Un paseo virtual por los rincones del Campo de Gibraltar

La geofilia es un sentimiento que aparece por la identificación personal con un lugar o paisaje concreto, es sinónima de ese apego a la tierra del que habla el saber popular. Los lazos afectivos que nacen entre la persona y el medio natural o social se refuerzan proporcionalmente a las experiencias positivas que puedas relacionar con él.

Juan Luis González Pérez | Naturalista

Ese es el caso de determinados predios circundantes a nuestro pueblo donde un sector de los niños de los ochenta experimentaba, cual ritual iniciático, el paso a la juventud, la embriaguez de la libertad y la consecución de un cierto grado de autonomía personal. Si a ello unimos un afán cuasi enfermizo de curiosidad, descubrimiento y experimentación, la identificación ya adquiere además tintes intelectuales que no hacen sino adicionar la geofilia a otras facetas de la personalidad humana.

Los Picos del Cuervo y Los Castillejos son dos de esos lugares donde, gracias a la cercanía a Los Barrios y a su posición elevada con respecto a este, se prestaban especialmente a ser destino de acampadas de fin de semana y de rutas exploratorias, cosas ahora imposibles por el cambio de actitud de la mayoría de los propietarios del Parque Natural que impiden el paso libre de senderistas y excursionistas, fundamentalmente por considerarlos incompatibles con la explotación cinegética tan lucrativa y de moda en la actualidad. De aquellas experiencias, hallazgos y sus interpretaciones trata el presente escrito.

Para situarnos, en primer lugar, merecen destacarse las interpretaciones a ambos topónimos. Las Peñas o Picos del Cuervo aparecen en documentos antiguos como Las Tetas de la Luz, al parecer por las formas sinuosas de las cresterías por donde suele ponerse el sol visto desde un observador situado en Los Barrios. Sin embargo, la acepción más generalizada de Picos del Cuervo parece confluir con la de un famoso maquis que encontró entre aquellos tajos sus últimos momentos de vida, en efecto, el 1947 la Guardia Civil dió muerte a dos luchadores antifascistas naturales de Cortes de la Frontera /El Cuervo y El Porque/que a decir de Regordán fueron sorprendidos contando el botín de un secuestro. Otras voces de la historia oral barreña cuentan que fueron muertos dentro de una cueva por los balazos disparados contra sus paredes por los civiles, ya que estos no podían acercarse al escondrijo por la resistencia ofrecida por los maquis, también llamados popularmente rojos, cuya memoria ha sido rehabilitada hace poco tiempo por el Parlamento del Estado.

En cuanto a Los Castillejos, su nombre evoca ciertas construcciones y murallas que aparecen junto a las cumbres. En alguna bibliografía se las relacionaba con construcciones de fortuna de bandas de luchadores contra el poder del califato cordobés por parte de Omar Ibn Hafsun que, como un bandolero del s. XIX plantaba cara a los árabes usando la guerra de guerillas amparado por la orografía compleja del Campo de Gibraltar, la serranía del Aljibe y la de Ronda. Sin embargo, recientes descubrimientos parecen indicar que se trata de los restos del castillo de Al-Hushayn (Oxén, Ojén), una de las fortificaciones de la Cora de Algeciras que nuestro grupo de colegas buscó sin descanso durante muchos años y que había tenido a un paso de la tienda de campaña en multitud de ocasiones.

Pero detengámonos en otra de las acepciones toponímicas de aquella zona y conectémolas con el acervo popular, fuente interesantísima de conocimiento: la Carrera del Moro. Dicen los mayores que los moros habían construido esos gruesos muros para atravesar la sierra a la grupa de un caballo, con lo cual podían defender muy eficientemente sus posiciones frente a los ataques cristianos. El microtopónimo La Ventana del Moro se refiere a una oquedad de la roca desde la que se divisa buena parte del valle del Tiradero, ruta natural que, en la época romana, unía la ciudad de Carteia con las campiñas de la comarca de La Janda, en cuyo inicio se encontraba la ciudad de Baelo Claudia. Gonzalo Arias, director de la antigua revista especializada en calzadas romanas el Miliario Irreverente, fue el primer investigador en apuntar esa posibilidad contraviniendo las ideas dominantes que la ubicaban siempre por la costa atendiendo al Itinerario V de Antonino. Ya en época árabe, fue conocida como Ruta de los Benimerines y siguió teniendo una importante relevancia. Hoy es vía pecuaria, como suele ocurrir, y se encuentra amenazada por proyectos de impactantes vías de comunicación.

