SOBRE NUESTRA VIDA

La creación no se hace. Ocurre

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Sé por experiencia que no funciona así, y no obstante caigo en la trampa de querer forzar la creación de un nuevo artículo. La creación no es algo que uno “hace”, es algo que ocurre.

“Let creativity happen” (dejad que ocurra la creatividad), he puesto como “lema” en un post reciente en las redes sociales. Más papista que el papa yo, porque por otro lado llevo todo el día queriendo “crear” un nuevo artículo sobre la creatividad, sin conseguir que se suelte el “fluir” creativo.

Quise poner la intención, a pesar de que no fluyera, así que me puse a ello, el ordenador encima de mi regazo, recostada en el sofá. Buscando un título. Buscando las palabras desde mi mente intelectual. Conozco bien el fluir y sé bien diferenciar si fluye o no. Y no, no fue el caso, pero quise forzar la cosa, así que, torpemente, redacté un párrafo, borrando frases, leyendo lo que había escrito, sintiéndome bloqueada. ¡Te estás repitiendo!, me dije, ¡lo que has escrito es un rollo!

Se había hecho tarde, y se me caían los ojos de sueño. Entre una cosa y otra, había estado perdiendo el tiempo, esperando que se me ocurriera una buena idea. Finalmente decidí dejarlo, levantarme, lavarme los dientes y prepararme para dormir.

Moverme – es decir, cambiar de habitación, subir la escalera para ir a mi cuarto – hizo que se soltara ese bloqueo mental en el que me había encontrado. De repente me venían las palabras: “La creación no se hace. Ocurre.” – ¡Eso es! Este va a ser el título.

Tantas veces experimentado. Cuando escribía pequeños teatros para la escuela, o cuando me sentaba a escribir un poema, una canción. Las creaciones salen cuando menos me lo espero. Hay una clase de fuerza inversa a lo que solemos pensar, involucrada en el acto creativo: creemos, o al menos eso se suele decir a menudo, que las cosas se logran con esfuerzo. ¡Y es todo lo contrario! Bueno, no es exactamente lo contrario, no es fácil de explicar. Lo contrario al esfuerzo, pensamos, es la actitud del perezoso que pasa de todo y no hace nada. Pero no es la pereza lo que hemos de buscar cuando queremos crear. De hecho, no tenemos que buscar nada, sino escuchar. Cambiar de perspectiva. Es como cuando subo al monte y, desde ahí arriba, contemplo el paisaje. Es cuando voy al bosque y escucho los pájaros. Cuando me siento junto al mar y me dejo inspirar por el vaivén de las olas y el sonido del mar. Pasiva, pero atenta a lo que surja.

La tensión mental se suelta desde esta actitud pasiva-atenta. Se suelta, he dicho, ¿verdad? No he dicho que se disuelve. Ni que se soluciona. Se suelta. Desde esta pasividad atenta puede ocurrir que rompo a llorar por algo que tenía ahí sin poder soltarlo. O puede que comience a respirar de nuevo, o que vea con más claridad cuál es el siguiente movimiento en esta vida que a veces parece un juego de ajedrez.

Crear es un movimiento interno, semejante al fluir de un río. Una vez fluyendo, podemos revisar y retocar la creación que nace; corregir el cauce del río salvaje, y crear un bonito paisaje. Pero antes de que comience a fluir, no hay que intervenir, sino soltar el control, bailando y paseando, subiendo al monte, contemplando el mar, cambiando de aire, ampliando la visión.

Es así como ocurre la creación. Es eso: la creación no se hace. Ocurre.

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