El retrato de Isabel II de Casa Urrutia. Las cosas de palacio

En el interior de la Casa Urrutia se encuentra un retrato de tres cuartos de la Reina Isabel II. Esta obra anónima llegó a Casa Urrutia trasladada desde el Ayuntamiento. Cuando nuestra mirada se posa en él por primera vez, vemos a una joven mujer, su cabeza está ladeada hacia la derecha y mirando al espectador, en un interior palaciego. Se aprecia la tersura de su piel, viste traje azul de gala, de amplio escote de barco con encaje rematado con perlas y tiara en la cabeza, sobre el velo. Encima de un cojín de terciopelo rojo, los símbolos de la realeza: la corona y el cetro, y en la parte inferior derecha del lienzo el escudo del reino.

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Isabel II. Anónimo. Fotografía de Alfonso Pecino

Por María Aguilera Aguilar, Arqueóloga / Francisco Ramírez Alba, Gestor Cultural

Isabel II nació el 10 de octubre de 1830, era hija de Fernando VII y María Cristina de Borbón, su cuarta esposa. Su nacimiento fue muy deseado, pero dividió a España en dos bandos, pues a pesar de que su padre había suprimido la Ley Sálica, que privaba a las mujeres del derecho al trono, tras la muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, su tío, el infante Carlos María Isidro, no la reconoció como reina legítima de España. Estalló así la primera guerra Carlista, un conflicto civil que se prolongó intermitentemente a lo largo del siglo XIX.

Al tener tan solo tres años de edad a la muerte de Fernando VII, su madre, la reina María Cristina ejerció como regente entre 1833 y 1840. Ese año fue sustituida por el General Espartero, hasta la proclamación de la mayoría de edad de Isabel, en 1843, con tan sólo trece años. Durante su convulso reinado el país vivió dos guerras civiles, pronunciamientos militares, desamortizaciones y dos Constituciones (1837 y 1845). La Revolución de 1868, “La Gloriosa”, terminó con su reinado a los treinta y ocho años, exiliándose en Francia. 

La figura de Isabel II está ligada a la historia contemporánea de Los Barrios, como ya nos informó José Manuel Algarbani en este mismo medio, en el año 1852 a través de una Real Orden, otorga la excepción de pagar impuestos a las Salinas de Palmones. Dos años más tarde, en 1854, concede el título de Villa al municipio. Por ello, en un primer momento podríamos pensar que el retrato institucional de Isabel II corresponde a este periodo de su reinado, lo cual es una verdad a medias ya que este retrato guarda más secretos que futuras investigaciones irán desvelando, por ahora este cuadro más que respuestas nos crea interrogantes.

La primera pregunta que nos formulamos, la encontramos en el propio marco. En la parte inferior del mismo, vemos una pequeña placa que nos informa que fue adquirido por acuerdo del Ayuntamiento Pleno Sesión 2 de Julio de 1837. Este hecho lo recoge Manuel Álvarez en su revista Benarax nº 15, al estudiar el Libro Capitular del año 1837. Álvarez nos informa de que “Seguidamente se dio cuenta del expediente formado a  instancia del procurador síndico para la reparación de las Casas Consistoriales, compra de una lápida y un retrato de la reina Isabel II, que ascendía a 2.959 reales de vellón, todo lo cual se consideraba urgente tanto por la necesidad de conservación del edificio como el adecentamiento preciso para llevar a cabo la ”promulgación y juramento de la Constitución de la Monarquía Española” (75v°), así pues, teniendo en cuenta que el Pueblo tenía 750 vecinos y se podía aplicar los artículos 33 y 34, de la Ley de 3 de febrero de 1823, de  inmediato se acordó: Se proceda a la compra de la Lápida, retrato, bancos y composiciones que se necesitan como urgente haciéndose  todo con la mayor economía(75v°).” (Álvarez, M. Benarax Nº15, 1996).

Así pues, conocemos la fecha en la que se acordó comprar el retrato, 2 de julio de 1837, su fin, que era formar parte del acondicionamiento del edificio consistorial para la promulgación de la constitución de 1837 y finalmente su precio, costó 2.959 reales de vellón. La pregunta que nos surge ahora es ¿Cuándo se pintó el retrato? Pues en el año 1837, Isabel II tenía apenas siete años de edad y en el cuadro no vemos retratada a una niña sino a una mujer.

. Isabel II. Federico Madrazo y Küntz, 1849. Fuente: Museo Nacional del Romanticismo.

