NOVENA PROVINCIA

Un barril de pólvora

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Esta semana hemos conocido las consecuencias (algunas) de la decisión de Sánchez de entregar el Sáhara Occidental a Marruecos a cambio de nada, con la decisión argelina de suspender el acuerdo de amistad y cooperación suscrito con España el 8 de octubre de 2002. Casi de inmediato, la argelina Asociación de Bancos y Establecimientos Financieros (Abef) recibía la orden de congelar las domiciliaciones bancarias en operaciones provenientes y destinadas a España.

Adiós a los 2.700 millones de exportaciones a Argel. Apenas 36 horas antes de que se anunciara la bomba, el ministro de Asuntos Exteriores cenaba en el Palacio de Santa Cruz con dos prominentes empresarios del sector energético a los que transmitía todo tipo de seguridades de que “Argelia es un socio plenamente fiable” y “no hay ningún riesgo de que pongan pies en pared”. Es decir, que Albares no tenía ni idea de lo que iba a pasar. Lo cual vuelve a poner en evidencia que estamos gobernados por una cuadrilla cuya prepotencia solo es comparable a su ignorancia y a su demostrada capacidad para conducir al país hacia el abismo.     

La ministra de Hacienda dice que no hay problema con el suministro de gas argelino a España. Pero esto es una verdad a medias o ni siquiera eso porque el contrato tiene dos partes, una es el contrato de cantidades y otra son los contratos de precio. Y esta segunda parte se revisa cada tres años y los argelinos ha puesto encima de la mesa una importante subida del precio del gas. 

La parte más débil de la cadena está, naturalmente, en Madrid. De hecho, la decisión argelina de romper la baraja ha venido a demostrar la debilidad de un país, España, en manos de un aventurero de la política a quien cualquier Gobierno, de cualquier tamaño, es hoy capaz de lanzar un órdago y ganárselo. La respuesta del Ejecutivo de Sánchez ha consistido en salir corriendo a llamar a Bruselas pidiendo un poco de árnica. De modo que el gas argelino seguirá viniendo a España, pero nos vamos a enterar del precio.

Eso, y la gasolina por encima de los 2 euros litro, y la inflación cerrando mayo en el 8,7%, y el PIB que no se va a recuperar hasta 2024… El destrozo económico es tan grande, la crisis política es tan profunda, que la posibilidad de una moción de censura contra el Gobierno Sánchez no debería ser descartada en modo alguno, incluso para perderla. Para que se retraten todos, empezando por el PNV.

Y menos mal que existe Bruselas, menos mal que contamos con ese muro de contención capaz de impedir algunas de las peores tropelías de este personaje, capaz de poner un poco de orden en un país sumido hoy en el caos por un Gobierno débil con los fuertes -perplejo y aturdido ante Argelia, callado ante Marruecos-, pero fuerte y determinado y delincuencial a la hora de seguir adelante con la demolición de la Constitución.

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