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Si no me miras no me ves. Alfonsita Quiñones, torera

'Tanto monta, sueño o realidad, todo es uno y lo mismo'. José Román

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«Es una profesión para hombres» era lo que escuchaba Alfonsita Quiñones cuando desde pequeña en el pueblo de Los Barrios, en Cádiz, jugaba a capotear y pedía torear porque sentía que tenía afición. En casa entraban los jornales por las faenas en cortijos como el de Las Albutreras y esto le facilitó participar en tentaderos donde sabía que quería estar.

La torera Alfonsita Quiñones. Archivo de Ramón Chamizo de la Rubia

La relación de mujeres transgresoras relacionadas con el toreo está repleta de historias singulares: novicias, viudas de toreros, brigadistas, hosteleras, bailaoras… El reglamento taurino prohibía a las mujeres ser toreras y su carrera, sin traje de luces, se fue desarrollando gracias a autorizaciones ocasionales o toreando de manera clandestina.  En 1930 entró en vigor el primer reglamento nacional donde se prohibía torear a la mujer, veto que ya existía desde 1908. Permiso a permiso aquellas «señoritas toreras» consiguieron la derogación del artículo. Quedaba el veto de sus propios compañeros y de sus vecinos. La Guerra Civil truncó cualquier temporada taurina.    

Como se ve, las señoritas toreras siguen campando por sus respetos, y no será extraño que el día menos pensado nos sorprenda, alguna de ellas con el deseo de tomar la alternativa. Por de pronto, ya empiezan a torear con picadores y de ahí, el ascenso definitivo no hay más que un paso.

Si cuando una mujer se empeña, se sale con la suya, cuando son tantas a empeñarse….

Diario La Rioja 6 de abril de 1935.

https://www.lavozdelarepublica.es/2023/05/luisa-paramont-la-rejoneadora.html

De goles y Desastre

Antiguamente atendíamos mediante el oído. Con la imprenta y mejorar el leer y escribir, nos quedamos con el poder de la vista. Miramos atrás y parece que nuestros antepasados tenían algo más que falta de luz y lo mismo nos ocurrirá a nosotros porque, en el día a día, cuesta ver. Actualmente, acudimos a encuentros de fútbol femenino que antes eran invisibles. Las mujeres están en las canchas. Ya no son exclusivamente imágenes de retransmisiones, hinchas o estudiosas de las experiencias masculinas y esto transforma las normas. Los éxitos y fracasos deportivos los unimos a identidades de género y las victorias y las afrentas nos son cercanas, aunque el fútbol no sea de nuestro interés. Las mujeres han bajado de las tribunas y ya no solo son capturadas por las cámaras como imágenes bellas, apasionadas y vistosas, envueltas en banderas de un club.

Echando un ojo al pasado y conociendo la relación de la Bahía de Algeciras con la colonia británica de Gibraltar, podemos pensar, con acierto, que fue uno de los primeros lugares de la península donde triunfó el deporte del fútbol. Se practicaba en el Peñón con gran entusiasmo y de forma institucionalizada desde el 1 de mayo de 1895 por la Gibraltar Civilian Football Association. De juego se transformó a deporte y las mujeres quedaron fuera. Antes, ocurrió con la tauromaquia.

Si en lugar de un periódico de toros, hubiera llegado con iguales colores una revista de futbol o ciclismo, de cacería, de montar en globo, con medios de imitarlo (…) Primero vinieron los toros y luego, todo el progreso subsiguiente (…)

El libro de los toros. José Román (1925)

Las pasiones y expectativas que generaba el mundo del toro traspasaban todas las fronteras de la época. En los carteles inmensos que con engrudo se pegaban en las puertas de bares y tabernas frecuentados por aficionados, se avisaba de la corrida y se garantizaban en los pueblos de la zona los servicios de trenes y carruajes combinados con los vapores de Gibraltar.

España y su concepto de género era un asunto habitual de la prensa en los finales del siglo XIX. La decadencia colonial reventó en 1898 con la derrota militar frente a Estados Unidos. «Más se perdió en Cuba» fue una expresión que se acogió de forma popular y hasta la fecha se sigue utilizando para rebajar la tensión de cualquier conflicto. Tras el Desastre se produjo una profunda apatía y frustración general.

La pesadumbre nacional olvidó roles clásicos de masculinidad y feminidad. «Los siglos a los siglos se atropellan» escribía el célebre y apasionado literato Espronceda hijo del militar barreño Juan José Camilo de Espronceda y Pimentel; a su vez, hijo del militar Diego de Espronceda. Ese mal del disgusto permanente y de la decepción romántica se anticipó a la España regeneracionista que situaba a la tauromaquia con la barbarie, enfrentada a la educación y perjuicio para la cultura del pueblo. La masculinidad se representaba hasta el momento con los valores de valentía y bravura reflejados en el torero, y la feminidad con la belleza desde los tendidos. El antitaurinismo español tiene larga tradición.

Nace Alfonsita

Hasta muy entrado el siglo XX, la prensa a las mujeres con empeño en torear las llamaba «señoritas toreras». Entre ellas, reconocemos a la barreña Alfonsita Quiñones Sánchez, de la familia apodada Bocacha, hija de Antonio Quiñones Andrades originario de Gaucín y de la barreña Josefa Sánchez Jiménez. Era nieta de Ildefonso Quiñones Sanjuán y de Catalina Andrades Mateo. La madre de Alfonsita era hija de José Sánchez Domínguez también de Gaucín y de la barreña Ana Jiménez Vázquez.

