Más que a las carreteras, que haberlas haylas y en varias modalidades -autovías, carreteras autonómicas, comarcales, vecinales, etc.- o a las vías urbanas, voy a referirme a esos otros caminos tradicionales que surcan las zonas rurales, nuestras tierras y que suponen una enorme riqueza en muchos sentidos. Especialmente, el de permitirnos movernos con libertad por nuestro municipio.

La red de caminos tradicionales de Los Barrios es amplia, muy amplia. Sólo en vías pecuarias ya suponen más de ciento cuarenta kilómetros -algo más de la distancia entre nuestro pueblo y la ciudad de Málaga-. A éstas hay que sumar los caminos vecinales, los agrícolas, donde se incluyen los construidos por el antigua IRYDA, los carriles y pistas forestales, las sendas y trochas, las servidumbres de paso, las pasadas y pasajes, y otras denominaciones similares.
Realmente un muy estimable patrimonio público de varios centenares de kilómetros que nos han permitido la necesaria y esencial movilidad durante siglos e, incluso, milenios. Y es precisamente esta una de las claves del valor de esta riqueza caminera: conocer nuestros caminos, sus trazados, sus historias es una parte fundamental para conocernos a nosotros mismos y a nuestra historia como grupo humano y como municipio.
Si bien suele adjudicarse a los romanos el establecimiento en nuestro entorno de una red de caminos que así pudiera llamarse, es necesario hacer patente que éstos no hicieron sino formalizar, a su modo y manera, lo que ya existía en el territorio.
A nadie se les escapa que ya los primeros grupos humanos en nuestra zona, aquellos prehistóricos que tantas huellas en forma de dólmenes u otros hitos, pinturas rupestres y otros vestigios nos han dejado, poseían un gran conocimiento del entorno y una enorme movilidad orientada en el mismo. Tanto es así que llama poderosamente la atención cómo encontramos en muchos de esos caminos tradicionales actuales y sus más inmediatas cercanías, talleres al aire libre de herramientas líticas, hitos geográficos referenciales, lugares de residencia con decenas, incluso centenas de miles de años de antigüedad.

En realidad, los caminos tradicionales son los que menos se han movido a lo largo de tantos milenios. Pisamos sobre las huellas de nuestros sucesivos ancestros: grupos prehistóricos, pueblos íbero-tartésicos, fenicios, romanos, bizantinos, visigodos, árabes, castellanos medievales… y lo hacemos centuria tras centuria con muy pocos cambios. Eso emociona.
En estos momentos de principios del siglo XXI, esos caminos tradicionales parecen querer llamar nuestra atención. Se hace imperioso posar nuestras miradas en el terreno por donde ahora pisamos y tantos otros por tanto tiempo han pisado.
Si durante siglos tal número caminos han sido trazados, tantos servicios esenciales han prestado, es en los últimos decenios cuando más en peligro de pérdida se encuentran.

Esos caminos de Los Barrios, nacidos para el trasiego de ganados, de comerciantes, de milicias; de acceso a las zonas de aprovechamientos forestales o agrícolas, a las distintas fincas, huertas o predios, a los molinos harineros y cortijadas, etc.; para permitir la interrelación entre los vecinos de nuestros núcleos y con otras poblaciones y lugares; incluso para permitir usos religiosos, como romerías o vías de peregrinación comarcales, y hasta el mismísimo contrabando de tiempos no tan lejanas; etc. Máxime cuando nuestro municipio se sitúa en el centro de la Bahía de Algeciras y como puerta de acceso a las zonas interiores de la provincia.

No es de extrañar que las cuatro vías tradicionales principales de Los Barrios sean la Cañada Real San Roque a Medina, el Cordel del Moral a Alcalá, la Cañada Real de Botafuegos al Jaramillo y la variante de la Vereda del Jaramillo a Tarifa. Todas ellas pasan y conectan directamente con el núcleo de Los Barrios. Sobre ellas y dicha población se ha compuesto una espléndida y tupida red de cientos de kilómetros de caminos tradicionales que han posibilitado en acceso a los rincones del municipio y el acceso a otros cercanos o más alejados.
Toca ahora volver nuestras miradas hacia ellos o, como suele decirse, “mirar por ellos”. Indudablemente, sus usos tradicionales han sufrido profundos cambios, pero lo que no ha cambiado es su inmenso valor.

Son patrimonio del común de todos nosotros para su uso en igualdad de condiciones, y además de seguir manteniendo muchos de los usos anteriores, su existencia y salvaguarda posibilita otros de servicio a la sociedad o privativos asociados a la modernidad, como son los de: ocio y recreo, deportes, turismo, cultura, educación, salud y terapias, investigaciones, etc. Sin olvidar el esencial papel que juegan en la conservación y protección del medio natural, en el fomento de la biodiversidad, en la evitación del fraccionamiento de los ecosistemas o la tan necesaria conexión entre lo urbano y lo rural…
Toca ahora, como decimos, mirar por este impresionante patrimonio, reconocerlos, conservarlos y hasta pelearlos. La legislación española, y la andaluza de forma más discreta, ampara de forma clara a estos caminos tradicionales, y otorga la potestad y competencias de su salvaguarda fundamentalmente a los Ayuntamientos, que deben afrontar por ley esa misión.
Aunque, como con casi todo sucede, conviene mirar por ellos entre todos, que como dice el refrán “si hay concejal por vecino, siempre tendrás bueno el camino”.

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