempre fueron molestas, aunque solo afectasen a los vecinos a los que les tocaba esa especie de lotería tan soez. Eran pocos los afectados y nuestros hijos, al fin y al cabo, son buenos chavales y necesitan divertirse. Tampoco era para tanto ¿verdad? Mientras no me toque a mí…

Y, ahora, resulta que nuestros queridos hijos son capaces de resistirse a no hacer botellonas y a no desalojar las plazas que dejan hechas unos zorros antes de irse. Se lían a botellazos con los policías que envían a solventar la papeleta. Pocos policías con pocos medios. Y si la masa percibe que los policías son pocos se envalentona y se viene arriba.

Las molestias son muchas, cada día son más las quejas y se están produciendo en la mayoría de las ciudades de España. Los vecinos pueden protestar todo lo que quieran porque les va a dar lo mismo si alguien no pone una solución sobre la mesa.

El consumo de alcohol se normalizó hace muchos años y beber (que es un problema monumental) no se percibe como algo terrible. Enfrentarse a la policía o a la Guardia Civil o a los mossos o a la Ertzaintza, se está normalizando porque ya no lo hacen solo los malos. Ahora lo hacen nuestros queridos universitarios, nuestros maravillosos hijos. Y eso no puede acabar bien de ninguna de las maneras.

Tenemos auténticos microinfiernos que irán aumentando con las actividades deportivas en este otoño, pero seguimos mirando de perfil. La policía se siente desbordada e incapaz de acabar con el problema. Seguimos asistiendo a espectáculos ridículos que no tendrían que producirse en plena pandemia. Los contagios en la franja de edad de 12 a 29 años siguen siendo un disparate. Y nosotros de perfil. Pues nada… a esperar la quinta ola.

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