Por lo tanto, el nombre de arroyo del Junco, sería reciente, quizá del siglo XX, como un nombre popular dado por los vecinos próximos al tramo inicial del mismo, que, si no recuerdo mal, aún era al aire libre a mediados de ese siglo, cerca del Tejar alfarero allí existente, donde apenas se veía un regajo con algún junco, por la humedad mantenida de las últimas lluvias.
La mención escrita más antigua, que he localizado con el nombre de arroyo del Junco está en una memoria municipal del ayuntamiento barreño (1960), que cita a un maestro local, José Romero Macías, que escribió unos “Apuntes sobre Los Barrios” y un libro inédito titulado Historia de Gibraltar desde su ocupación por los ingleses, del que se entresacó “que la calle Calvo Sotelo (antigua de La Plata), en los primeros tiempos de la construcción del municipio fue un arroyo denominado del Junco y en la margen derecha se levantaba la ermita de San Isidro, alrededor de la cual se establecieron las primeras familias que se dedicaron a la siembra de pequeñas parcelas.” (Memoria municipal, 1960: 13).
Por esa misma época escribí un deficiente manuscrito infantil sobre Los Barrios en un cuaderno escolar (1960), que luego transcribí a un dietario que dejé incompleto (1964) y aún conservo. Allí anoté que, según la tradición, un arroyo, al que no le di nombre, atravesaba la calle de la Plata, que traía sus aguas de una “charca” que existía donde entonces estaba la calle de la Posada. Curioso dato, que no recuerdo, si alguien me lo dijo o simplemente como niño lo imaginé ingenuamente (Álvarez, 1964: 23).
Años más tarde, Juan Gutiérrez García, en un pequeño libro póstumo sobre Los Barrios (1981), cita por su nombre al arroyo del Junco y precisa mejor su recorrido que “se encuentra canalizado y discurre por debajo de las calles de La Luna, Posta, Santísimo, Patio de Animas, Trasera de Calvo Sotelo, atravesando la calle Alta, otra vez, trasera de Calvo Sotelo, corre a lo largo del Paseo José Antonio, atraviesa la carretera, junto a la Casilla del Retén Municipal y desemboca, hoy alcantarillado, en la urbanización ‘La Viñuela’ hasta el río” (Gutiérrez, 1981:8). Por lo tanto, ese supuesto arroyo del Junco no discurriría por debajo de la calle de la Plata, como se suele decir, sino paralelo a ella, a unos diez metros hacia el Este, en dirección a la colina de la que descienden la calle Alta. Conviene apuntar que la calle Calvo Sotelo, Patio de Ánimas y Paseo José Antonio, son La Plata, Patio del Horno y Paseo de la Constitución y el Retén Municipal, el actual edificio de Correos.
Del alcantarillado de ese arroyo no conozco ningún proyecto municipal, ni documento que indique con exactitud su cronología. Aunque algún indicio documental permite deducir que su obra se realizó por tramos y en diversas etapas históricas, reconvertido en cloaca.
A finales del siglo XVIII, coincidiendo con el Gran Asedio de Gibraltar (1779-1783) y con varias mejoras urbanísticas municipales, entre ellas el empedrado de las principales calles y la construcción de algún edificio singular de Los Barrios, entonces se soterraría un tramo en torno a la calle Santísimo, facilitando así la construcción de la Posada (1779), la Casa de las Doncellas (1779), y poco después la casa donde está el Pozo del Santísimo o de la Tinaja, que hace esquina con la calle Palma. Alguien, que ahora no recuerdo, me refirió que había una extraña ventana cegada en la medianera entre la casa que fue carnicería de José Domínguez (“Pepe Jime”), actual nº 14 de la calle Santísimo, y la entonces tienda de Pedro López, actual tienda de Mario Salcedo. Supongo que esa ventana originalmente estaría abierta mirando al referido arroyo, todavía no encauzado y sin una de esas dos casas colindantes.
El tramo entre calle Palma y Plata, iría por los patios traseros de las casas, salvo en el Patio del Horno y calle Alta, y se cubriría a medida que se reedificaron o ampliaron sus respectivas viviendas. El tramo del Paseo no se encauzó hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando por eso el real de la Feria se trasladó allí, como ya dije en algún artículo al respecto. Mientras que el tramo final hasta el río Palmones no se cubrió parcialmente hasta mediados del siglo XX, al urbanizarse la barrida de La Viñuela y sus inmediaciones.
En un largo pleito de los siglos XVIII y XIX, entre el conde de Luque, como propietario del Cortijo Grande, contra algunos vecinos de Los Barrios, acusados de usurparle el terreno de sus viviendas, hay un deslinde de ese cortijo, realizado por Pedro García Marojo y Andrés Martín de los Santos (4-marzo-1723), apuntando que “desde la primera esquina de las Casas de este Cortijo mirando hacia el Río hai un Arroyuelo que entra en dicho Río”, arroyuelo que delimitaría la propiedad del cortijo. Pero, además, deja evidente que entonces tal arroyuelo no tenía nombre propio conocido y que por su uso en diminutivo era de poca entidad fluvial.
Los vecinos, en su defensa, insinuaban que el arroyuelo del deslinde no podía referirse a ningún verdadero arroyo por medio de la población. Puesto que apenas era una vaguada que recogía la escorrentía del agua de lluvia, caída en las colinas inmediatas y favorecida por el nuevo empedrado de las calles. Es patente pues que cada uno arrimaba el ascua a su sardina, pero deja fuera duda que, por medio de la población, no corría entonces ningún arroyo digno de considerarse como tal por su caudal, ni que tuviese el nombre propio de arroyo del Junco.
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