Dependentismo catalán


 

Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)

Los vientos independentistas parecen de momento calmados, las encuestas realizadas por la Generalidad catalana, vienen a mostrar que se ha estancado en un 40% los partidarios de largarse de España. ¿Hasta qué punto es un estancamiento, o la velocidad cero de la piedra tirara al aire, para comenzar su inexorable descenso? El tiempo lo va a ir aclarando.

Lo cierto y verdad es que la tendencia separatista ha recibido varios varapalos y todos ellos desde el ámbito judicial. Los casos de corrupción del partido de Artur Mas, que acabaran explotando en su campaña electoral, prevista para noviembre, los ya conocidos del exhonorable Jordi Pujol, las demandas por corrupción de políticos de CiU, entre los que figura el hijo del ya nombrado, el caso Barcelona Club de Futbol, institución que ha venido manifestando por activa y pasiva su deseo de dejar de ser española, así como el mazazo del tribunal constitucional sobre el decreto de convocatoria de la consulta ya celebrada.

Muchos cabos que vienen a conformar una maroma enorme, percibida como un formidable obstáculo por el independentismo que pretende soltar las amarras del proyecto llamado España. Y la causa de este independentismo es paradójicamente la dependencia de los poderes facticos de una Cataluña que quieren ordenarla a su medida, para poder de esta forma dejar fuera de la apropiación de las plusvalía de las gentes de trabajan en ese territorio a otras burguesías. No en vano busca esta élite burguesa la independencia de Madrid, para no compartir con nadie la suculenta parte de la riqueza que arrebata al pueblo catalán.

Quienes más interés tienen en la independencia reflejan con mayor precisión su huida de la justicia, porque esta justicia que va tras ellos, no la pueden mangonear como han venido mangoneando a las instituciones catalanas. La afición del Barcelona jaleada, en clave independentista, por aquellos que hacen pingües beneficios privados a su costa. Y claro está, la culpa de todo la tiene ese juez que se ha empeñado en sentar en el banquillo a quienes han sido responsables del fraude, delito fiscal, de más de 18 millones de euros. Piensan ellos que si la justicia fuese catalana otro gallo les cantara, comenzando porque la celeridad, en la instrucción de la causa que ellos critican, nunca se produciría y sería algo parecido al fraude de CIU que antaño prescribió como delito, precisamente por ese afán de “hacerlo despacio y con buena letra”. Denuncian esta virtud, que más de un encausado desearía para sí, como si de ansias de ajusticiar se tratara. Como si el Juez en lugar de perseguir un gravoso delito fiscal, oneroso para el bien común de los catalanes, pretendiera apuntillar al citado Club de futbol por ser uno de los abanderados de la independencia. ¡perdón “dependencia catalana”

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