Rehén

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El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, consiguió esta semana una victoria parlamentaria a costa de un altísimo peaje político.

Se asegura que la legislatura llegue a su fin con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso, pero lo hace con unas concesiones a ERC y Bildu que seguramente pasarán factura a los socialistas en las elecciones autonómicas y locales de mayo de 2023.

Es evidente que Sánchez quiere mantenerse en el poder porque considera que el tiempo corre a su favor. Para recuperarse en las encuestas, el PSOE cree que nada mejor que dejar que pasen los meses y fiarlo todo a una recuperación económica que no se atisba en las estadísticas, a lo que se une la confianza en que el semestre de presidencia española de la UE pueda dar un espaldarazo a la imagen del presidente.

El problema es que hasta entonces Sánchez irá consolidando la impresión de un presidente rehén de sus socios parlamentarios. Unos aliados que aprovechan esa debilidad presidencial para que quede constancia de su condición de actores determinantes en la política estatal. ERC lo ha hecho en esta ocasión con la modificación del delito de sedición, a lo que se une su exigencia de ‘suavizar’ el de malversación, mientras que Bildu ha logrado que se acelere la creciente irrelevancia de la Guardia Civil en el País Vasco, al quitarle las competencias en materia de tráfico.

A esto hay que añadir que Sánchez actúa de salvavidas de Podemos cada vez que sus ministros tienen un problema. Lo ha hecho esta semana al acudir en auxilio de la ministra Irene Montero, cuestionada dentro y fuera del Ejecutivo por las consecuencias de la llamada ley del ‘solo el sí es sí’.

De hecho, Sánchez ha ido más allá de lo que ha hecho la propia Yolanda Díaz con Montero, en una clara demostración de que el partido morado está embarcado en una estrategia orientada a desgastar a la vicepresidenta segunda.

El resultado es un Gobierno débil y fracturado, rehén de socios que hacen todo lo posible para restar votos al propio Partido Socialista, y con un presidente empeñado en prolongar esa agonía para ver si así recupera protagonismo. La legislatura, a tenor de la votación de los Presupuestos esta semana, podrá llegar a su fin, pero el precio para el PSOE -y para todo el país- puede ser muy elevado.

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