MONTE DE LA TORRE

Carta de desamor de doña Elvira y Sol a los infantes de Carrión

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Estando   ya   junto a su madre, la ejemplar Doña Jimena, en Valencia escribieron  sus  desamores estas  dos  damas, las  conocidas   como Elvira  y Sol, aunque sus verdaderos  nombres  de pila  eran  Doña  María  y Doña Cristina.  Mirando  desde  una de las balconadas   de  su residencia  se dijeron una  a  la  otra:

-“Hermana,  llamemos  a  una  de nuestras  doncellas  para  redactar  una  epístola  de  dolor  a  nuestros  maltratadores, los  malvados  Infantes  de Carrión”.

Volviéndose  la menor  al interior  del salón  pidió  la  presencia de  una  de sus  criadas.  Al instante  acudió  la sirvienta  a quien   le dijo:

“Pedid   que ante nosotras venga nuestro  valedor  el caballero D. Félez  Muñoz,  digno  de  llevar  nuestra  misma sangre”.

En breve  se personó  en  la  dependencia  ese  caballero, primo  de  las damas,  y a este dijeron:

-“Amado pariente,  vamos  a escribir  una carta  que  rogamos  cuando  la tengamos redactada  haga  llegar   a  los  que tanto daño nos hicieron cuyo nombre  ni merece  que en nuestros labios  pongamos”.

  1. Félez, bajando la vista servilmente  al  suelo  responde:

-“Vuestra  petición  es orden.  Yo tampoco  deseo  referirme  a  los  que  a las hijas  de nuestro  señor  , el Cid  Campeador,  tanto  daño  infligieron“.

Presta  una  tomó asiento  y la otra  a  ella se acercó.  Lo   que en aquel pergamino  escribía  la más joven  lo  dictaban  ambas  damas  que  sufrían  de la más  triste desilusión  amorosa.  En  voz  alta  la  que  plasmaba  esas  palabras  las  leía  por si  corregir o añadir   algo  su querida  hermana  deseaba.  Así   era  la carta:

“Infantes  de  Carrión,

malditos ambos  los dos,

ladrones no solo de nuestro corazón

además, violadores de nuestra pureza y don.

No merecéis ningún tipo de perdón,

ni   del hombre ni de Dios.

Cobarde es  todo  aquel que  maltrata   a una mujer

pero vosotros sois el mal vil ser 

porque fingiendo querer

llegasteis  a  nupcias  contraer

con  las  hijas   del  caballero  a  su rey   más fiel.

Ni  la hijas  del Cid

ni  mujer  alguna  debe recibir

afrenta  cruel y vil

cuando  cree  ser  amada  y  en el abrazo  ve venir

el lazo  que  le ahoga  y  pone  a  su libertad  fin.

Si sois  hombres y  caballeros,

cosa  que dudamos  por entero,

marchad  a  batiros  con el moro en  combate fiero

y no dedicaros  a  romper  con falsos  te quieros

las sayas  y faldas  de  las damas  destruyendo  sus  sentimientos

para  vengaros  del  valeroso  y apuesto  guerrero.

Ese  que es  el Cid  Campeador

y en Castilla  admirado  señor

por  ser  ejemplo  de  pundonor

y  de  cristiano  y  moro  recibe  todo loor.

Medios  con su Tizona  los dos

pues ni necesita de  su Colada   para vencer  de un mandoble  a yerno   traidor.

Qué  pena  que a Cupido

engañasteis  haciéndole creer, malditos

que nos amabais  y, por desgracia,  os creímos

porque  las  mujeres al amor  bendito

respetamos  y admiramos con placer  lindo

porque amar  y ser amado  es  lo más  bonito

siempre que  no aparezcan  en la vida  Infantes  de Carrión  malignos.

Nuestras  bodas, engaño  y farsa

que queda  al descubierto en  la  afrenta  de Corpes aquella  mañana

en que  los que consideramos  maridos  casi nos matan

porque  quieren  de nuestro padre  venganza

y  por eso  fingiendo amor  pedisteis  a él  nuestra  mano

y  lo que pretendíais  era  arruinarnos,

a nuestros  respetados padres  y nuestras  personas.

Infantes,  que sois  demonios  para  el amor,

que este de por vida   os  sea  negado 

y   las heridas  sentimentales que  nos  habéis  causado

estén  por  siempre  en  vuestro corazón 

y que sufráis  destierro  del suelo  que  pisan  los enamorados;

pero,  tanto mi hermana  como  yo,

os hacemos  saber  que  lo  que  vos,

Infantes  malvados,  ultrajasteis  no falta caballero

que  cure  y admire  por entero.

Ya volvemos a estar enamoradas   de verdad

de  los  nobles  que  nos  dan  felicidad

y  vosotros nos   perdisteis  en el robledal.

Para siempre  nos despedimos  y solo  os  decimos

que  de haberos  hecho  caso eternamente  nos arrepentimos.

Elvira  y Solos  dicen ,

id  con Dios,

que el Hacedor ya os dará el justo merecido

que recibe el engañador de amor. “

Entregan la epístola   a Félez  y  este  les dice  :

“Admiradas damas, no merecen correspondencia quienes en el olvido deben estar, por eso yo, con vuestro permiso y licencia, os diría que vuestras palabras son tan aladas que  no deben llegar  a  manos  tan  malvadas.”

Entonces Elvira le dice a Sol:

-“Hermana del alma,  tiene  razón, rompamos  esa carta   y  por esa  ajimezada  ventana  aventemos  los trocitos  de la misma ,  pues  el desamor  no se  debe  alimentar, al hacerlo  podemos perjudicar  a  ese radiante  y floreciente  amor   que  está  empezando a  germinar  en nuestros corazón.”

Aceptó  Sol   y  ambas  trocearon el pergamino   y al viento  lo lanzaron.  De este modo  se debe hacer  con los  malos amores , arrancarlos  para siempre  de  nuestro recuerdo.  Acabando de hacerlo   llamó  a  la puerta  una doncella  quien al entrar   dijo:

-“Señoras,  acaban de  llegar  los nobles  que a  pasear  por  los  jardines  del castillo siempre les acompañan  y  ruegan si están dispuestas   y aceptan  su compañía, pues  la tarde esta  maravillosa  y  sería  muy digno para  sus personas  contemplar junto  a vos  una nueva puesta  de  sol .”

Félez  se alegró   y marchando  de  la sala dice:

-“Ven, señoras  mías,  cuando un  falso amor  escapa  llega  y entra  por la puerta  grande,  el de  verdad, el auténtico y duradero. Esta  puesta  de sol es anunció del más bello  amanecer  mañana que  el  palpitar  de  los corazones  enamorados , cual ruiseñor  entre  la enramada  de los pechos  saluda.”

Quedaron ambas con sus criadas arreglándose el atuendo y  poniendo  las joyas  que gustaban usar  .  Minutos después estaban ya paseando entre  los jardines  con aquellos  nobles  que serán  ya  quienes  les darán  para siempre  el amor  y el respeto  que  damas  de semejante alcurnia  merecen.

Mujeres de ayer, de hoy y mañana, nobles o plebeyas, sirva esta epístola para  concienciar  de que cuando el amor es tóxico  no es tal  y entonces   hay   que   dejarlo   que ya otro vendrá. Nunca hay que ser esclavas y serviles del   que en vez de felicidad   aporta turbulencias sentimentales. 

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Opinión Pepe Pol

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