Entroncando con nuestras leyendas rurales, una de ellas cuenta que cuando los árabes iban retrocediendo terreno frente a las huestes cristianas, se vieron atacados en la mencionada ruta y tuvieron que refugiarse en las montañas cercanas, en las que erigieron una pequeña fortaleza. Allí, con el tiempo, los reyes árabes murieron y fueron enterrados con todo su ajuar en la pequeña ciudad, perdiéndose para siempre dos estatuas ecuestres de oro macizo con sus jinetes reproducidos también a tamaño natural. Pero a veces se ha estado a punto de hallar tan magnífico tesoro, al menos en la imaginación popular. Recogida como leyenda en varias zonas del Parque alejadas decenas de kilómetros invariablemente en asentamientos árabes la hija de un pastor (obsérvense los paralelismos con apariciones marianas) ve salir del matorral un fogonazo que no es otra cosa que la luz del sol reflejada en unas paredes de azulejo brillante. Cuando avisa a su padre y trata de encontrar la entrada subterránea a la rica estancia ya el sol ha cambiado su posición y es imposible hallarla. Por los alrededores hay otra entrada que conduce a una oscura y peligrosa cueva usada por los antiguos habitantes de la zona en la que constantemente desaparece ganado y que nadie recomienda atravesar, por lo que ha sido sellada con piedras y tierra. La dualidad bien/mal, luz/oscuridad, botín/pérdida se hace patente en todo el relato, lleno de simbolismos provenientes del inconsciente colectivo.

Asimismo, gentes dispares de la zona afirman haber conocido a algún magrebí que ha regresado a la zona del Cortijo de la Zorrilla, en la base de Los Castillejos, con un plano de la situación de la vivienda de sus antepasados y la llave que abría la puerta del hogar que reclamaban como legítimos dueños, otro recurrente relato común en zonas con restos arqueológicos medievales.

Pero volviendo al terreno de la Historia, otro episodio bien documentado tuvo por escenario a Los Castillejos. En la primera mitad del XIX, en un ambiente político y social inestable, marcado por los enfrentamientos entre los absolutistas de Fernando VII y los liberales que trataban de recuperar el poder que les fue arrebatado en 1823 mediante pronunciamientos apoyados por la burguesía más progresista, parte del ejército y por una población descontenta. En 1831 el exministro de la gobernación Salvador Manzanares apoyado por un grupo de liberales que desembarcaron en la playa de Getares y por gentes de la partida de Jose María El Tempranillo acudieron el 21 de febrero a Los Barrios iniciaron un rompimiento que pretendían que se expandiese como un reguero de pólvora por la comarca, la capita de la provincia y por toda Andalucía en una especie de revolución noviolenta contra la monarquía borbónica. Al entrar en nuestra localidad, fueron aclamados como héroes las 120 personas con las que contaba la tropa que libró a Los Barrios del absolutismo proclamando la Constitución de 1812, la Pepa. Esa noche marcharon a Los Castillejos desde donde encendieron hogueras para pedir ayuda a los correligionarios de Algeciras que, sin embargo, alertaron también a los realistas, que acabaron por dar caza a la mayoría de los sublevados en la serranía rondeña y la muerte del propio Manzanares. Muchos de los diez liberales hechos prisioneros eran naturales de Los Barrios, donde todos fueron ajusticiados el 22 de marzo. En una de nuestras excursiones a la zona hallamos en el suelo de una de las muchas pequeñas cuevas naturales formadas en la arenisca y usadas como refugio por el ganado cabrío, abundantes restos de canecos de ron, algunos con inscripciones de origen holandés, los cuales vendrían seguramente de la vecina colonia de Gibraltar, verdadero refugio para los liberales más significados y con el que se enriquecían los bandoleros a través de actividades contrabandísticas que se ejercían fundamentalmente en tiempos de gobiernos permisivos de corte liberal.

La historia, la naturaleza y la leyenda nos asaltan a cada rincón de la geografía barreña, basta con mantener los ojos abiertos y los oidos prestos a escuchar una buena historia al calor de una hoguera para hallar más argumentos, si cabe, para identificarse de por vida con un territorio por más que el tiempo, la distancia o las alambradas se empeñen en colocarnos trabas y dificultades.

 

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