Una nueva república para tiempos inciertos

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El 14 de abril se conmemora, es decir se trae al presente, la II República Española.

Día de celebraciones que permiten el encuentro de miles de personas que tienen en común el rechazo contundente a toda forma de monarquía. Lo específico de los actos se soporta en un recuerdo de lo que fue, para la historia reciente de esta vieja España, la oportunidad de desarrollar un modelo de participación política sin casas reales, sin aristocracia, sin partidos corruptos al servicio del mantenimiento de privilegios y señoríos. Realeza al fin que sumió durante siglos al pueblo español en las más desvatadoras guerras y penurias. Una república de trabajadores. Así se definía la II República Española y precisamente fueron los trabajadores y trabajadoras quienes pretendieron que esto fuese así, impacientes después de siglos de exclusión social y pillaje por parte de los poderosos.

En el S. XXI es posible pensar que nada racional sostiene una denostada institución monarquica. ¿Cómo es posible sostener a estas alturas que uno “igual” a nosotros, pueda simplemente por nacimiento erigirse en “monarca” de todos.? ¿Cómo es posible que de nuestros recursos comunes se les pague gastos y representaciones a una extensa familia de personas por el mero hecho de pertenecer a una “casa real”? Por ello el sentimiento de todas las personas que conozco es que debemos terminar con esta institución que nada aporta y si consume medios y recursos de todos. Sobre todo en tiempos críticos.

La enorme contradicción, sostenida por poderes reales y políticos de turno, que supone asumir que todos somos iguales ante la ley menos unos cuantos que están por encima de ella, no deja de sorprenderme. El sentido común no permite entender tamaño desatino y es evidente que la defensa de su continuidad debe conllevar algún interés.

Personalmente entiendo claramente que juntos los españoles asumimos un proyecto común, que nos permite atender a las necesidades de una sociedad compleja como la nuestra. Solo el símbolo de lo que esto supone y la realidad de que cotizamos a la hacienda pública sustentan esa convicción de pertenencia. Por otro lado además estamos relacionados con los pueblos de Europa, casi en idéntico lazo socio, económico y cultural. Por ello la figura de un REY, un jefe de un estado que se diluye doblemente no acaba de encajar. Por un lado España no es la unidad de destino en lo universal, que decía Franco. En 30 años se ha cuarteado en 18 trozos, tanto en lo que respecta a los poderes ejecutivos, jurídicos, como incluso económicos. El común de la ciudadanía capta que hay territorios que cada vez son menos España y otros que pretende llegar a ello, en un intento insolidario de quebrar el proyecto común. Que por otra parte tampoco es España solo y cada vez es más Europa (la Unión).

Y ello cediendo cada vez más nuestra capacidad de decidir directamente sobre los problemas reales a los que juntos hemos ido haciendo frente, de forma solidaria, aportando cada cual lo que le correspondía y llevándose cada uno lo que necesitaba.

Seguimos sumergidos en las revistas del corazón y en glamour de princesas de cuento, de príncipes apuestos, y de una familia real que pretende asumir la paternidad de cada uno de nosotros. Una gran familia, el pueblo español, con su majestad como padre. ¡Y que niños y niñas tan encantadores! ¡ Y que estilo, que porte! ¡Cuánto orgullo de pertenecer al club de los países que aún mantienen (SI mantienen) su casa real.!.

Pues mire Vd por donde el 14 de abril, volvemos a acordarnos de la Republica Española. Aquella que se instauró con vocación de permitir a los trabajadores autogobernarse. Y nos encontramos este 14 de abril con partidos políticos (democráticos) que no ponen en cuestión esta sin razón de la monarquía. ¿Por qué será?.

Como decía aquel político cercano a Romanónes: “Es que mire Vd, si hay monarca, seguirán existiendo aristócratas. Esa aristocracia es un club de selectos y a ese club también quiero pertenecer yo.”

Más allá de ese sentimiento y razonamiento antimonárquico, falta por definir como los republicanos entiende el futuro político sin monarquía. No nos basta mirar al pasado, aunque las enseñanzas recogidas son sustanciosas. La futura republica debería asumir que las personas hemos alcanzado la mayoría de edad en política, de manera que la nueva forma de hacer política se instale en la cotidiana consulta popular como ejercicio de la responsabilidad cívica. No más tutelas de aquellos que aún hoy siguen siendo déspotas ilustrados: Todo para el pueblo pero sin el pueblo.

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