Los padres de Alfonsita se conocieron en Los Barrios cuando Ildefonso y la familia llegaron a trabajar a los cortijos de la entrada del pueblo. Fueron testigos de su boda los vecinos Ramón León Reguera, Manuel Martínez Moreno y Miguel Fajardo Pecino. Se casaron con veinticinco años en 1897, aunque la pareja había celebrado ya esponsales, compromiso suficiente para quienes no tenían mucho tiempo y dinero para celebraciones. De ese compromiso nacía la obligación de contraer matrimonio, aunque si los esposos rehusaban a cumplir la palabra, no se les podía obligar ya que el matrimonio se debía contraer sin coacción.

A los hijos que no faltaron: José, Ana y Rafael (1); se unió Alfonsita en 1914, el año del cartel taurino de la feria de Algeciras que diseñó el artista J. Román, con el puente de El Cobre de fondo, que anunciaba a Belmonte junto a Gallito, El Gallo y Limeño.

(1) José, nacido en 1896; Ana nacida en 1901, como padrinos Juan Riz y Josefa Valverde, siendo testigos Juan Francisco Román e Ildefonso Quiñones, vecinos de Los Barrios; Rafael en el 1909 cuando vivían en la calle de la Paz siendo los padrinos Antonio Moya y Catalina Jurado y testigos Manuel Fajardo y Anselmo Gutiérrez.

En burro a la feria

En el Campo de Gibraltar llegado el 15 de mayo, se sabía que era feria en Los Barrios por el patrón San Isidro Labrador y partían grupos cada año desde la próxima Algeciras, sin preocupación por la hora de llegar, muchos de ellos en burro. Tras la capea y ya al atardecer se escuchaba la gran retreta militar. El alumbrado era del llamado a la veneciana con farolillos de papel de colores con una mecha mantenida siempre que no había lluvia o viento. Al despertar el día, ya no se encontraban para entretenerse con la diana y las cucañas. José Román en 1925 en El libro de los toros recoge algunas escenas:  

Desde Algeciras partía cada año grupo animado, en la entrada de la Villa, blanca y alegre, esperaban siempre algunos grupos. Los Barrios ofrece en su conjunto, un aspecto total, bonito y amable, y la entrada como se hacía antes por la alameda de recios arboles de mucha sombra, realzaba la favorable impresión (…)

Todo se nos aparecía envuelto de un encanto atractivo. Era simpática la calle, con sus piedras  que tiraban “bocaos”; interesante el callejón en rampa que conducía a la Iglesia…a la Iglesia y a la plaza de la capea; y se ponderaba en un tiroteo de requiebros la natural belleza de las mozuelas limpias, morenas y socarronamente risueñas que se escondían en la penumbra de las rejas, rejas de sainete andaluz, y en la clara sombra de los portales, de más sainete todavía, recién fregados, oliendo a humedad, y al fondo, el patio, que se adivinaba con sus macizos verdes y sus arriates de flores.

Su entrada en la plaza saltando por los palos de unos huecos que la cerraban, pues salvo la fachada del templo y la pared de enfrente en el lado opuesto, que estaban libres de obstáculos  por el resto del llano, de los bocacalles, levantábase un graderío formado de tablas, donde la multitud se amontonaba jubilosa, y donde se creían seguros, mientras no se caía porque un año “se vino” al suelo y algunos se machacaron, pero todo formaba parte de lo pintoresco, hasta los descalabrados, hasta los instrumentos abollados de los músicos.

José Román. El libro de los toros. 1925

Se cayó el graderío

No fue tan pintoresco como lo describe Román. En 1903 Bartolomé Clavijo Pecino solicita permiso como alcalde y se autoriza la celebración en los días de ferias 14, 15 y 16 de mayo, de capeas de reses en plaza cerrada por parte de la Comandancia General. En esos momentos, no contaba con que tras las palmas y el griterío se produciría el desplome de varios tablados de la plaza de toros que provocó heridos y contusionados aparte de los daños materiales. Se colapsaron las endebles estructuras de madera atestadas de personas durante la capea y se armó un gran escándalo. Podía haber sido una enorme tragedia.

En los archivos municipales consta cómo el 24 de mayo el Juzgado municipal solicita informe al alcalde de cómo ocurrió el derrumbamiento de los tablados construidos para las corridas de vacadas. No vieron venir el desastre y se abrió expediente del tribunal de justicia militar por desperfectos en el instrumental de la Charanga del Batallón de Cazadores de Cataluña que insistían en conocer cómo ocurrió y a qué se debía el derrumbe. Fue citado para prestar declaración el alcalde. Pocos instrumentos se salvaron y casi todos dejaron de ser utilizables en retretas y espectáculos.

Las charangas de los Batallones de los Cuerpos de Cazadores utilizaban instrumentos de viento-metal poco voluminosos como cornetas, trombones y clarines. Se componían de un músico mayor y cuarenta y seis efectivos, divididos en tres músicos de primera clase, seis de segunda, veintiuno de tercera y dieciséis educandos. Las bandas acompañaban a los Regimientos de Infantería, Cuerpos Especiales y Colegios Militares. Las charangas, por el contrario, estaban presentes en los Batallones de Cazadores y así, en las tardes de toros se oían toque de clarines en el paseíllo, en el arrastre de mulillas o cuando el matador ponía las banderillas. Los pasodobles toreros eran marchas ligeras que se esperaban con interés y se acompañaban cantando los que tenían letra. Para bailarlo, la mujer caminaba al son de la música, siguiendo las indicaciones de su compañero de baile. Con el decaimiento militar de la época, en las fiestas populares gustaban las piezas musicales de acompañamiento de corte patriótico.

