La varicela, una enfermedad contagiosa, está provocada por el virus de la varicela-zóster, un miembro del grupo de los herpes. Por lo general, no resulta peligrosa, y rara vez provoca complicaciones en los niños.
El virus se contagia de una persona a otra mediante las gotitas de saliva que viajan por el aire. Los síntomas iniciales, incluyendo malestar, febrícula, dolor de cabeza y náuseas , comienzan de dos a tres semanas después del contacto con el virus.
En el torso aparece una erupción de pequeñas vesículas de color rojo oscuro que producen picor y que se extienden a los brazos, las piernas, la cabeza y la cara. Después de algunos días , los puntos se abren o se secan , tras lo cual se forma una costra. Los puntos desaparecen después de doce días , y rara vez dejan cicatriz. El niño será contagioso desde el día antes de manifestar la erupción hasta la desaparición de ésta.
Por lo general, reposo es todo lo que necesita para una recuperación completa. Si aparece una infección secundaria por rascarse las lesiones cutáneas, el médico tal vez le recete un antibiótico. Si el niño no puede aguantar la tentación de rascarse, debe cortarle las uñas al máximo para limitar los daños.
Herpes zóster
Durante un brote de varicela, el virus se abre paso hasta un nervio de la médula espinal y permanece en estado latente. Puede reactivarse en forma de herpes-zóster, sobre todo en las personas mayores o en aquellas cuyo sistema inmunológico esté sometido a una enfermedad o a los efectos del estrés.
Un brote de herpes zóster puede provocar un dolor intenso y punzante en el nervio afectado, con grupos de vesículas en la piel que lo rodea. El dolor puede persistir durante varias semanas después de que la erupción haya desaparecido. La calamina puede aliviar el picor y un antivírico puede limitar la severidad del brote y el dolor. La fiebre se puede tratar con paracetamol.
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