La densidad humana y la sencillez expresiva con la que Ceferino explica su pensamiento hunden sus raíces, a mi juicio, en su natural capacidad para callar, para escuchar y para preguntar. Me llama la atención, sobre todo, la actitud acompasada que mantiene ante el mundo y ante la vida, su serenidad frente a los problemas y su respeto a los comportamientos coherentes. Estoy convencido de que Ceferino piensa y habla con discreción, sobre todo, porque sabe escuchar con atención y preguntar con respeto.
Apartado de las vulgares ambiciones, este hombre serio y amable, profesa una honda devoción a su familia y una inquebrantable lealtad a esos amigos comunes que me repiten una y otra vez que es un acompañante leal y un compañero fiel que constituye, para todos, un regalo.

Tengo la impresión de que son escasas las personas que aceptan que escuchar es esa tarea tan difícil que exige aprender diferentes destrezas mediante un dilatado y costoso entrenamiento. Opino que para hablar y para expresar con palabras, con gestos, con actitudes o con comportamientos nuestras sensaciones, nuestras emociones o nuestras ideas y, en resumen, para exponer nuestra personal manera de percibir y de vivir la vida y cada uno de los episodios, es imprescindible aprender a escuchar, esa operación que implica, además de oír los sonidos o de percibir los gestos, descifrar sus significados e identificar sus sentidos, y, sobre todo, valorar la importancia de quien, con la mejor de sus intenciones, nos dirige una palabra amable.
Y es que, a mi juicio, la “amabilidad”, mucho más que una manifestación de educación y de cortesía, es la demostración de la calidad humana y la prueba de la autenticidad personal. Ceferino revela el equilibrio mental, la nobleza y esas cualidades que antaño definían al “caballero” o, exactamente, los valores opuestos a las actitudes y comportamientos de quienes presumen de malos modos, de agresividad o de una incontrolada antipatía. Perdónenme que les confiese que a mí me llaman la atención quienes –como Ceferino- poseen esas habilidades que suelen pasar desapercibidas y que, en mi opinión, son muy valiosas. Me refiero a esas personas sencillas que, sin llamar la atención sobre ellas mismas, nos tratan de manera acogedora, cordial y amable.
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