MONTE DE LA TORRE

La huerta de los valores

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Había  una vez un hombre  muy pobre  que vivía  en un  lugar   que estaba  aquejado  de  la peor  de  las sequías, la  de los valores  morales.  Sus vecinos  solamente  pensaban  en  enriquecerse  y,  esa ambición  provocaba  que  anduvieran  envueltos  en    riñas  y litigios mientras  este hombre  nunca  tenía  problemas  con nadie. Un día  uno  de  sus convecinos  le  preguntó:

– “No comprendo por qué tú no tienes conflicto y vives tan feliz”.

El  señor, con la voz  propia  de las personas  que  están  arropados  en el equilibrio  que  imprime  la serenidad  de espíritu, contestó:

 – “Amigo, es que tengo una huerta en la que se dan todos los mejores frutos”.

El  otro no dijo  nada; marchó  envidioso  y se lo contó  a  otros  de su misma condición;  juntos   planearon  enterarse  donde tenía  esa finca  para  entrar y robarle , por lo que,  le dijeron,  al  que  les  trajo la noticia,  que fuera y  le espiara para saber con certeza en qué lugar  tenía  esos terrenos.  Así  lo hizo  pero, por  mucho  que  le vigilaba,  no podía  adquirir información sobre ello y, entonces decidió formularle la pregunta  directamente. Abordándole un día en un sendero le cuestiona:

– “¿Deseo saber donde  tienes ese terreno tan fértil y óptimo, vecino?”.

Y el señor, no pudiendo reprimir una sonrisa, le contesta:

 -“Donde  está  la fuente más grandiosa pues ella es  la que riega ese predio”.

El ambicioso le vuelve a decir:

 – “Aquí no hay buenos manantiales,  pues todas las fincas  están sumidas  en la peor  sequía  y  el  único  que  riega  todo a su antojo  es  el terrateniente ,  dueño y señor de todo”.

El señor responde:

 – “Que equivocado estás, los mejores frutos, aunque sus parcelas las llene con toda el agua del mundo, no son los suyos, es en mi pequeña huerta donde se dan.  Veo que te interesa saber de la misma”.

El otro, mostrando suma curiosidad y teniendo compasión del campesino, le descubre las intenciones de sus compinches y le explica:

– “Mire, como me cae bien le diré, mis amigos quieren saber de su finca para entrar y robarle todo”.

El anciano de nuevo sonriendo contesta:

 – “No tengas miedo, si tus compinches desean esos frutos de los que, por lo que me cuentas, están tan necesitados, yo se los entrego desinteresadamente pues, por muchos que os reparta más me quedan, ya que los predios que se riegan con los buenos sentimientos  siempre,  en todas los días  de cada  estación  producen  más y más.  Te estoy  hablando  de la huerta  de mi ser  y  los  frutos  de la misma  son  los valores  morales y éticos.  Si  un cuerpo  no  produce  estos es muy penoso.  Diles  a  tus  amigos  que  yo les puedo  ofrecer solidaridad, generosidad, amistad…  Todos esos  valores que necesitan pero, lo importante  es que tú y ellos sembréis  en  vuestro ser  la simiente  de cada uno de ellos y no intentar  robarla en otros humanos huertos”.

Sorprendido marchó y lo contó a sus amiguetes quienes se arrepintieron  de su comportamiento y, desde entonces injertaron su árbol humano con los buenos consejos de aquel señor y podaron todo el ramaje inútil  convirtiéndose en seres salvaguardas de los valores  humanos. 

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Opinión Pepe Pol

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