El silencio de los buenos

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¿Por qué 821 millones de personas sufren hambre en el mundo y unos 1.300 millones viven en pobreza extrema?, ¿por qué está incrementando la desigualdad social?, ¿por qué hay gente haciendo colas en comedores sociales?, ¿por qué una persona en Venezuela sólo puede comprar con el sueldo de un mes un poco de pan y algo de verduras?, ¿por qué rechazamos al extranjero, al migrante, al diferente?, ¿por qué hay personas que duermen cada noche en la calle?, ¿por qué más del 50% de los españoles se sienten insatisfechos con el sistema político?, ¿por qué en un país con tantas posibilidades como el nuestro existe una tasa de paro que supera los tres millones de personas?, ¿por qué hay quienes mueren literalmente de hambre?, ¿qué se nos pasa por la cabeza cuando leemos que un sin techo ha muerto en Cádiz hace unas semanas?

Estas preguntas que todos nos planteamos y que sólo unos pocos intentan responder, son la evidencia de la deshumanización del ser humano y de las injusticias de este mundo. Y es que la escala del mal no tiene fronteras. Por el sucio beneficio de unos pocos, otros tantos quedan privados de derechos y oportunidades. Esta es la realidad.

Sinceramente, no es el daño de los malos lo que más me enfada, sino el silencio cómplice de los buenos. No me sorprende que haya gente sin escrúpulos que quieran sacar beneficio con lo que sea. Me sigue sorprendiendo el silencio de los buenos, me sigue enfadando que se siga mirando para otro lado, que se silencien las injusticias, que perdamos el tiempo en vanas discusiones, que la vida pase sin más, sin adentrarnos en la profundidad de las cosas, sin ir a lo esencial a lo que verdaderamente importa.

Mientras la mirada de los otros, de “los buenos”, busca el color de las cosas bonitas, el sonido de la música agradable, el tacto del materialismo más macabro, hay otra parte del mundo que sufre y calla viendo cómo su dolor se ahoga en la miseria y el olvido. La pobreza tiene muchas caras y la falta de humanidad es una de ellas. En estas fechas que se avecinan seguiremos alardeando de luces de Navidad mientras el pobre sufre en silencio a la espera de un milagro, si es que existe, que salve su lastimosa vida.

Amigos y amigas, una Navidad con nuestros sucios principios como sucio es el mundo en el que vivimos, es una falsa, una estupidez, una hipocresía. ¿Estamos dispuestos a seguir viviendo así? En nosotros queda la respuesta. Un abrazo a todos. Ánimo y adelante.

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