Del Centro anarquista

Este sinvivir por el percance de los tablados añadido a la exigente normativa taurina y a los conflictos por el paro endémico provocaron que lo taurino fuese desestimado de los planes del Ayuntamiento. El Centro de Estudios Sociales en la calle Santísimo se dejaba oír con sus protestas y no destacó su junta directiva especialmente por la afición taurina. Desde su inauguración como centro obrero tuvieron una buena acogida las conferencias, debates y clases políticas que se convocaban. Cuando llegó de Grazalema el maestro Sánchez Rosa en 1901, se incorporó a su junta directiva y comenzó creando una escuela para la infancia de tipo racionalista con enseñanza no confesional y pedagogía revolucionaria en el mismo local del Centro. La Escuela Racionalista tenía su precedente en las clases nocturnas que se ofrecían a los obreros. En la práctica se potenciaba una educación basada en la ciencia, descartando ideas que no estuvieran demostradas. No se usaban ni castigos ni premios, se hacían excursiones fuera de la escuela y se priorizaban los contenidos matemáticos, científicos y manuales. Sánchez Rosa vivió con su mujer Ana Villalobos en la calle de la Paz donde nació su hija María en el 1901 hasta que se exilió en Tánger. Las experiencias de este maestro hasta su fusilamiento durante la Guerra Civil las conocemos por Gutiérrez Molina en el libro La Tiza, La Tinta y La Palabra. José Sánchez Rosa, Maestro y Anarquista Andaluz (1864-1936).

Participaba en los meetings, anglicismo con el que se denominaban los encuentros con oradores, algunos venidos de otros pueblos, de Sevilla, Cádiz o Gibraltar. En el archivo municipal, en los registros de salida se solicitan «los nombres de los agentes que presenciaron los meetings o reuniones extraordinarias del Centro Obrero de esta villa» y «copia certificada de los oficios recibidos en esta alcaldía manifestando la celebración de meetings o reuniones y horas en que habían de tener lugar».

De la Peña Taurina y Germinal Alfarache

Siendo alcalde Matías Domínguez Sánchez, el 21 de abril de 1904, consta en el archivo municipal, la falta de pago de cinco pesetas para la inscripción definitiva de la constitución de una sociedad taurina llamada Peña de Los Barrios que recogía el sentir de un grupo de vecinos aficionados que se resistía a que no hubiera corridas.

En 1908, se publica en la Gaceta de Madrid, siendo ministro de la gobernación D. Juan de la Cierva, una real orden con fecha de 5 de febrero y como destinatarios los gobernadores civiles:

La costumbre, arraigada en muchas localidades, de organizar capeas y corridas de toros en calles y plazas públicas sin las precauciones necesarias para evitar desgracias personales, exige que V. S. adopte las medidas indispensables a fin de que no se consientan en adelante esos peligrosos espectáculos.

La Peña encargó al maestro ebanista algecireño y vecino de Los Barrios, Germinal Alfarache Arrabal, la construcción de una plaza de toros. Este trabajo lo pudo compaginar con sus compromisos como directivo anarquista en el centro de la calle Santísimo durante años. El 7 de julio del 1932, en plena II República, el periódico El Noticiero Gaditano recogía su visita, como líder obrero, al Gobernador civil interino Icardi.

La plaza de toros de madera de Germinal Alfarache fue motivo de alegría de muchos y de enfados de otros. Se instaló al final de la Vega Maldonado junto al matadero en funcionamiento ya que el de la calle Corredera llevaba años derruido. Hacia 1917 la Sociedad Taurina Barreña sorteaba las normativas impuestas por los gobernadores civiles. Siendo alcalde Ramón Gallardo García, el uno de junio de 1917, el Gobernador Militar de Algeciras, autorizó una becerrada en Los Barrios. De hecho, se le requiere por parte del Ayto. el 16 de junio de 1917 al empresario Ramon García Huerta qué fue de las novilladas en la feria que habían congregado bastante afición. No aclarar gastos y responsabilidades elevadas provocaron que hubiera un máximo interés por deshacerse de la plaza de toros. Fue vendida a la ciudad de Ceuta y en 1918 ya estaba colocada allí, en el Llano de las Damas, siendo alcalde de la ciudad de Ceuta el periodista algecireño García de la Torre y Almenara quien contaba con la información asegurada para dicha gestión. En 1923 fue demolida y el Llano de las Damas sería espacio destinado al fútbol según leemos al cronista ceutí, José Luis Gómez Barceló.

A Germinal Alfarache se le reconoció también el trabajo realizado con el kiosco de madera para venta de churros y de mantecados de Juan Domínguez y de su hermano Chano en el Paseo. Luego, se separarían profesionalmente y Juanito, el confitero, inició ya plenamente su carrera. Al principio, vendía caramelos de fresa, cortadillos y madalenas además de chacina en la calle de La Plata. Es considerado el negocio familiar estrella del pueblo con múltiples reconocimientos institucionales. La venta en el kiosco la continuó su primo apodado Boquita Chica para churros diariamente y los festivos por la tarde, papas fritas. En los años 70 al frente quedó su hijo Curro como taberna y más adelante, fue chiringuito de playa de Chano Delgado.

