Es cuando menos curioso que sea el PP el que achaque la crisis a la desidia del gobierno y, desde luego, también contradictorio, viniendo como viene la afirmación de quienes se suponen son liberales de los que abogan por la inhibición de lo público en materia económica, “un nouveau laissez faire, laissez passer”, y la bajada de impuestos, sobre todo para las empresas, medida contra la que no hay que oponerse por sistema, porque a la larga es verdad que puede reportar sus beneficios a la ciudadanía. Como resulta igualmente curioso que sean estos liberales y neoliberales, de centro, por supuesto, los que más reivindiquen, casi exijan, la intervención estatal en ayuda de las empresas privadas. Aunque se comprende que así sea, porque las empresas o son suyas o porque alguna vinculación tienen con ellas. Y es que, como decía un viejo amigo, de listos está el mundo lleno y éstos, señores míos, otra cosa no sé, pero listos sí que son, tanto que son los que menos sufren en realidad las consecuencias derivadas de la actual situación de dificultad en lo que a la economía respecta y, sin embargo, son los que más ruido arman y más se quejan. Ahí tenemos a la banca, por ejemplo. Es el sector desde el que más lamentaciones suelen llegar y con ellas más advertencias. ¡Inaudito! Cuando en España un banco no quiebra ni aun proponiéndoselo. Y qué decirles de la construcción. Se embolsan en unos pocos de años miles de millones de euros y ahora, a las primeras de cambio, en cuanto la cosa se pone un poquitín fea, van los señores constructores que se han hecho de oro y cierran sus quioscos poniendo de patitas en la calle a los trabajadores y la pasta a buen recaudo y, sobre todo, a buen interés. El que lo debe estar pasando mal es el tranquilo de Solbes y la que le ha caído es menuda. Nada más y nada menos que la financiación autonómica y con cada comunidad presentándose a la negociación con los brazos remangados y blandiendo su puñal afilado y reluciente. Tonto el último y cada uno para su bolsa. La publicación este verano de los datos de las balanzas fiscales de las autonomías fue un aviso para navegantes. Los que más dan quien dar menos y los que menos reciben quieren recibir más. En EE.UU., según Bush, fueron los de Wall Street los que se emborracharon. La pregunta es quiénes son los que se han puesto hasta las manillas aquí a este lado del Atlántico.
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