RESEÑA LITERARIA

Pueblo, de Julio Mariscal Montes


 

Julio Mariscal nació en 1922 en Arcos de la Frontera (Cádiz), localidad a la que estuvo física y sentimentalmente ligado durante toda su vida. Es cierto que Arcos (sus paisajes, sus gentes, sus tradiciones…) ocupa un lugar indiscutible en su vida y en su poesía. Pero hay otra localidad (próxima a Arcos) que se convirtió en su pueblo de adopción: Paterna de Rivera, donde desempeñó su profesión de Maestro Nacional entre 1957 y 1967. En Paterna recibió el respeto y el cariño de sus alumnos y, en general, de sus vecinos; allí desarrolló también una intensa actividad poética: de sus diez poemarios publicados, algunos de los más importantes –Quinta Palabra, 195; Tierra de secanos, 1962 y Tierra, 1965- los escribe en esta población. También allí lo visitaron conocidos poetas -como Gerardo Diego y Gloria Fuertes- así como otros de su promoción poética. Asimismo, en Paterna se acrecentó su afición por el flamenco y su devoción por la Semana Santa. El nombre y la persona de Julio Mariscal -incluso tras su regreso a Arcos, y aún después de su fallecimiento en 1977- sigue siendo un referente para Paterna: desde hace años, la Asociación Cultural Impresiones -integrada por antiguos alumnos suyos, pero también por miembros más jóvenes que no llegaron a conocerlo- se ha dedicado a difundir su vida y su obra mediante conferencias, un documental, un número monográfico de su revista… Y ahora, publica -en una bella y cuidada edición- un libro póstumo: Pueblo.

Julio Mariscal Montes
Pueblo (Prólogo de Pedro Sevilla Gómez)
Paterna de Rivera (Cádiz), Ediciones Impresiones, 2025

Quien conoce la obra poética de Mariscal sabe que uno de sus poemas más difundidos es “El pueblo” (Tierra de secanos), al que puso música Javier Salmerón y cuyo referente real bien pudo ser Arcos o Paterna, si bien esta composición, alejada de cualquier localismo, nos evoca cualquier pueblo de la geografía andaluza en los años de postguerra. Sin embargo, este Pueblo que nos ocupa -aun sin perder esa misma dimensión- sí nos remite directamente a Paterna de Rivera: como nos explica Pedro Sevilla en su excelente Prólogo, haciéndose eco del testimonio de Aurelio Sánchez Mariscal, sobrino del poeta y custodio de su obra, Julio Mariscal quiso publicar “estos retratos en prosa en los que manifiesta su amor por la tierra que tan generosamente lo acogió”.

Hasta ahora, toda la obra publicada por Mariscal había adoptado la forma poética. Pueblo, sin embargo, contiene veinte textos breves en prosa; en prosa poética: la poesía -esa visión de la realidad en la que “se levanta de manos la belleza” aun en los casos en que se refleja la dureza más hiriente de la vida- no podía estar ausente de sus escritos. Muy al modo juanramoniano, Julio Mariscal nos trasmite en estos textos la belleza y la miseria de las calles del pueblo, los espacios que se trasmutan según las horas del día y las estaciones del año, las festividades y las celebraciones que rompen por unas horas la monotonía cotidiana… Y, sobre todo, el factor humano, que es el verdadero motor de la vida en el pueblo. En breves pinceladas nos traslada diversos tipos cuyas circunstancias a veces nos remitan a épocas pasadas (“El patio”, “Los quintos”) aunque otras -las más- hacen que la tragedia nos encoja el corazón (“La tonta”, “El ahogado”). Porque también en este libro percibimos el compromiso de Julio Mariscal con los más vulnerables, con los perseguidos, con los acosados; con todos aquellos por los que confesó a su paisano Antonio Hernández que esa toma de posición se debía a “motivos de conciencia humana. La situación del Sur es inhumana y, por consiguiente, intolerable”.

En estas páginas encontramos la Paterna de Rivera que Julio Mariscal conoció, con sus luces y sus sombras, con sus permanentes contrastes: un pueblo que “ha venido a quedar en la heroicidad del destajo que no alcanza más allá del mendrugo y en esa otra heroicidad del sombrerazo y la sonrisa, mientras que el coraje desmantela los ojos y el acíbar va encharcando de sangre los vivos corazones del Sur”.

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