Germinal Alfarache vivía en la calle Ancha número 9 de Los Barrios donde su mujer Guadalupe Sanjuán Barranco tenía una droguería que fue arrasada en el inicio de la guerra. Hasta entonces, vendía perborato, escobones, pinturas, barnices, termómetros, embudos, brochas, goma arábiga, pigmentos como el albayalde, ácido tártrico y acético, talcos y colonia, óvulos vaginales de ictiol, de acción antiséptica; también supositorios antihemorroidales y laxantes de glicerina. A raíz de la Guerra civil, Germinal sufrió cárcel en Sevilla, aquejado ya de tuberculosis. Su hermano Progreso, linotipista y relevante dirigente de la CNT estatal fue condenado tras la Guerra Civil a treinta años de reclusión perpetua. Falleció en el exilio en México manteniendo su compromiso anarquista y dirigiendo la revista Comunidad Ibérica. Su entrañable amigo Ramón J. Sender publicó en dicha revista en el verano del 64: Al compañero Alfarache, en su muerte.

Para hablar de toros, en la Embarradilla

A trescientos metros de la casa de la calle la Paz o callejón de las Ratas estaba el bar la Embarradilla, por donde pasaba Alfonsita de pequeña y veía desfilar a la gente del toro sin mujeres. Algunos de los clientes venían de estar alojados justo en frente, en la Pensión de Grazalema, que contaba con cuadras para caballerías. Por la parte de atrás, la calle Postas era el lugar de recambio y descanso de caballos tras el viaje. Se mudaban los tiros y los correos y los viajeros continuaban su viaje si Los Barrios no era su destino final. Posiblemente, ella mirara de niña con detenimiento, pero nadie se fijó en ella y mucho menos de sus capotazos cada vez que podía en la cercana plaza de las Marojas. La Embarradilla tenía todo su encanto y las tertulias se hacían en la calle. En la época de lluvias cuando el arroyo del Junco venía con agua desde el cerro donde actualmente está el cementerio, y atravesaba el Patio del Junco en la calle Nueva, seguía hasta la calle Perdón o calle de los Muertos todo era un fanguizal. Aquel que no se dejaba ver el pelo por allí, no estaba en la actualidad taurina.

Lamina 1.- En la terraza del bar La Embarradilla, calle Santísimo. Archivo de Ramón Chamizo de la Rubia

Con los años, otros bares se encontraron en la misma calle como la bodega de Perico el Viso o el Siglo XX de los hermanos López donde realizaban actuaciones muy distraídas con cante flamenco; recitales de poesía, según rememora Guillermo García en sus Vivencias campesinas y ciudadanas, y se podía jugar a la lotería. Ya para entonces, ni las tertulias taurinas de la calle ni los tentaderos del cortijo de las Albutreras eran lo mismo que en las décadas de los 20 a los 50. La Embarradilla cerró, el centro obrero anarquista se constituyó como sede de la Falange y residencia de su jefe, Paco el Mutilado, con su hermana y su madre, además de ver canalizado el arroyo que se veía en otros tiempos. Junto a la posada, Juan Gutiérrez, en su barbería en la Casa de las Doncellas, realizaba extracciones dentales y encomendaba alivios para los frecuentes dolores de muelas porque lo suyo no se limitaba a rasurar barbas y cortar cabellos. Había heredado las delicias de punto de tertulia de la zona, pero había que tener una venda en los ojos para no reconocer que ya no era lo mismo.

De señoritas toreras a bellísimas y elegantes señoritas

En las primeras décadas del siglo XX habían decaído los modelos de hombres soeces y agresivos en el toreo y se fue aburguesando el estilo, aunque los que querían continuar con modelos más toscos en las crónicas taurinas calificaban a los toreros emergentes de «torerito cobarde» y se continuaba pidiendo sangre. Aparecían comentarios recurrentes sobre la escasa virilidad en los ruedos y la decadencia nacional, reflejo de la pérdida de autoestima como nación. Todo ello, coincidía con éxitos de mujeres que pretendían dedicarse a torear. La legislación se utilizó para acortar cualquier posibilidad del toreo profesional para ellas. En 1934, Rafael Salazar Alonso, ministro de la gobernación, autorizó el toreo a pie de las mujeres en España, revocando así el artículo 124 del Reglamento de 1930 por considerarlo anticonstitucional. Fue desestimado tras la Guerra Civil.

¡Ahora han cambiado las cosas! La fiesta, en general, tiene poca importancia, y el verdadero negocio está en estos tiempos; los números bufos del toreo; por ello estimamos que las señoritas toreras podían tener algún interés en festejos nocturnos. También nosotros votamos porque sean autorizadas las cuadrillas de señoritas toreras. En estos tiempos la mujer tira todos los obstáculos que se oponen a su paso para triunfar, y aunque a las toreras el obstáculo que se les opone es de bastante consideración (depende del tamaño del toro) y sabrán ellas con los medios que cuentan para vencerlo. Después de todo, también de vez en cuando se ve por esas plazas de toros cada señorito torero que está pidiendo el encaje de bolillos….

