La nueva cepa Ómicron es producto de nuestra falta de solidaridad, de nuestra estupidez y de nuestra incapacidad para entender lo que está ocurriendo en este mundo que hemos construido, porque no puede ser que en Europa se echen a perder vacunas por falta de uso y en África la tasa de vacunación sea sólo del 7% lo que equivale a se está vacunando diez veces menos que en Europa.
Aunque solo fuera por egoísmo puro, en Occidente deberíamos hacer el esfuerzo para elevar ese 7% en los países más desfavorecidos porque la pandemia nunca llegará a ser historia hasta que no se vacune a toda la población mundial.
Nuestra forma de vida instalada en el confort y en el consumo es un auténtico insulto a la condición del ser humano.
No se sabe si Ómicron será la cepa que nos lleve a tener grandes problemas con las vacunas. Pero si no es esta, será la siguiente u otra que aparezca con el tiempo. Esto ya nos lo han advertido los científicos desde el primer día, pero los intereses políticos y económicos van por otro lado porque si algo resulta espeluznante en esta crisis sanitaria es el poco respeto que se ha tenido con los científicos.
El ser humano está fracasando. Esto es evidente. Y más con unos políticos cuyo único interés son las urnas. Condicionados por unos intereses económicos cortoplacistas que no tienen en cuenta para nada las futuras generaciones. El futuro es incierto.
La variante Ómicron o cualquier otra. El coronavirus u otro virus. Una bacteria o cualquier organismo microscópico que busque equilibrar las fuerzas naturales, nos llevará al desastre total de los hombres y mujeres que estamos demostrando una incapacidad total para cuidar del entorno y de nosotros mismos.
Y todo por un anillo de oro, por un plato de caviar o por una casa inmensamente grande y llena de horteradas que no tienen sentido alguno.
¿No vamos a ser capaces de rectificar todo esto? Aunque la dinámica que llevamos es terrorífica, espero y deseo que sí. Cuidaros. Mucha suerte.
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