Políticos ladrones o ladrones políticos

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Juan Manuel Ramírez Tocón | Escritor y Analista

Si entramos en el juego de responder rápidamente con poner adjetivos a determinadas profesiones, no cabe duda que la respuesta al definir al político, sería “ladrón”, pues los cientos de casos abiertos por la afinidad de apropiarse de lo ajeno ha enmarcado a todo el gremio de la gestión pública.

Es fácil valorar sin tener en cuenta algunos factores que bien pueden influir en la veracidad o no del calificativo, y me explico.

Vivimos en un país que ha sufrido los avatares de varias intrusiones históricas de pueblos que han recorrido nuestra geografía y que han ido depositando, en nuestro ADN, un carácter de temporalidad que ha venido a potenciar el sentimiento de apropiación de todo aquello que tengamos a mano antes que lo haga el que viene detrás.

Sin defender al que mete la mano en lo público, he aceptado, sin aprobarlo, que faltan libros en la biblioteca, que las pipetas de los laboratorios de los institutos desaparecen, que las viviendas se complementen con enseres y maquinarias de las industrias de la zona, que algunas monedas de los cepillos terminan en los quioscos para endulzar el paladar de los monaguillos, que no cuadran las cajas de los negocios, que hay sábanas de hospitales en los tendederos, que apretamos las maletas con dos toallas de más al fin de las vacaciones, que ponemos en nuestro tocador los jaboncillos de cadenas hoteleras, que nos sentamos en barrera con entradas de sol, que desaparecen los pascueros de los jardines, que un arañazo se convierte en siniestro total, que los colegios están cercados de rejas, que somos piratas vistiendo, que desaparecen las frutas y verduras de las cajas de la puerta de la tienda, que se pierden carteras en los gimnasios o que lo perdido en la calle siempre es nuestro.

Digo que lo acepto, sin aprobarlo, porque lo entiendo como parte indivisible de nuestra idiosincrasia de pueblo latino que nos diferencia de aquellos países que han crecido a fuego lento cuajando una identidad pulcra, responsable y educada. No quiero dejar de comentar que en todos los sitios cuecen habas, pero así somos y no con ello generalizo, aquel que no se vea reflejado es gracia al acierto de una educación y un esfuerzo de sus progenitores.

En definitiva, un político, un carpintero, un albañil, un abogado, un médico, un parado… en definitiva, una persona, sea del género que sea, puede ser ladrón o ladrona si ejerce como tal pero nunca por pertenecer a un gremio determinado, pues esa condición es innata y no viene en ninguna asignatura ni en ningún curso de formación. Quien lleva a casa cualquier objeto o cantidad que no sea fruto de su trabajo comparte con los políticos el mismo calificativo al que nunca hay que adjuntar la cualidad de generalizarlo.

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