Juan Luis Rodríguez puede vivir de esto

El novillero de Albacete le ha cortado la oreja al segundo novillo de la tarde tras mostrar un toreo de buen gusto y excelentes formas, pese a las rajadas embestidas de los utreros de Villamarta, serios y de bonitas hechuras, pero mansos en su totalidad. Dámaso González, poco o nada se le ha visto en la tarde de su debut en la Maestranza: anodino, muy falto de oficio y muy mal con los aceros. Tampoco ha podido lucirse el mexicano Calita, que dejó muestras de firmeza durante la faena al complicado y manso sexto

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NOVILLOS: Se han lidiado novillos de la ganadería de Villamarta, el cuarto lidiado como sobrero. Bien presentados, serios y astifinos, aunque mansos en su totalidad. Destacaron por su bondad en las embestidas el primero y el segundo.

NOVILLEROS: -Dámaso González, de azul y oro, silencio tras aviso y silencio.

-Juan Luis Rodríguez, de rosa y oro, una oreja y saludos.

-Ernesto Javier Tapia ‘Calita’, de grana y oro, silencio y palmas.

INCIDENCIAS: Dos tercios de plaza.

Manuel Viera.-

Los ‘villamarta’ corrían como galgos en busca de una salida. La ansiaban por su condición de mansos. Mansos corretones, de esos que giran y giran como norias sin que nadie sea capaz de parar su alocado trote en la búsqueda de un hueco por donde escapar. Uno tras otro mostraban idéntica condición de mansos, aunque jugaran al despiste cuando le sometían con elocuentes maneras de torero caro. Entonces humillaban, y seguían al engaño con noble bondad. Y cuando recordaban su condición, allá que iban cobardes al amparo de la tablas, huyendo de quien le podía con absoluta torería. Otros, ni por esas se quedaban en la tela roja, quizás porque los que lo intentaban lo hacían de otra manera, con otras formas no tan contundentes como las de Juan Luis Rodríguez.

El joven diestro de Albacete ya mostró el pasado año en esta plaza sus excelentes maneras y un gusto en su toreo diferente a lo normal. Y esta tarde lo ha vuelto a demostrar con el segundo, un manso con un notable pitón derecho que con noble bondad acudía al primer cite de Juan Luis Rodríguez para de inmediato buscar su querencia con la huida. La faena, pese a que se mantuvo dentro un tono sin demasiadas estridencias, perteneció por sensibilidad y concepción a esa categoría que constituye el testimonio de verdad en unas formas que por si solas tuvieron la facultad de emocionar.

Cabía no esperar demasiado de las cambiantes embestidas del manso de Villamarta dada la tendencia a la escapada en el segundo muletazo. Pues bien, fue otro novillo cuando el albaceteño se mostró firme con la diestra, le bajó la mano y le hizo un toreo con contenido, sensible, a veces profundo, dando la talla en una serie zurda templada y ligada con una seriedad digna del mejor toreo, para finalizar el interesante trasteo con una tanda de muletazos diestros, hondos, de muleta a rastras, hilvanados y rematados con el detalle de la trinchera y el pasa por bajo.

Juan Luis Luis Rodríguez camina firme y seguro hacia horizontes de grandeza. El albaceteño vuela mecido por aires de buen toreo que lo han de llevar a lo más alto de la cúspide. Una oreja, pese a pinchar, para un torero revelador que derramó por el ruedo maestrante su espléndido toreo para disfrute de quien lo vio. Con el quinto, un buey serio y de astifinos pitones, corrió el ruedo de la plaza al hilo de las tablas en porfía continua por robarle un muletazo. Y se lo robó, con trazos muy despacio, con gusto… y hasta le hilvanó excelentes pases de pecho y algún que otro por bajo de puro estilo de por aquí. Lo dicho, buen toreo del que está ya hecho para vivir de esto. Y bien.

La tarde de los mansos de Villamarta no dio más de sí. Se lidió mal y se picó peor. Y además el debutante Dámaso González no hizo honor a su dinastía torera. Este otro joven de Albacete, pese a las ya descritas características de los novillos, mostró unas formas que no convencieron a nadie, su excesiva movilidad delante de la cara de sus oponentes lo delataron. Ni con el primero, manso sosote; ni con el cuarto, manso noblón, llegó con lo que hizo. Y para colmo mata muy mal.

Calita se llevó lo peor de la mansada. El mexicano de madre sevillana no pudo hacer otra cosa que mostrar unas enormes ganas en la búsqueda del hipotético triunfo. Al tercero le fue imposible sacarle un muletazo. Y al sexto, además de manso complicado por el peligro de sus discontinuas embestidas, no le quedó hacer otra cosa que echarle coraje y raza de torero hasta conseguir algún que otro muletazo diestro de maneras notables. Su esfuerzo fue premiado con algunas palmas al finalizar el largo y aburrido festejo.

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