Cosas de la fiesta de toros. Las señoritas toreras. BLANCO Y NEGRO MADRID 12-02-1933

De todos modos, con este femenino advenimiento al toreo el aficionado sabrá en adelante a qué atenerse: Le anunciarán “señoritas toreras” y no le defraudarán. Porque, hasta ahora, algunas veces iba a la plaza dispuesto a ver “hombres” v no los veía por ninguna parte.

La Fiesta Brava. Semanario taurino. Edmundo Zepeda 16-03-1934

Sinceramente, sin ambages y a todo riesgo, preconizamos que la manifestación de la mujer como lidiadora no es un síntoma alarmante para la fiesta llamada por una gran figura hispana “El espectáculo más nacional”.

El Defensor de la Afición. 5 de mayo de 1935. El Redactor jefe

Hasta el 10 de agosto de 1974 no se volvió a autorizar el toreo a pie para las mujeres. El toque con el mundo artístico de toreros como Belmonte convirtió en amigos de lo taurino a poetas de la generación del 27 que defendían modelos de masculinidad diferentes en sus creaciones. Ambos grupos se hacían uno en tertulias y eventos sociales. Poemas magistrales de la Literatura reflejan los fallecimientos de Joselito El Gallo, Ignacio Sánchez Mejías y Manolete en los ruedos.

Aunque en el periodo de la Segunda República se levantaron las prohibiciones, tras la Guerra Civil volvieron. Con la guerra y la posguerra se impondría un modelo entre hombres y mujeres dispuesto a restaurar un orden sociofamiliar relacionado con el arrojo del bando ganador y con la hombría cuestionada a los perdedores. Se denostaba al torero afeminado y a las denominadas señoritas toreras que renegaban de su papel de belleza en las gradas frente al torero en su poderío. En un cartel de 1937 en La Línea de la Concepción, siendo matador Juan Gallardo y con la ganadería de su tío Ramón Gallardo, a beneficio del nuevo acorazado España, leemos:

El festival será presidido por bellísimas y elegantes señoritas de Falange Española Tradicionalista y de las JONS de esta localidad asesoradas por el inteligente aficionado de esta Francisco Acedo.

No se trataba de potenciar el ruedo, sino que se redactaba desde una retórica visual de un ojo masculino.

Ya era la Belmonte

A Alfonsita la llamaban con el sobrenombre de la Belmonte. Por sus enormes deseos de ascenso social, escapaba con otros maletillas o capas con esa pasión existencial en tiempos de hambre y a escondidas de los guardas, a torear bajo la luna como había hecho el torero sevillano Juan Belmonte. A él le apodaban el Pasmo de Triana. Enfrente tuvo a Joselito, el menor de la familia de los Gallo, que murió como él hubiese deseado, toreando. Este duelo de ambos entre olés y críticas punzantes fue permanente en las crónicas de los miles de periódicos que se vendían. El suicidio de Juan Belmonte, ya retirado, fue drama nacional. La imagen del personaje torero mezcla de bravura y razón se convirtió en elemento representativo deseado para superar la negatividad de los regeneracionistas y el ímpetu de los conservadores. Fue enormemente popular en el primer tercio del siglo XX por su estilo genuino de acercarse al toro, alargando el tiempo de cruce. Belmonte fue icono de un país y su relación con los escritores y artistas, a quienes consideraba dueños de la formación que él no había alcanzado, fue vista como imagen novedosa de virilidad, apreciada también en el extranjero con portada de Time en 1925. El extraordinario periodista de la primera mitad del siglo XX, Chaves Nogales, en su biografía narrada en primera persona de Belmonte, nos cuenta su paso por la escuela:

Frente al maestro teníamos una actitud hostil y desesperada de alimañas cautivas. El miedo real a la palmeta y un terror difuso a no sé qué terribles torturas inquisitoriales que nos imaginábamos, nos acorralaban ordenadamente en los duros bancos de la escuela. Una vez un maestro se entusiasmó golpeando a un niño. Le tiramos un tintero a la cabeza y nos fuimos. Yo no fui a la escuela más que desde los cuatro hasta los ocho años. Me enseñaron a leer y escribir dolorosamente, es cierto, pero muy a conciencia. Ésa fue toda mi cultura académica.

Alfonsita, muy joven, con apenas 16 años, siempre que podía se escapaba a los cercados ganaderos. Pensaba que nadie la tenía en consideración por mucho arte que pudiera tener. Las dificultades se le multiplicaban y no sabía que cien años antes de su nacimiento, Goya había comenzado la serie de grabados Tauromaquia; un conjunto de grabados evocando la historia del toreo en España. En el número 22 aparece la torera Nicolasa Escamilla apodada La Pajuelera porque vendía pajuelas de azufre, esas mechas hechas con paja de centeno y algodón, cubierta de azufre, fáciles de arder y que se usaban como desinfectante para toneles. Era un oficio que se aprendía en familias con muy pocos recursos. La Pajuelera convencía de que, con quemar media tira de azufre colgada de un alambre se desinfectaría un barril de madera de 100 litros o habitaciones enteras.

Alfonsita Quiñones buscó ayuda en el ganadero Ramón Gallardo González. Desde 1919, Ramón Gallardo era el único propietario de su renombrada ganadería tras comprarle a su hermano Juan su parte y, a su fallecimiento, la heredó Juan Gallardo Santos, su hijo. Alfonsita siempre tenía abierta la puerta de las Albutreras. La prensa se hacía eco de las novedades de esta familia muy reconocida de ganaderos y no exclusivamente en los medios locales.

