COFRADES DE VERDAD

Una reflexión personal sobre las Hermandades y Cofradías


 

“El carnaval, para Cádiz, que sabe hacerlo muy bien”, sentenciaba D. Víctor García Rayo, referente periodístico en el mundo de las cofradías de la ciudad de Sevilla, cuando hacía una reflexión en su programa “La Pasión” sobre el rumbo que está cogiendo el mundo de las Hermandades y Cofradías en la actualidad. El periodista sevillano comparaba ciertas actitudes y modas que se están imponiendo y convirtiendo en costumbres y en sello de identidad de esta realidad eclesial, con la fiesta pagana gaditana. 

Sin duda, son muchas las diferencias que existen entre una y otra fiesta. Una pertenece al mundo pagano y la otra al ámbito religioso. En el fondo y en las formas, nada tienen que ver. Sin embargo, hay algo en lo que las Hermandades y Cofradías están cayendo olvidando, de esta manera, su origen, esencia y finalidad: la superficialidad y la pérdida del sentido religioso y eclesial. En esto se parece al carnaval, una fiesta pagana (no religiosa) donde lo superficial, la estética del disfraz, es su esencia, origen y finalidad.

Vemos a muchos cofrades (derivado del latín cum –con- frater –hermano-), que, olvidando este sentido religioso y eclesial, dos rasgos fundamentales e inseparables de una Hermandad, se acercan o pertenecen a ella por la estética que la envuelve o, simplemente, por el mero placer de sacar una imagen religiosa a la calle. ¿Dónde quedan el sentido de pertenencia a la Iglesia, el Culto como fuente y culmen de la vida cristiana, el ejercicio de la Caridad, la vida de hermandad, las obras sociales, la formación cristiana, la evangelización y el testimonio personal Si esto os suena a chino, formulo la pregunta de otra manera: ¿dónde quedan la ayuda a los necesitados, la preocupación por el hermano de nómina que está enfermo o tiene un problema familiar?, ¿dónde quedan la vida común en la casa de Hermandad y la participación en sus actividades, la visita a las Sagradas Imágenes, al Sagrario (el Jefe de la Casa), la asistencia a la Eucaristía Dominical, la catequesis como una oportunidad para formarse y crecer en la Fe, la vivencia de los valores cristianos, la asistencia a los Cultos internos, el rezo sentido de un Padre nuestro?, ¿dónde quedan el compromiso con el trabajo cotidiano con la Hermandad y con la Parroquia y el sentido de pertenecer a ellas?, ¿dónde queda la Fe en medio de todo esto?

Hoy, parece que lo único importante es la banda de música, las marchas procesionales, la forma de vestir a una Imagen, el brocado o el terciopelo, la manera de andar de los costaleros, las flores, la ropa y el costal o los piropos del vocero a sus camaradas de costal. Parece como si la Semana Santa sólo y exclusivamente se redujera para algunos a la cerveza previa al ensayo, a la salida procesional o a los programas cofrades con presentadores y contertulios (algunos, sin apenas formación) buscando la crítica mordaz, la división y el debate mediocre. Si a esto le sumamos los intereses personales, el afán de protagonismo, las peleas internas y la presentación de varias candidaturas en una Hermandad (división segura), nos encontramos ante un auténtico “Sálvame Cofradiero”. Un giro que se escapa de lo realmente importante.

No obstante, siempre hay honradas excepciones y, a pesar de los pesares, brindo por las Hermandades y sus Juntas de Gobierno, por su trabajo sincero. Sin ellas, que cuidan y potencian nuestra religiosidad popular, la presencia de Dios en la vía pública hoy se vería más reducida y las iglesias más vacías. Es de agradecer la belleza de sus cultos que elevan nuestras almas a Dios, la vida de hermandad y, muy especialmente, la gran labor que hacen en el ámbito de la Caridad (comedores sociales, residencia de ancianos, Cáritas, transeúntes, hospitales, colaboración en los países del Tercer Mundo, etc.)

Queridos amigos, en esta Semana Santa, “miremos hacia arriba, a los rostros de los Cristos, a la mirada serena y tierna de las Dolorosas. Miremos arriba, donde habita el Misterio, donde vive lo importante y, después, si hay lugar, miremos hacia abajo, al costero a costero de los pasos y a la belleza de los palios”. Quizás, esa superficialidad de la que hablábamos al principio, sólo sea un fiel reflejo de la sociedad actual. No es buscar excusa sino ser conscientes de la realidad. Por eso, hoy más que nunca, volvamos a lo importante, a lo fundamental. Que seamos “cofrades de verdad”.

 

 

 

 

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