Antonio Morales Benítez
Un grupo de senderistas y montañeros de diversas localidades del Campo de Gibraltar aceptaron el reto de culminar el Camino Lebaniego entre los día 2 y 5 de abril de 2025. Desde San Vicente de la Barquera al monasterio de Santo Toribio de Liébana, donde se encuentra el “Lignum Crucis”. Un camino escasamente transitado en esas fechas que nadie del grupo expedicionario lo había recorrido con anterioridad, por lo que se trataba de una experiencia nueva.
La propuesta montañera estaba organizada, como otras de este tipo, por el gerente de Divertours de Los Barrios, José Antonio Muñoz Melgar, y guiada por el rutero Daniel Celis, de Multiaventuras de San Vicente. El camino se realizó de la mano de estas dos personas que se preocuparon de todos los detalles, como los desplazamientos en bus desde nuestro particular “campamento base”, instalado en el hotel Faro de San Vicente, hasta el punto de partida de cada etapa. Este alojamiento disfruta de espectaculares vistas sobre la ría de San Vicente y sobre los nevados picos de Europa. Los desayunos y cenas compartidos nos sirvieron para ir haciendo grupo entre un conjunto de personas ávidas de aventuras y experiencias. Con estos ingredientes la empresa no podía salir mal. Incluso mejor de lo esperado.

Los senderistas solo se tenían que preocupar de disfrutar de la naturaleza en estado puro por estos caminos milenarios. Caminos llenos de historia que nos llevaron a poblaciones como Muñorrobledo, Cades y Cabañes y a conocer manifestaciones artísticas en lugares remotos, como la iglesia mozárabe de Santa María de Lebeña. Núcleos, todos ellos, aislados y casi desiertos. Porque también por estos montes la despoblación ha hecho sus estragos pero conservan el sabor de lo auténtico. Porque el medio rural nos permite como pocos ámbitos este contacto directo con la naturaleza y con la historia. En lugares como estos se encuentra el último reducto de la cultura rural, donde los cambios son menos apreciables.

Asimismo, tuvimos la oportunidad de acercarnos a joyas paisajísticas, como el sobrecogedor desfiladero de la Hermida, valle profundo cuya contemplación desde la altura del mirador de Santa Catalina corta el aliento y al que se accede a través de la llamada senda mitológica, jalonada de figuras sacadas de la tradición cultural cántabra. Todo ello envuelto en una gran diversidad de paisajes entre los que destacan los bosques de imponentes castaños y las riberas de los vertiginosos ríos cántabros, cortos y caudalosos, que discurren de manera paralela al camino.

Pero para atender a todos los gustos, la propuesta se completó con una variado programa turístico y cultural. Así, se pudo disfrutar del museo y de la réplica de la cueva de Altamira. Sin duda una de las cumbres de la pintura rupestre y considerada como la capilla sixtina del arte cuaternario.
También milagros geológicos como la cueva de El Soplao, sin duda una de las sorpresas del viaje, con sus galerías que no dejan de asombrarnos por lo que puede hacer el agua a lo largo del tiempo. Así como localidades que suelen figurar en todas las listas de los pueblos más hermosos de España, como son los casos de Santillana del Mar y la modernista Comillas, auténticos representantes de los atractivos cántabros. Sin olvidar el ambiente montañés de Potes, ya a los pies del monasterio.

En definitiva una experiencia que nos ha dejado a todos satisfechos. Y contamos los días que falta para volver a tener la oportunidad de experimentar sensaciones como las vividas de la mano de una organización solvente. Enhorabuena a los organizadores y a los participantes a partes iguales por escribir esta hermosa página de nuestra historia viajera.
FOTO GALERÍA
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