La afición del campo de Gibraltar está de enhorabuena y a todos los componentes de las corridas de toros les doy la más expresiva enhorabuena y mucha suerte, con el consiguiente negocio de taquilla. El día 14 de junio, segundo día de feria, serían los toros de Ramón Gallardo y el día 15 los de Juan Gallardo.
Semanario taurino La Fiesta Brava, Barcelona en 1927.

José Marín Jorge, político republicano, explicó en sus memorias que Ramón Gallardo y otros caciques locales se unieron al partido monárquico ante la convocatoria de elecciones municipales en 1931. El hecho de que se supiera su participación apoyando a los monárquicos fue clave para que los partidos republicanos tanto de izquierda como de derecha se unieran aquella tarde celebre en el bar de Corbacho, en la calle Alquería con votaciones para la historia. Cuando Ramón Gallardo González dio a conocer que apoyaría a la derecha monárquica es como si toda su cabaña ganadera se hubiese puesto de acuerdo para marchar hacia el pueblo desde el cortijo de las Albutreras, en su origen llamado las Buitreras, ocasionando una verdadera hecatombe. Los partidos republicanos consiguieron presentarse unidos, lo que originó las grescas necesarias hasta llegar a un acuerdo de calado que al final, les permitió gobernar. Entre los candidatos monárquicos del 12 de abril de 1931 previas a la proclamación de la Segunda República estaban, además, Juan Gallardo González, Francisco Álvarez Clavijo y Joaquín Pérez. Entre los republicanos, Benito Muñoz y José Castillo, que fueron alcaldes una vez que se proclamó la II República. Juan Gallardo González fue alcalde de Los Barrios durante la dictadura franquista, del 40 al 47. José Román le describe así:

Durante muchos años la figura de aquel hombre, se vio por todas partes, igual, vestido de lanilla gris, gran pavero, botas de becerro claro entrefinas y un enorme báculo de campo colgado en el brazo con un puro apretado entre los dientes y, montado a caballo, tranquilo y calmoso, era una silueta precisa en el contorno.

La vida en el cortijo era un hervidero de personal no solo por las tareas taurinas sino también por las propias de las temporadas de siembra. Podía uno encontrarse entre las carretas a Francisco Hernández con las yuntas de bueyes dispuesto a salir hasta el molino de Benharás con el trigo para volver con harina o a Enrique Chamorro, maestro en Palmones y Los Barrios, que acudía con su carpeta para llevar la contabilidad. En la plaza del cortijo, con el capote, aparecían toreros como Márquez, Gitanillo de Triana, Barrera, Manolito Bienvenida y Marcial Lalanda. Era un lugar de apoyo para que las señoritas toreras pudieran debutar. Además de Alfonsita fue asidua Conchita Citrón que debutó en Sevilla y que siempre que podía se colocaba su camisa blanca, su pantalón con el fajín, el pelo recogido y tentaba allí las vaquillas. Francisco Franco, siendo capitán, a su paso hacia África se dejó ver en alguna capea, pero no toreó. Años después, el cortijo fue también localización de la película española María Dolores sobre contrabando, amores y baile, estrenada el 22 de agosto de 1953, dirigida por José María Elorrieta y protagonizada por Ana Esmeralda, Fernando Nogueras y Fernando Sancho.

Deseaba pisar los ruedos Alfonsita Quiñones, aunque fuera como becerrista, y así hizo en las plazas de Tarifa, Algeciras, San Fernando y Plasencia, donde debutó el 10 de junio de 1935 con novillos de Juan Gallardo, con chaquetilla campera blanca y pantalón ancho. No estuvo exenta de cogidas. De hecho, en San Fernando tuvo una de importancia. Esperaba con impaciencia las novedades de la batalla legal de Juanita Cruz que en 1934 apeló a los artículos 2 y 33 de la Constitución de la República, que amparaba la igualdad de sexos ante la ley y la libertad de elección de profesión, respectivamente. En ese camino de espera, contó con el apoyo especial de toreros como Marcial Lalanda. Siempre guardó buen recuerdo de La Paramont, que abandonó los escenarios de tiple de revista musical, para dedicarse por completo al rejoneo de reses bravas, según el cronista Sánchez Seseña.

Lamina 2. Alfonsita Quiñones en los ruedos. Publicado en https://nuevarevolucion.es/la-rejoneadora-antifascista/

 

La historia se repite, a veces, infinitamente peor como ocurrió en Jimena de la Frontera. El 17 de agosto de 1961, tres años después de que la Belmonte nos hubiera dejado con 44 años, sucedió el hundimiento de La Espléndida, la plaza de toros de Jimena con cinco fallecidos e innumerables heridos tras vitorear a Carlos Corbacho y a Rafael Pacheco. El banderillero Fernando Naranjo Rondeño, compañero que apoyó a Alfonsa, y que allí estaba y salió ileso. Ella ya no formaba parte del elenco de señoritas toreras que habían recorrido España. Algunas mujeres continuaron tras la guerra civil como Lupita Rompinelli, que acabó tirándose al ruedo como espontánea en la plaza de toros de La Línea de la Concepción, en un Festival taurino celebrado el 7 de octubre de 1956.

