Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación CGT
Para evitar equívocos, comenzamos afirmando con fuerza que no tienen justificación alguna la existencia de una Monarquía o cualquier clase de dictadura. Se pretende instalar como debate público un binomio que merece ser analizado. ¿Monarquía o República? esta pregunta se la han venido haciendo personas desde las primeras revueltas contra la monarquía de la antigua Grecia (se denominaban también tirano), o también en Roma, con sus guerras civiles y el asesinato de Junio Cesar. Siempre luchas entre familias poderosas. La monarquía, en otros tiempos asumida como forma divina para el gobierno de los Estados, fue contestada y abolida en la Inglaterra del S.XVII. Oliver Cromwell representa el sentimiento antimonárquico más claro, llegando, una vez controlado el poder, a rechazar la posibilidad de ser coronado rey. Sin embargo, una parte de la historiografía sostiene que Cromwell acumuló mucho más poder que el propio Carlos I, el decapitado. Tendríamos que delimitar este binomio, aunque ya instalados en el S.XXI, se nos antoje no poco trasnochado, ya que tanto la Revolución Americana, como la inmediata francesa, ambas a finales del S.XVIII, consolidaron el parlamentarismo burgués dentro de un régimen republicano.
Desde estas efemérides históricas, hasta las experiencias republicanas llamadas socialistas o comunistas, como la URSS (unión de Republicas Socialistas Soviéticas) o la Republica Popular China, los desarrollos republicanos han sido diversos. No obstante, todos vienen a coincidir en el hecho de que el poder (simplificando el concepto), que antes detentaba la única cabeza del monarca, se reparte, en el contexto republicano, entre algunas más (por cierto no muchas). Y que estas, gracias al mecanismo electoral (específico en cada caso), no siempre tienen la facultad (formal) de dejar en herencia a sus descendientes el inmenso poder que logran reunir.
El denominador común de todas ellas, es que el pueblo, sigue mangoneado, explotado, sometido al dictado de las “elites”, dictadores, monarcas, elites de partidos políticos de turno. Por ello, quienes pretenden la transformación social, quienes entienden que la ciudadanía debe colectivamente asumir el control del patrimonio común y pronunciarse en todos los asuntos que le afecten, no se dejan “encerrar” en el reducido dilema “Monarquía o Republica”. Porque la pregunta es otra: Dirigidos como ganado o Libres actores de nuestro presente. Urge más definir el fondo, es decir, como el poder es ejercido permanentemente por el pueblo, sin delegaciones autoritarias; que establecer un espejismo de la forma, es decir, si el dictador es un Monarca o un Presidente de Gobierno. Porqué ambos, dos, son representantes de quienes, anónima y realmente gobiernan y explotan al pueblo.
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