NOVENA PROVINCIA

Sin redes sociales

>
 

Hace tres días, las aplicaciones WhatsApp, Instagram y Facebook dejaron de funcionar durante más de seis horas. El mundo entero se quedó a ciegas o, al menos, con un ojo abierto y otro cerrado puesto que algunas redes sociales siguieron funcionando como twiter.

Lo más gracioso de todo esto es que este hecho no hubiera podido pasar hace treinta años porque, sencillamente, hace treinta años no existían ni redes sociales ni nada de nada. Esto no es ni más ni menos que el claro ejemplo de una necesidad creada a la medida de nuestra propia y tremenda estupidez.

De momento, la broma le ha costado al dueño de estas redes sociales una cantidad astronómica. Pero que nadie se asuste por esto porque las acciones que se desplomaron ya están subiendo y volverán a ser lo que eran en unos días. Pero lo importante no es lo que ha sucedido en las Bolsas de todo el mundo, lo importante es lo que ha pasado por las cabezas de miles de millones de personas; ha leído usted bien, miles de millones de personas.

Resulta que la dependencia de estas redes es tal que ese apagón tecnológico ha provocado desde ataques de ansiedad hasta   depresiones, miedo a la soledad, sensación de incomunicación radical… Un cuadro de dolor de lo más absurdo. La solución era tan fácil como levantarse e irse a la cocina y ponerte a charlar con tu hermano o con tu madre, o llamar a un buen amigo para contarle cualquier cosa o ponerte a leer un libro en el sillón de oreja del salón.

Los adolescentes se han visto totalmente arrasados por la situación. El mayor problema que se ha planteado es que los chicos y chicas no podían saber qué estaban haciendo sus influencers preferidos (si estaban haciendo una tortilla francesa o si habían discutido entre ellos o si se habían tirado un pedo porque eso sí que es gracioso) y no podían subir sus propias historias con la esperanza siempre presente de convertir una parida en un vídeo o fotografía viral.

Los más mayores han pasado un mal rato sin poder enviar mensajes a sus contactos. Unas horas sin preguntar ‘hola, cómo estás’ es mucha tela; un rato (seis horas) sin enviar la imagen de un atardecer acompañado de una frase ñoña es mucha tela.

Y así todo. Dependemos de nuestros teléfonos móviles de última generación sabiendo que dentro de ese cacharro está toda nuestra vida y nos parece hasta gracioso. Cada día somos un poco más tontos, exactamente en el lugar que nos querían.

Ahora, todos buscando Telegram por si nos fallan las anteriores.

Noticias de la Villa y su empresa editora Publimarkplus, S.L., no se hacen responsables de las opiniones realizadas por sus colaboradores, ni tiene porqué compartirlas necesariamente.

Noticias relacionadas

 
23 marzo 2024 | Rafael Fenoy Rico
NO a las Guerras 1 de abril 1939
 
20 marzo 2024 | Patricio González García
Por si acaso