Más que toros para distraerse

Aparte de los toros, alguna de las distracciones que se podían encontrar eran las representaciones teatrales montadas por jóvenes del pueblo o por compañías que actuaban en Los Barrios.  El Pósito era llamado teatro Romea y en los años 20, casi en la puerta, bajo los arcos de esa plaza Chica, se vendía fruta, verdura y pescado traído de Palmones o Algeciras. Numerosos teatros de la época se llamaban así en homenaje al murciano Julián Romea Yanguas, actor estrella de la escena barcelonesa. El médico destinado en Los Barrios, Joaquín Benedicto, en los tiempos en los que vivió con su familia en la plaza de la Iglesia, pintó el telón, reflejando la entrada de la calle de la Plata al actual Paseo, tradicionalmente Paseo de la Caridad. Cada espectáculo era una sorpresa. Era asiduo el popular actor y director teatral Antonio Martelo, extraordinario barítono tal y como se refleja en las crónicas de El Noticiero Gaditano sobre el género chico, famoso en el Teatro Cómico de Cádiz y que se retiró en el Cómico de La Línea de la Concepción. En Cádiz capital arrasó con la obra Por Peteneras de Pedro Muñoz Seca y de Pedro Pérez Fernández según el periódico «mantiene en constante hilaridad al público y viene precedido del éxito obtenido en su estreno en Madrid». 

Eran, en definitiva, compañías teatrales de escasos recursos que, con sus actores, daban vida y generaban distracción en cada representación al numeroso público que llenaba la sala. Los sucesos teatrales donde coincidían grupos de élite y sectores populares que ocurrían en Los Barrios no eran muy comentados en la prensa. Desde luego, con el paro crónico del lugar muchos de los vecinos no participaron nunca de estos espectáculos. El público se distribuía en sillas o bancos o en la zona diáfana sin asientos y más económica. Los sainetes, zarzuelas y revistas se incluían en el género chico. Las piezas solían ser breves, con personajes sencillos y escenografía sugerente, con finales felices por no acabar mal con el público. Así, nos consta la gran función del 7 de febrero de 1920 de actores de la Compañía de la Unión Artística, como Luis Crespo y Manuel Viñas, al frente de la compañía que actuó en Los Barrios. Muñoz Seca, su autor, reconocido antirrepublicano, murió fusilado en Paracuellos del Jarama, el 28 de noviembre. Había estrenado cinco años antes en tres actos El roble de la Jarosa que ya era conocida en numerosos teatros.

Lamina 3. Cartel función del teatro Romea de Los Barrios. Archivo de Ramón Chamizo de la Rubia

Se informaba a los vecinos que vivían en el pueblo que había velada teatral o baile de máscaras y contaban con éxito de público y aplausos garantizados. Jóvenes de la época con afición teatral se animaron a realizar representaciones teatrales en el salón de Los Gallos dirigidos por el autor del pasodoble de Los Barrios, Isidro Gómez García, maestro que había estudiado la carrera en Cádiz y que destacó por ser excelente rapsoda. Aportaba lo que había conocido como estudiante universitario en Cádiz y unía a hombres y mujeres que durante años después mantuvieron relaciones importantes de amistad como las hermanas Pino, Gallardo o Gómez. Unirse para cantar, recitar e interpretar fue una manera de mantener también el patrimonio literario. Algunos fueron aportación extraordinaria para la investigación sobre el folklore tradicional barreño que realizó en los años ochenta Domingo Mariscal, a los que se unieron el hermano de Isidro Gómez, Jesús y su hija Consuelo, así como Pepe el Lobo y Manolo Calderón, reunidos en la casa de María Antonia Chamorro, en la calle Rosario. Si tenían algo en común todos los participantes del cuadro artístico, era que vivían en el entorno cercano a la iglesia, tenían tiempo y sus familias y amistades les apoyaban.

De Francisco Serrano, vecino

En 1913, un año antes que Alfonsita, un vecino nació en Los Barrios sin ser inscrito en archivo religioso alguno ni poder asistir a la escuela. Se trataba de Francisco Serrano, el Rubio de Algeciras. Al pasar por el barrio del Cisco, se podía mirar hacia otro lado y no ver a familias como la de Francisco que vivían en chozas, cerca del cementerio. No tenía más que atravesar dos calles y podía encontrarse en la Embarradilla también. El padre era lo que hacía para conseguir trabajar. Eran tiempos de espera en la plaza a que un capataz le dijera que había faena y las peonás que se hacían daban para lo que daban.

Detrás de nuestra choza, había un prado donde los ganaderos exponían sus manadas de animales. Los gitanos, con habilidad, hacían correr a los burros y a los caballos flacos. (…) Una vez, con el ruido, un cerdo se despistó de sus compañeros y como era de noche entró por azar en nuestra choza pues la puerta siempre estuvo abierta. El animal hacía mucho ruido por entre los tiestos y nos despertó a todos, saltamos de las camas sorprendidos. Como no había luz ignorábamos si era un borracho que se había equivocado de puerta o un ladrón que se había encandilado con las luces de la feria. Cuando mi padre pudo encender el candil vio que era un cerdo. (…) teníamos tantos deseos de saborear un trozo de carne que, sin pensar en las consecuencias, lo golpeó hasta que el cerdo dejó de respirar.