Así que trasladamos nuestra mirada de nuevo al cuadro, buscando paralelos que nos puedan dar una pista de la fecha de realización del retrato y en consecuencia de su llegada a Los Barrios. De este modo, localizamos en la colección del Museo Nacional del Romanticismo dos obras muy similares a nuestro retrato, ambos llamados “Isabel II”. El primero, su autor es Federico de Madrazo y Küntz (Pintor de Real Cámara y director del Museo del Prado), y el segundo Ángel María Cortellini y Hernández (Pintor de Real Cámara). La obra más antigua, corresponde al retrato que realiza Federico Madrazo en el año 1849, este cuadro es una versión con variantes del retrato oficial de Isabel II, que el mismo autor realizó en 1846 y que hoy se conserva en la Colección del Banco de España. La culminación de este prototipo es el lienzo realizado en 1850 con destino a la Embajada de España ante la Santa Sede en Roma. No es de extrañar que, tratándose de un retrato con carácter oficial, Madrazo reprodujese ese modelo en numerosas ocasiones, aunque entre ellas hay ciertas variantes. Asimismo, este retrato institucional, no solo fue reproducido en más ocasiones por Madrazo, sino que otros pintores lo reprodujeron como Ángel María Cortellini y Hernández en el año 1852.  De este modo podemos afirmar que la fecha de partida como cronología del retrato de Isabel II que se encuentra en Casa Urrutia es 1846, año del primer cuadro institucional que pinta Madrazo, nueve años más tarde del acuerdo de su compra en el pleno municipal.

Detalle de las iniciales del reverso. Fotografía: María Aguilera.

Siguiendo en busca de respuestas, bajamos el retrato para ver su reverso, por si encontramos nueva información que nos hable del autor o de la casa donde se compró el retrato. Sin embargo, de nuevo, encontramos más preguntas que respuestas. En el reverso del lienzo se aprecian unas impresiones negras, se adivinan las formas de las letras, pero no es legible, en un principio pensamos que podían corresponder a un sello. Además, en el listón superior del marco, con la misma pintura dorada que está pintado el marco, se encuentran las siguientes iniciales “R.R.” y en el listón izquierdo una firma a lápiz.  Tras enviar las fotografías al Museo Nacional del Romanticismo, nos informan que las impresiones son una transferencia de un periódico de la época, por lo que el lienzo alguna vez estuvo en contacto directo o envuelto en periódicos. Este es el único dato que por ahora nos proporciona el reverso.

Detalle de la transferencia de periódico en el reverso del lienzo. Fotografía: María Aguilera.

Así pues, a día de hoy desconocemos quién es el autor o autores del retrato, cuándo llegó a Los Barrios, qué significan las iniciales “R.R.” y a quién pertenece la firma a lápiz. Como posible hipótesis, no creemos improbable que el retrato pudiera llegar en una fecha cercana a la concesión de título de Villa a Los Barrios, pues tan solo dos años antes es cuando se realiza la mencionada copia de Cortellini, coincidiendo además con el momento de mayor prosperidad del Diputado en Cortes por la circunscripción de Cádiz, el progresista José González de la Vega. Sin duda futuras investigaciones podrán responder a todas nuestras preguntas.

Por último, un breve apunte desde un punto de vista pictórico. En este retrato cabe observar diferencias entre las carnaciones y el resto del lienzo. Me refiero a diferencia de tipo técnico y estético. El fondo, los elementos muebles y el propio vestido tiene un tratamiento en el que las pinceladas son más burdas y los colores más simples y previsibles, sin transparencias sutiles, como si la ejecución hubiera sido más mecánica y artesanal. Por el contrario, el rostro y los brazos de Isabel II, tiene una factura técnicamente más elaborada. Las carnaciones, lejos de ser planas, evidencian un conocimiento de la pintura clásica en cuanto al uso de las transparencias, los colores velados, la sutil vibración de rojos, azules y verdes palpitando bajo el color de la carne y la piel.

Esto nos permite pensar en la seria posibilidad de que hubiera en el taller de copias pintores que se encargarían de resolver fondos y vestidos y luego, maestros más avezados que resolvieran el rostro y las carnaciones con mayor capacidad técnica. No es novedad, puesto que tradicionalmente, los talleres de pintura funcionaron con ese sistema para garantizar la productividad y de paso permitir el aprendizaje de los novicios. Ignoramos en todo caso si el maestro que en este retrato ejecutó las carnaciones, fue el propio Madrazo o algún alumno aventajado. Confiemos en que las investigaciones puedan algún día arrojar algo de luz a este respecto.

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