Cocinaron el cerdo y lo repartieron entre sus vecinos. Es probable que alguien lo contara y lo cierto es que en muy poco tiempo se vio la familia viviendo debajo de un puente en Algeciras. Su padre fue detenido, condenado primero en la cárcel local y después, al destierro siendo alcalde Nicolás Ortega García.

La expulsión fue la gota de agua que hizo desbordar la paciencia de algunos jóvenes: estos organizaron protestas callejeras contra los corruptos que habían condenado a mi padre. Aquellas manifestaciones que cada día contaban con más descontentos fueron como llamas de calor solidarias que iban calando la simpatía de los habitantes quienes influenciados por aquel empuje afectuoso tuvieron la idea de abrir una suscripción, para sufragar los gastos de la multa (…) Tal gesto humano por parte de aquellos jóvenes, sin ninguna influencia política, fue aplaudido hasta por sus adversarios políticos. A los simpatizantes del grupo los bautizaron los pioneros de la igualdad o también los abogados de los desamparados.

Fueron a hablar con el alcalde la madre de la familia, Rosario, y la abuela y aclararon que el cerdo fue el que entró en la choza. No hubo solución y había que confiar en que la familia gitana les diera la bienvenida en algún sitio.

Como era de esperar, el verdugo realizó su sueño de venganza y una triste mañana dos funcionarios del ayuntamiento se presentaron ante la puerta de nuestra cabaña diciendo: -el señor alcalde ratifica vuestra expulsión de nuestra honrada comunidad, por malhechores. Cómo no olvida sus sentimientos humanistas, ¡os da un mes de plazo, para que abandonéis el pueblo! (…) dos alguaciles, sin más explicación, entraron en nuestra barraca y como fajos de trapos viejos nos arrojaron a la calle. Luego sacaron las camas, los colchones y los inmuebles. En aquel lugar estuvieron bajo la lluvia y el barro varios días.

Marcharon a Algeciras y los ocho kilómetros que hicieron de viaje les duró tres días alimentándose de frutas de las huertas del camino. Al final, se vieron en el Puente Matadero. El padre acudió desesperado al Centro Republicano en Algeciras. Isabel, la hermana, se colocó de niñera y la madre trabajaba de lavandera. Pudieron alojarse en una chabola en el barrio del Hotel Garrido. Recuerda Francisco también haber vivido un tiempo en el cortijo de los Gallardo. Ya de adulto, su reencuentro con Juanito Gallardo Santos, capitán de Falange en Algeciras y al que reconoció de cuando era niño, es de manual de supervivencia. Luego, llegó a Francia y la guerra, otra guerra… Su libro El diario de un aburrido facilita entender por qué la puerta estaba abierta en las chozas y cómo otras se cerraron en su vida. Ya había comenzado toda una vida de trabajo, sindicalismo y exilio protagonistas de un corto en francés y español, titulado Un exilio español en 2007 por Anna Feillou y Cyril Terracher de Zangra Productions y Terre Neuves films.

A media luz

Alfonsita siendo joven también salió de la calle La Paz con su familia a Algeciras, concretamente a la barriada de la Fuentenueva, cerca de los hotelitos del hotel Garrido. Trabajó como Francisco Serrano en una fábrica de tapones de corcho. Cientos de mujeres conseguían un empleo clasificando y guardando en sacas los tapones. Posteriormente, trabajó como limpiadora en los comedores militares de Gibraltar y en poco tiempo, la nombraron encargada. Por enfermedad se retiró y tan solo iba a Gibraltar por si podía vender algo de estraperlo. Hacía ya veinte años que no iba a los encerrados de Las Albutreras.

Tenía por quién mirar y esa era su hija Luisa, que quedó huérfana con tan solo 17 años. Ya para entonces, Alfonsita era Alfonsa y llevaba una vida tranquila que cortó la muerte sin que se diera a conocer la pérdida, ni su mérito, ni recibió alabanza alguna. No reunió adjetivos Alfonsa Quiñones de los que aparecían en las crónicas taurinas de los hombres toreros: poético, irregular, desgarrado, ortodoxo, brillante, profundo, pragmático, ambicioso, experimentador, contundente, perfecto, noble, triunfador, esforzado, tremendista… No hay documentación gráfica apenas y no era por estar escondida.

Consiguió cada vez que pisó un ruedo hacerse visible y brindó por ello. Luego se irían las miradas, pero esos momentos con miedo o sin miedo fueron suyos. Luchó hasta donde pudo ante la incomprensión generalizada del toreo femenino como publicó en Europa Sur, Crescencio Torés el 16 de marzo de 2014. No consiguió tener tiempo para bailes y fiestas que no deseaba, ni para ver que, en unos años, lo suyo podría haber sido el fútbol. Hubiera cambiado quizás el exotismo de su experiencia por la mejora de la realidad soñada. Nunca se sabe. Dicen los aficionados mayores que a torear se aprende y a tener entrega y valor, no. Alfonsa Quiñones no dejó jamás de mirar para aprender porque lo demás ya lo tenía.

Familia, amigos o vecinos de nuestros protagonistas como su hija Luisa, Tomás Infante, Paca Moreno, Pepi Pérez Ortega, Felipe Salazar, Manolo Álvarez, Crescencio Torés, R. Chamizo y la archivera municipal M.ª Ángeles García, han recordado o establecido contactos que nos han servido para iluminar, sin duda, este relato.

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